No es la misma

No es la misma

“Si hay un reto por descifrar aun, es definir los fines de la educación. ¿Qué debe producir la escuela y cuáles son sus prioridades?” Lee el artículo de Alonso Ramírez-Campo.

Imagen de portada: fusión de dibujos, en una aproximación a la escuela bajo sospecha a la cual se asiste hoy.

La escuela en el ojo del huracán

Alonso Ramírez Campo

Hace un tiempo el fracaso escolar no era visto como culpa de la escuela y los profesores sino de los alumnos y sus familiares. En esa época era común oír decir por parte de las familias ante el fracaso escolar de un hijo que “la cabeza no le dio para estudiar”, con un dejo de culpa. A esa escuela entraban en el decir de Francesco Tonucci los hijos de las familias ricas, cultas y sensibles, era una escuela para pocos, pero todos o casi todos salían airosos cumpliendo el ciclo escolar.

Era la escuela de nuestros abuelos que tuvo su ultimo coletazo entrada la década de los setentas del siglo pasado y su pecado consistió en creerse divina y perfecta, libre de toda sospecha, donde los profesores eran mirados como semidioses que nos espiaban con una ancha regla en la mano para castigarnos si nos portábamos mal.

Francesco Tonucci.

Después, con la masificación de la sociedad, esa escuela de deberes fue sustituida por la escuela de derechos, revestida con un discurso de igualdad de oportunidades —no necesariamente de posibilidades— donde entran muchos y paradójicamente siguen saliendo pocos.

Desde entonces, ese tránsito  de lograr un sistema educativo democrático ha sido sumamente problemático a la hora de sus realizaciones, porque, aunque los símbolos de temor o de obligación fueron reemplazados por la idea de derechos de los alumnos de estar en la escuela como mandato superior del Estado, aunque logró resquebrajar el viejo orden de estructura escolar, no lo cambio, continuó  la enseñanza homogénea, la organización en base a examen, el ciclo escolar, los mismos rituales, la memorización de saberes sabidos…etc.

Sin embargo, la escuela de hoy no es la misma a la de antes —no sabemos si es mejor o peor— y no es la misma, porque la sociedad cambió y sus efectos llegaron al aula y pasillos colocándola en aprietos frente al tratamiento de nuevos problemas como el alusivo al del libre desarrollo de la personalidad, las manifestaciones amorosas indebidas en espacio público, el uso de audífonos y celulares en el aula entre otros por parte de los alumnos.

Emilio Tenti.

Hoy, de acuerdo con Emilio Tenti, asistimos a una escuela bajo sospecha y si antes estaba libre de todo cuestionamiento por parte de la sociedad, ahora camina como el volatinero en una cuerda tendida en el abismo amarrada en los dos extremos por parte del discurso estamental y social: la de salvar o ser la culpable de todos los males que sufre la sociedad.

Ahora nuestras instituciones educativas deben “garantizar” como imperativo categórico ideologías de igualdad y movilidad social y hacer que la visualicen positivamente tantas clases y grupos sociales como sea posible y, al tiempo, producir agentes para un mercado laboral jerárquico, y un capital cultural técnico administrativo lo que parece una desmesura porque se confunde contribuir a garantizar.

Ahora si hay corrupción es porque no se enseñan valores en la escuela —como si la familia y los grupos sociales no pudieran hacerlo—, si hay faltantes democráticos es porque la escuela no enseña las competencias ciudadanas, si hay problemas de obesidad es porque no se enseña una política de salud, si hay muchos accidentes de tránsito es porque no se enseña en prevención. Y así todos los problemas que tiene la sociedad se le endilgan a la escuela como si esta —la sociedad— nada tuviera que ver.

Si hay un reto por descifrar aun, es definir los fines de la educación. El signo de interrogación continúa y pasa por preguntarnos, ¿qué debe producir la escuela y cuáles son sus prioridades?