Un Consejo de ministros convertido en ‘reality’ dejó al desnudo las fracturas del gobierno Petro: pugnas, improvisación y un liderazgo tambaleante. Espectáculo bochornoso —¡descache total!— que profundiza la incertidumbre nacional.
EN TARDE-NOCHE DE MARTES
Desnudo involuntario de poder

Por Evo Matrix
El martes 4 de febrero de 2025, Colombia presenció un inédito y bochornoso espectáculo proyectado en cadena nacional de televisión —¡largometraje en vivo!— desde el Salón del Bicentenario de la Casa de Nariño: un Consejo de ministros en directo.
Un ‘reality’ político que, lejos de fortalecer la imagen del gobierno, expuso con crudeza las fracturas internas, la falta de liderazgo del presidente Gustavo Petro y la preocupante desarticulación de su equipo de gobierno. Pero lo peor: perrateó el sentido de la privacidad-confidencialidad en asuntos de Estado, porque —como se dice popularmente— “la ropa sucia de lava en casa”.
La intención era mostrar logros, pero el resultado no fue otro sino dejar al descubierto la zozobra de una embarcación llamada ‘Colombia’ que, arrendada por cuatro años a la izquierda, está andando —al tercero de alquiler— sin gobierno, a merced de los egos y el incumplimiento y va, por el Río Grande de la Improvisación, sin buen viento y en contracorriente.

Inspirado en las prácticas comunicacionales de los regímenes venezolanos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, el evento ‘oficial’ de gobierno del martes 4, a modo de ‘alocución presidencial’ —un circo mediático, en errónea, pero expectante función de seis horas—, buscaba proyectar autosuficiencia y control. Sin embargo, ‘el tiro salió por la culata’, Petro jugó ‘el juego del bumerán’, lo lanzó y este fue y regresó para golpear con dureza al primer mandatario de la Nación. Él mismo se autoinfligió un contundente golpe a su imagen de gobernante, la cual ha venido, casi desde el comienzo del mandato, en ascendente desaprobación.
Lo que el martes 4 se transmitió a millones de colombianos fue un desfile de reproches, pugnas internas y un presidente que, en lugar de asumir responsabilidades, buscaba culpables para justificar el incumplimiento —dicho por él mismo, una y otra vez— de 146 de los 190 compromisos adquiridos por él en campaña y al inicio de su mandato. El es el jefe, él los nombró, es él quien tiene que exigirles desde el momento mismo de las posesiones.
El regaño público de Petro a sus ministros evidenció no solo la tensión latente en su gabinete, sino también su incapacidad para ejercer un liderazgo cohesivo. Las acusaciones de “doble agenda” en algunos ministerios, los señalamientos de corrupción y la desfachatez de ciertos funcionarios al minimizar su propia ineficiencia, dejaron en claro que el gobierno carece de una dirección firme y de un proyecto claro para el país.

a Benedetti en el equipo de gobierno de Petro.
Los dos momentos de impacto —en desarrollo del ‘reality’— fueron protagonizados por la vicepresidenta Francia Márquez y el director del Departamento de Prosperidad Social Gustavo Bolívar y, para el respetable, han de resultar para nunca olvidar. El desagrado de estos dos funcionarios de Petro por los nombramientos presidenciales de Laura Sarabia como canciller y de Armando Benedetti como jefe de gabinete, un desagrado hecho manifiesto abiertamente, se reflejaba incluso en los rostros de la vice y el libretista, que, lo deducimos, no aportó libreto para esta puesta en escena.
El respaldo de algunos de los participantes a los planteamientos de Márquez y Bolívar generó una declaración que refleja el apego al poder por encima del compromiso con la gestión pública por parte de la ministra de Ambiente María Susana Muhamad, cuando soltó la frase que puesde sintetizar la mediocridad del gabinete: “No me siento cómoda con él (Benedetti) en el gabinete, pero no renuncio”.

Pero Petro, contrariando a Gabriel García Márquez cuando al final de Cien años de soledad escribió que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”, defendió el nombramiento de Benedetti alegando lo de la concesión de segundas oportunidades, que para el caso de uno de los ‘floreros de Llorente’, lleva dos oportunidades anteriores a la del momento, con actuaciones de escándalos: Embajada en Venezuela y Embajada en la Fao y no ahondemos en los escabrosos detalles.
Uno de los momentos más deplorables del ‘reality’ de tarde-noche de martes fue la intervención del ministro de Educación José Daniel Rojas, cuya ausencia en eventos claves de gobierno —y su llegada a destiempo al certamen en comento— fue justificada con torpes excusas, acompañadas de una imagen que rozó el ridículo al mostrarse en actitudes poco profesionales: parecía que estuviera haciendo permanente aseo a sus dientes con la lengua, mientras mostraba un documento que, según él, es su agednda para la educación en Colombia, sobre la base de ‘la potencia mundial para la vida’.
No queda la más mínima duda de que la decisión ‘petreana’ de nombrar a Laura Sarabia como canciller y a Armando Benedetti como jefe de gabinete —este últimno “un abuso», según el presidente Petro— ha generado un malestar general al interior del gobierno, palpable entre los ministros y otros altos funcionarios, la cual se subrayó en indirectas y frases ambiguas como “estoy de acuerdo, pero tampoco en desacuerdo”, dejando en evidencia la falta de consenso interno y la fragilidad política del Ejecutivo.

Tras la reprimenda del presidente —que lo fue, es cierto: ‘del ahogado el sombrero’—, la crisis interna no tardó en escalar: al menos tres ministros y un par de altos funcionarios presentaron su renuncia, incapaces de sostener la tensión derivada de un liderazgo errático y de un ambiente laboral tóxico. Sin embargo, hasta el momento, el resto del gabinete parece aferrarse a sus cargos con un celo que refleja más el interés personal que el compromiso con el país. Sus actitudes exteriorizan su intención de arrequintar su ‘atornillamiento’ a sus sillones, a pesar de que el ministro del Interior Juan Fernando Cristo Bustos y el director de la UNGRD Carlos Carrillo —quien había de dimitir protocolariamente— pidieron a todos que presentaran sus cartas en masa de dejación de sus cargos a fin de que protocolicen un gesto de honor sobre la base de lo ético-moral. Que, lo hagan, sencillamente porque integran “un gabinete insostenible”, como dice Cristo Bustos.
La permanencia de estos ministros atornillados no es un signo de estabilidad, sino de una peligrosa inercia que impide posibilidades de un cambio necesario para enfrentar la crisis. El eslogan de gobierno —‘gobierno del cambio’— no puede estar más desdibujado.
Más allá del lamentable espectáculo —como una tragicomedia, que generó emociones encontradas en decenas de millones de espectadores—, lo que preocupa es la realidad del país. La crisis de seguridad se agrava sin estrategias claras, la salud se encuentra en un limbo, la justicia no deja de cojear con más protuberancia y los resultados sociales brillan por su ausencia. La educación está estancada —increíblemente en un gobierno de izquierda—, la paz se ha convertido en una quimera y la violencia se expande impunemente. En el Catatumbo, la situación es especialmente alarmante: más de 70 mil campesinos han sido desplazados por la cruenta guerra entre el ELN y las disidencias de las FARC. Y todo, por el control de rutas para el narcotráfico.

Esta región fronteriza con Venezuela, en el departamento de Norte de Santander, enfrenta una crisis humanitaria de proporciones devastadoras, con comunidades enteras sumidas en el abandono, la pobreza extrema y la violencia desbordada, mientras el gobierno apenas ha salido a hacer presencia física en el lugar, tras haber permanecido, durante largo tiempo, casi indiferente y sin una respuesta efectiva ante la gravísima situación. En cambio, el jefe de Estado, en otro descache, llegó a publicar, mediante un trino por X, el mapa de coordenadas del ELN en el Catatumbo. “Fue un error”, admitiría Petro en el show del martes, culparía a campesinos de haberle entregado esa información y sugeriría que el Ejército debería agradecerle por haberle indicado la posición de un campamento de la organización subversiva criminal.
Lo cierto es que la puesta en marcha del plan ‘paz total’ —una marcha como a palos de ciego— ha generado un total freno al accionar de las fuerzas armadas, mientras las bandas delincuenciales se han hecho dueñas de vastas regiones y el caso más doloroso es, precisamente, el del Catatumbo
La verdad: el Consejo de ministros de este 4 de febrero de 2025 no fue un acto de transparencia, sino un acto fallido de vanidad política que dejó al desnudo la falta de rumbo del gobierno Petro.
La pregunta que resuena en la mente de los colombianos es simple y devastadora: “¿Dónde está el jefe de Estado?”.
—Por ahí va, a lo mejor pensando en el momento en que volverá a obligar a la televisión colombiana en pleno a suspender su programación para que le transmita el ‘reality de la vencida’.
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