La Casa-Museo…

La Casa-Museo…

Collage de imágenes en la Casa Museo del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez en Aracataca, facilitadas por el matrimonio Gloria Clara Solano-Víctor Hugo Silva. Ilustra una breve nota. ¡Léela!

Imagen de portada: cuadro del rostro de Gabriel García Márquez y el entorno representativo de su Macondo, de su realismo mágico, el tren, las begonias, el amarillo de su entorno, el gallo de pelea y en fin…

En contacto con García Márquez

Por José Orellano

Ir de paseo por tierra, pasar por Aracataca y no entrar a este pintoresco pueblo para visitar la Casa Museo del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, pudiera considerarse algo así como que un sacrilegio, una grave falta de respeto hacia la memoria de un símbolo que rebosa de orgullo a los colombianos.

El matrimonio Gloria Clara Solano-Víctor Hugo Silva —santandereanos– se ha sustraído a tal posibilidad y en su viaje de vacaciones a Santa Marta pernoctó un día en la cuna del autor de ‘Cien años de soledad’, se hizo parte del alto flujo de visitantes de ese sitio durante esta época y disfrutó de todo cuanto, con sello GGM, se conserva y exhibe en ese inmueble de concepción arquitectónica Caribe-mediados del siglo XX.

Como es de suponer, tomaron fotografías de todo aquello que impactaba sus emociones —en especial su sensibilidad—, seleccionaron 8 y, amablemente, nos las hicieron llegar dentro de ese espíritu contemporáneo de compartir, con familiares y amigos y allegados, las cosas buenas que se viven, concretamente, durante eventos especiales. Que la visita a la Casa Museo Gabriel García Márquez constituye, ni más faltaba, uno de esos eventos.

Collage con seis de las ocho fotografías enviadas por Gloria Clara Solano y Víctor Hugo Silva en un compartir de emociones con el director de El Muelle Caribe. Muestran la casa y algunos de los 102 objetos evocadores del pasado, en una exposición permanente en Aracataca-Magdalena.

Gloria Clara y Víctor Hugo entran a hacer parte de ese listado de centenares de miles de turistas que, de acuerdo con los registros, han llegado —desde 2010, cuando fue abierto— hasta este sitio de la subregión Norte del departamento del Magdalena, ávidos de conocer detalles sobre la vida, los usos y las costumbres de Gabriel José de la Concordia García Márquez antes de su fama advenida entre millones de letras y que, a nivel mundial, lo consagraron como ‘Gabo’, aunque para sus amigos íntimos y muchos de sus familiares siga siendo, aun en su tumba, ‘Gabito’, tal cual era llamado desde cuando era niño y, embelesado, escuchaba las historias que le contaba su abuelo Nicolás. Mismas que, después, recrearía en su amplísima y laureada producción literaria.

Hasta este punto, ‘Cataca’, situado entre la Ciénaga Grande del Magdalena y la Sierra Nevada de Santa Marta, han llegado, llegan y han de seguir llegando viajeros procedentes del Atlántico, La Guajira, Antioquia, Bolívar, Tolima, Caquetá, Valle del Cauca, Cauca, Quindío, Huila, Meta, Córdoba, Sucre, Santander, Norte de Santander, Nariño, Caldas, el Magdalena mismo, Casanare y Vichada, desde Colombia, que de seguro muchos también son los que han venido provenientes de otro puñado de lugares nacionales no mencionados aquí.

Gloria Clara Solano-Víctor Hugo Silva, en disfrute de sus vacaciones.

A este pueblo de los palos de almendro —de menos de 40 mil habitantes y un clima tórrido que, sin embargo, es refrescado nochemente por las brisas que bajan desde los desgastados glaciares de la Sierra—, también arriban viajeros desde Argentina, Perú, Italia, México, Chile, Estados Unidos, Panamá, Canadá, Francia, Rusia, Costa Rica, Suiza, Uruguay, España, Venezuela, Holanda, Australia, Alemania y Reino Unido, entre otros.

Y entre ese inmenso puñado de visitantes colombianos y extranjeros, Gloria Clara y Víctor Hugo, quienes, vía WhatsApp, nos han escrito diciendo que… “Yendo para Santa Marta pernoctamos un día en Aracataca y fuimos a la Casa del abuelo de Gabo… El guía nos instruyó muy bien sobre lo acontecido con Gabo, su abuelo, la familia de su abuelo y sus hermanas y hermanos y sus primos”.

Todos —tanto colombianos como extranjeros— llegan para recrear imaginación en torno a los 14 espacios, los 102 objetos, las numerosas fotografías y los muchos otros detalles que mantienen ‘vivos’ momentos de la infancia y la adolescencia de quien había de llegar a ser Nobel de Literatura/1982. ‘Vivos’ también otros instantes ‘gabitianos’ posteriores al de su arribo a la gloria.

Penetrar tal estancia, recorrerla, emocionarse ante lo que ven unos ojos que no se cansan de mirar es, sencillamente, hacer contacto con Gabriel García Márquez. Así él habite hoy en el más allá.

Uno de los espacios en el interior de la Casa Museo: el comedor y sobre la vieja mesa, loza de la época de crecimiento de Gabriel García Márquez.

Vivimos —en estos momentos— temporada de vacaciones y la Casa Museo de Aracataca, adscrita a la Universidad del Magdalena, abre de martes a domingo, pero también lo ha hecho los lunes festivos, aunque normalmente este día está dedicado al mantenimiento del recinto, indiscutido atractivo y destino turístico que ya es rotulado por algunos como un sitio de peregrinación o como un santuario, pero desde la concepción de un sentido particular del realismo mágico, más allá de connotaciones religiosas.

La Casa Museo está situada, exactamente, en la carrera 5 No. 6-35 de una localidad que, en sus albores, se llamó ‘La Santísima Trinidad de Aracataca’ y, normalmente, abre al público de martes a sábado, entre las 9:00 am a 12:00 m y entre 2:00 pm y 5:00 pm., y los domingos y lunes festivos de 8:00 am a 12:00 m y de 1:00 pm a 3:00 pm. La entrada y la observación son gratuitas, pero se aceptan donaciones espontáneas.

Aracataca, histórico lugar al cual también llaman ‘Cataca’, en una especie de metaplasmo —o apócope— que le da uso a las tres últimas sílabas y que hacen el gentilicio de los nacidos en la tierra que vio nacer a Gabriel García Márquez: cataquero…

En la Ciénaga Grande del Magdalena existe un palafito que lleva por nombre ‘Trojas de Cataca’, ¿por las catacúas? ¿por la cata? ¿cata de qué? ¡Sabrá Dios!