A vuelo de pájaro

A vuelo de pájaro

El licenciado en filología e idiomas Siervo Custodio Mora Monroy —de frecuente aparición en El Muelle Caribe y en MIBLOG— fue invitado especial de la publicación ‘Siete días-Boyacá’ y escribió este texto sobre su terruño.

Volver a Pachavita en alas de imaginación

Por Siervo Custodio Mora Monroy

Desde el Alto del Carvajal, un majestuoso mirador, todos los años, a comienzos de noviembre, este municipio nos invita a volar por Pachavita como mariposas multicolores que se las lleva el viento. Desde arriba uno ve un remanso de tranquilidad en medio del mar de olas esmeraldinas cobijadas por un manto de nubes blancas.

Parapentistas de todo el país comparten el cielo con el vuelo de candelos del color de la candela de largas colas ondeantes como las de las cometas, con las mirlas blancas que suspenden sus cantos mientras vuelan, con los toches luciendo sus ropajes entre amarillos y negros, con los azulejos color celeste plateado, cuyo canto semeja el rechinar de una sucesión de besos, con las águilas que gracias a la agudeza de sus miradas, vigilan la fertilidad y la hermosura de los paisajes y con los mismos chulos que pasean su luto en las alturas apenas extendiendo sus alas para que el viento los lleve a merced de sus caprichos.

El volador de parapente tiene a sus pies la infinita panorámica de pintorescas poblaciones como Chinavita, Garagoa y Pachavita, el serpenteo del río Garagoa al bajar presuroso hacia la represa de Chivor y el mítico embrujo que encierra el remanso de la Laguna Negra en sus leyendas.

Sobrevolando se ve la torre de la iglesia que anuncia a lo lejos la presencia de Pachavita en el Valle de Tenza. Se escuchan las campanas cuando rompen el silencio de los campos a fin de congregar la devoción de los feligreses para suplicarle al Dios de los ancestros, que les permita atravesar a salvo lo que desde tiempos inmemoriales les han predicado que es un “valle de lágrimas”.

Desde lo alto se ve cómo de la entraña de la tierra brotan silvestres los chisos, las chambas, las cibaromas y las maravillas. Y también cómo los paisajes agrestes se engalanan con el rojo encendido de los guaneyes, el rosáceo nevado de los ocobos y la combinación de lilas pálidos con el rojo intenso de los sietecueros.

Se alcanza a ver salir del horno de leña la crujiente gallina de campo acompañada con garullas, almojábanas y pan de maíz. Del trapiche salen los plátanos pasos envueltos en aromas de miel fresca y el queso fundido convertido en chicharrones de cuajada. Con la miel el campesino bate su guarapo, bebida fermentada por la energía de los cunchos en el fondo del barril, con la que manifiesta su generosidad al forastero que lo visita por primera vez.

Por entre las nubes se observa cómo del Colegio de Pachavita se siguen desgranando esperanzadoras promociones de bachilleres como si fueran semillas que se esparcen por el campo, y se alcanza a vislumbrar que no tardará el día en que de allí surja un labrador de la palabra y nos entregue una obra maestra de la literatura colombiana.

A Pachavita se vuelve en alas de la imaginación como en una cometa de vivos colores, con la esperanza de nunca despertar del sueño de amar con gratitud la hermosa tierra que nos vio nacer.


Siervo Custodio Mora Monroy. Nacido en Pachavita, Boyacá. Licenciado en Filología e Idiomas, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, 1972. Profesor de Lengua y Literatura Española, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Madrid, España, 1984. Profesor de literatura oral a nivel de postgrado en la Universidad Santo Tomás. Investigador del Instituto Caro y Cuervo durante 25 años, participó como encuestador y corredactor de Atlas Linüístico-etnográfico de Colombia, Jefe del Departamento de Dialectología y autor de varios libros. Ha comunicado cortos escritos literarios en Unimagdalena Radio, Santa Marta y en El Muelle Caribe, Barranquilla.

Nota de la dirección de MIBLOG-El Muelle Caribe: Original de https://boyaca7dias.com.co/ – sección Domingos de cuento y poesía, al cual Mora Monroy ha sido invitado especial.