Artículo del catedrático y filósofo samario Alonso Ramírez Campo, metiéndose en los vericuetos del colonialismo aun vigente. Y en el cual se proyectan el fascismo, el nazismo y el sionismo.
Colonialismo, nazismo y sionismo
Alonso Ramírez Campo
Aimé Cesaire, considerado uno de los precursores de los estudios poscoloniales, expresó reiteradamente su crítica al colonialismo europeo a través de textos, principalmente en su ensayo “discurso del colonialismo”. En dicho texto, el escritor y poeta jamaiquino considera que el continente europeo es hipócrita e inmoral y que su proyecto colonialista ha sido indefendible desde el momento en que es incapaz de resolver la miseria y la alienación que él mismo construyó a través de las conquistas coloniales.
Para subrayar la mencionada hipocresía, el ensayo argumenta que la crítica unánime al nazismo y a Hitler estriba no en la violencia contra otros seres humanos sino en el uso de las mismas prácticas coloniales contra sociedades blancas europeas mostrando también cómo desde sus centros académicos y clase intelectual —incluida la izquierda— han difundido discursos racistas y esclavistas en el pasado.
En otras palabras, lo que “el muy humanista, muy cristiano burgués del siglo XX no le perdona a Hitler por la guerra y el genocidio” no es el crimen en sí, el crimen contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí, sino el crimen del hombre blanco y haber aplicado en Europa procedimientos de exterminio masivo que hasta ese momento solo concernían a los árabes, a los negros del África y a los indígenas de América”.
Con esto, Cesaire indica que el fascismo y el hitlerismo no se pueden desconectar del colonialismo, que el colonialismo tiene efectos que van más allá del sufrimiento de los colonizados porque “desciviliza” y embrutece al “civilizador” de tal forma que la violencia no se contiene en las colonias ni solo afectan a los colonizados.
Por eso, lo que Hitler produjo en Europa fue un efecto de lo que el colonialismo produjo en América, Asia y África y, por lo mismo, es tan curioso que el rechazo aparente del fascismo y del holocausto por parte del europeo tras la segunda guerra mundial no incluya el repudio al colonialismo causado por ellos mismos, que conllevó matanzas, torturas, encarcelamientos y estragos en lugares como Indochina, Madagascar, África o las Antillas.
Otro hecho indefendible que empalma con la historia anterior, es el caso del conflicto palestino-israelí, cuyo origen tiene su sede en suelo europeo: el antisemitismo europeo.
El antisemitismo europeo es de muy vieja data, tiene muchísimos siglos y de alguna manera ha combinado dos proyectos: la expulsión y el exterminio. El proyecto de exterminio lo aplicó con bastante éxito el nazismo entre 1931 y 1945 con los campos de concentración y las cámaras de gas, pero ya tenía sus antecedentes en la historia europea, en Inglaterra en el siglo XIII, en la España de 1492 con la expulsión de moros y judíos del sur de la península ibérica.
Con el paso de los siglos, a finales del XIX sucede un hecho paradójico: con la explosión de los sentimientos nacionalistas en todas partes del mundo, surge en las entrañas de Europa el movimiento judío llamado sionismo fundado por el periodista de origen judío y de nacionalidad austro-húngara Theodor Hertz que busca que los judíos sean tratados como europeos a condición de ser baluartes de la cultura europea en el medio oriente, entonces sucede un fenómeno lamentable: los sionistas del recién fundado Estado de Israel en 1948, comienzan a emplear los mismos métodos de exterminio y desalojo contra la población palestina en el medio oriente que los empleados por los nazis contra ellos en territorio europeo.
En este sentido, el sionismo es una extensión del nazismo en el medio oriente, ambos son productos del resentimiento, del odio y la venganza, ambos son poseedores del supremacismo, racial, étnico o nacional, que se traduce en la convicción de superioridad moral, de sentirse autorizados para emprender contra el otro —en aras de su autoafirmación existencial—, cualquier empresa por violenta que sea y, de otro lado, considerar la existencia del otro como enemigo portador de una esencia maligna en su ser más profundo.
Si se hace un paralelismo entre la propaganda nazi y la propaganda sionista es estremecedor constatar cómo las denominaciones contra el otro-enemigo como colectividad son las mismas; así como los nazis en la propaganda antisemita consideraban a los judíos como bacteria de la tuberculosis, o como piojos, así mismo, los sionistas denominan a los palestinos como perros sin derecho a beber en abrevaderos o como células cancerosas, como dijo Ariel Sharon alguna vez.
En resumen, el sionismo es cómplice de los proyectos de expulsión que caracterizan el antisemitismo europeo, porque ayudó a empujar a su propia población a ocupar en el medio oriente los territorios del pueblo palestino con la condición de ser tratados como europeos en esas tierras, es decir, como austriacos, alemanes o ingleses con patente de corso para hacer allí lo que hicieron con ellos: matanzas, desalojos, torturas, encarcelamientos…etc. Solo de esta manera y con esta condición, los judíos fueron reconocidos por primera vez como europeos, pero por fuera de Europa, ¡terrible historia!