La historia política de Valledupar y el Cesar está, según Miguel Maldonado Martínez, plagada de mentiras, maniqueísmo y “verdades” a medias. El columnista vallenato cree que, pa’ya, debe escribir un libro sobre tan espinoso tema.
En qué momento se jodió el Cesar
Por Miguel Maldonado Martínez
No vamos a descubrir que el agua moja. Hemos leído libros sobre cómo se jodió este o aquel territorio. Y el caso es que se ha escrito profusamente en torno a la temática en qué momento se jodieron algunos países o ciudades como Chile, Claudio Fuentes; Venezuela, Raúl Gallegos; México, Colombia, Plinio Apuleyo Mendoza, y Medellín, Juan Gómez Martínez. Ya varios autores se han preguntado, referenciando diferentes marcos geográficos, “¿En qué momento se jodió Colombia?”.
Este cuestionamiento escrito por el periodista colombiano Plinio Apuleyo Mendoza es un texto de carácter histórico que toca el tema de la violencia en Colombia no sólo desde una perspectiva actual, basada en el presente, sino también desde una perspectiva antigua, que se basa principalmente en el origen de este fenómeno que tantos misterios tiene ocultos.
Apuleyo nació en el año 1932 en territorio colombiano y es un prestigioso escritor, abogado y periodista, tiene un gran recorrido en la historia literaria del país, pues ha trabajado de la mano de escritores como Gabriel García Márquez. Él ha estado en la historia de Colombia y la ha vivido en carne propia, lo que le da un elemento adicional para su descripción de la violencia. Plinio ha tenido la oportunidad de vivir el proceso de ‘El bogotazo’ en sus etapas del antes, el durante y el después, y él describe todo este proceso de una manera muy intelectual y entendible y defiende el punto de vista de que antes de la muerte de Gaitán y de todo el fenómeno que esta desató, Colombia era un país con diferencias de pensamiento, obviamente, pero con una profunda cantidad de valores morales que hacían del país un lugar pacifico donde podían convivir dos partidos políticos que pensaran diferente.
Colombia es una república demócrata que, a nivel mundial, es afortunada por sus características geográficas y geológicas. Gracias a su clima y otras tantas características tiene una grande ventaja ante otros países del mundo; su ubicación, sus pisos térmicos, su riqueza fluvial, su riqueza mineral… hacen de Colombia el territorio perfecto. Sin embargo, en este mismo país hay un fenómeno que parece ser inexplicable. Colombia es uno de los países más violentos del continente latinoamericano e incluso del mundo entero; tiene grandes problemas sociales y todos son generados por distintos factores, aunque tienen la misma raíz: la violencia. Según el autor del texto —Plinio Apuleyo Mendoza—, este fenómeno de la violencia desmesurada se debe a toda una suma de factores que se desataron exactamente el 9 de abril de 1948 con el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán. Apuleyo Mendoza se fundamenta en esta tesis no sólo por su amplio conocimiento político sino también por su experiencia vivencial de los hechos, pues cuando esto ocurrió, él tenía la edad de 15 años lo que le daba un tiempo suficiente para haber conocido el pasado de esta historia.
Hace pocos días leí el libro de Juan Gómez Martínez, ‘En qué momento se jodió Medellín”, ciudad en la cual he vivido por más de 15 años y, por lo tanto, conozco bien. En esta investigación, a mi modo de ver: sesgada, el autor desarrolla temas como ‘Primera causa: el éxodo’; ‘La pérdida de valores’; ‘Decadencia industrial’; ‘Estudio socio-cultural’; ‘Medellín, sus tradiciones y atractivos’; ‘El Medellín actual, sus contrastes y problemas’; ‘El narcotráfico y sus secuelas’; ‘El cultivo de la coca y el tráfico de la droga’; ‘Influencia del narcotráfico en la vida ciudadana’; ‘Incursión en la vida política’; ‘Los negocios y las inversiones de los testaferros del narcotráfico’; ‘Influencia de los medios de comunicación’; ‘Incursión a las zonas rurales y urbanas’; ‘La guerra entre los carteles y sus magnicidios’; ‘La comuna nororiental’; ‘El sicariato’; ‘Desarrollo de una estrategia de seguridad’; ‘El plan génesis y la desarticulación del sicariato’; ‘Los paisas, fuerza emprendedora’; ‘Los muchachos desechables’; ‘Punk, pop, rock y ¡pum!’; ‘El traqueteo’; ‘Los universicarios’; ‘Hacia una aventura antropológica de la violencia en Medellín’; ‘La violencia ¿un camino para ser persona?’; ‘La violencia y su problema ético’; ‘Las bandas juveniles en el Valle del Aburrá’. Este tema me motivó a emprender este camino que acá iniciamos, buscando material y analizando los pocos refrentes existentes, porque si algo está claro es que en mi región a todos les ha dado “culillo”, se han “cagado” a la hora de decir las cosas tal y cual como fueron.
La historia política de Valledupar y el Cesar está plagada de mentiras, maniqueísmo y “verdades” a medias. Llegó la hora de desenmascarar la “recua” de mafiosos disfrazados de dirigentes que nos ha y nos sigue gobernando. No nos echemos mentiras: acá todos saben qué paso, pero somos especialistas en “doble moral”: todos saben de dónde vienen sus verdugos, pero nadie dice la verdad.
En el caso mío, Miguel Antonio Maldonado Martínez, estoy ad portas a cumplir 60 años. Desde mi posición de consultor y asesor en marketing y comunicación política, he asesorado durante 30 años campañas electorales y gobiernos, he trabajado en mi tierra natal Valledupar y en mi departamento, que tiene, más o menos, la edad mía. Eso me permite actuar como testigo de los acontecimientos de la historia política reciente del departamento del Cesar. Muchos de esos eventos los vi y conocí de primera mano, no todos. Para los que no he visto con mis propios, ojos me valgo de la experiencia de mi padre el profesor Miguel Ángel Maldonado Manjarrez, quien llegó a lo que hoy en día es el departamento del Cesar en los años 50 y conoció mucho como protagonista, en su condición de profesor de las principales instituciones educativas que existían en ese entonces en Valledupar. Fue uno de los tantos actores que la historia escrita por los mismos de siempre no registra, pero que aportaron su grano de arena a la conformación de este departamento. La visión que yo tengo es que, a diferencia de la posición de Apuleyo Mendoza, de por qué se jodió Colombia, es que nuestro departamento se jodió a raíz de la aparición, participación y capacidad para apropiarse de personas “paracaidistas” que usaron y usan la política como un medio para “limpiar o “blanquear” actividades ilícitas. Apoyados en un poderío económico, lograron, y hoy en día logran, someter una región que otrora se ufanaba de su pujanza y empuje. Hoy en día están a merced de una maquinaria mafiosa al mejor estilo de las mafias calabresas y del sur de Italia. Esa máquina aceitada por dineros públicos provenientes de regalías pagadas por la riqueza de nuestros combustibles fósiles, cada día se vuelve más ambiciosa, al punto de ostentar de manera ininterrumpida todas las esferas del poder local: departamental y municipal. Acapara como trofeos la representación local a nivel nacional por intermedio de sus congresistas de bolsillo y somete a las autoridades judiciales y entes de control a punta de la jugosa chequera que manejan productos de los incontables recursos públicos de que se han apropiado y han dilapidado con obras que son una caricatura de las maquetas en renders que presentan a la comunidad.
Mi propósito es hacer una investigación sobre la historia real de lo que ha acontecido en el departamento del Cesar, al mejor estilo de novela histórica, en la cual el protagonista es mi papá, el profesor Miguel Maldonado Manjarrez, quien vivió todo el tiempo en que transcurre la novela, desde su llegada a la población llamada “Los venados”, corregimiento de Valledupar que en ese momento era municipio del departamento del Magdalena, hasta la posterior creación del Cesar en el año 1968.
El Profesor Maldonado es el pretexto del autor, Miguel Maldonado Martínez, para adentrarse en una narrativa angustiosa y adornada, dentro de un entorno absolutamente costeño. Los personajes de esta historia son toda la clase política del recientemente creado departamento del Cesar. El profesor Maldonado no es el único personaje que testimonia la historia, son muchas las voces, por lo cual la novela se convierte en un coro sinfónico. Algo así, como música de acordeón aderezada, sin instrumentos musicales, con palabras escogidas con precisión, desasosiego y finura, erigiéndose un nuevo proyecto estético caribeño, no muy cerca de la narrativa mágica de García Márquez, pero tampoco muy lejos, con aditamentos salpicados de precisiones históricas; relatos más cercanos al cine que a las construcciones literarias.
Desde mi perspectiva de larga duración —Maldonado padre y Maldonado hijo—, el autor narra la historia política de Valledupar y del Cesar, la historia del auge y la emoción por la creación de un nuevo departamento pujante y la gran quiebra del algodón; describe cómo los vallenatos se inventaron el departamento del Cesar con su primer gobernador Alfonso López Michelsen. También en el texto se apostilla cómo Consuelo Araújo propuso un festival anual en torno a la música de acordeón. Se hace una cronología que migra de una clase dirigente inquieta y propositiva que aportó mucho al nuevo departamento, gente que realmente trabajó y le sirvió al Cesar, no servirse del Cesar como ocurre con los protagonistas de hoy. Narraremos el respiro que significaba la explotación del carbón para las arcas alicaídas del Cesar, pero que se convirtió en una pesadilla al ser manejadas por delincuentes disfrazados de políticos; analizaremos en qué momento ingresan a la política personajes funestos de nuestra corta historia, quienes fueron y quienes son, por qué el Cesar terminó secuestrado por una clase o un clan foráneo que trajo consigo no solamente sus malas costumbres y sus maletas vacías. Llegaron al Cesar con una mano adelante y otra detrás, para sembrar sus prácticas delincuenciales que van desde el contrabando, el robo de vehículos y de combustible, conformación de grupos paramilitares, saqueo de las arcas públicas, sobornos y toda una vademécum sobre cómo robarse un departamento, cómo postrarlo y cómo someterlo. Llamemos las cosas por su nombre, nadie se enriquece de la noche a la mañana vendiendo gasolina legal en una estación de servicio. No seamos pendejos, a otro bobo con ese cuento. Una cosa es la llegada de gente trabajadora o intelectual, otra cosa diferente fue la horda de traquetos, mafiosos, marimberos, narcos que primero atesoraron un capital. Luego, con ese mismo capital, nos trajeron las malas prácticas de la politiquería, la compra de lideres de conciencias y compraventa de votos, zumbaron las cuatro puertas y cambiaron el mapa político. Todo eso en pocos años, el inicio de los ochenta; allí se aposentó la corrupción; se sembraron en los barrios pobres y de ricos unos valores diferentes a los inculcados en mi casa y colegio; facilismo; dinero mal habido; enriquecimiento ilícito; personas trabajando duro y viviendo mal; desplazados; mendigos; ladrones; pobreza; violencia. Sí, claro, también vi a unos crecer a ritmo geométrico y a otros empobrecerse a nivel aritmético, .la brecha se hizo cada vez más grande, por eso quedamos en manos de los cabezas de la mafia, quedamos en manos de una generación, hijos de los delincuentes migrantes. Estos, ya con un poco de estudio y como afilados “empresarios”, llevaron la corrupción al máximo nivel, son los hijos del poder mal habido.
El departamento del Cesar se ha convertido en el líder de la corrupción en Colombia. Unas pocas familias han desarrollado una metodología siniestra que alcanza las más altas esferas del poder público y judicial de Colombia. Los presidentes son los primeros en mirar para otro lado. Les conviene hacerse los locos, porque de esas familias con los que pactan el aporte en votos cuando de elecciones presidenciales se trata —de esos mismos bolsillos rebosantes de dineros públicos— sale la compra de votos descarada para que ellos sean elegidos en las regiones, especialmente en el Caribe colombiano.
Hoy podemos decir que el en el Cesar tenemos los especialistas, los magister en cómo desangrar un presupuesto. Podemos exportar delincuentes de cuello blanco que le enseñarían a los más avezados cómo robarse los dineros de los ciudadanos. Tenemos corruptos tipo exportación, que le garanticen robar y salir inmunes en el ejercicio.
Decía en su libro el escritor Plinio Apuleyo Mendoza, que Colombia se jodió desde el 9 de abril de 1948; esto puede ser cierto en alguna medida, pero no podemos olvidar que este país sin historia, pero poseedor de una historieta, ha sido siempre la cuna de muchas cosas negativas. Si vamos adelante en el tiempo, cada momento histórico que hemos vivido, ha sido un paso más en esa larga senda de corrupción y muerte.
Tras treinta y ocho años de una guerra contra las Farc, un porcentaje de la ciudadanía decidió que era el momento de una mano fuerte, olvidando, no conociendo o quizá no recordando lo que fue el gobierno de Turbay Ayala. Ese porcentaje votó después por una propuesta que bien se sabía venía de la mano del paramilitarismo. Y es que tras muchos años de arduas investigaciones se ha venido reconociendo la relación de quienes fueron los artífices de esta candidatura, fueron los aliados de las autodenominadas Autodefensas.
Con promesas de acabar con la guerrilla y la guerra, llegó a lo que se conoció en el argot delincuencial, que ingresaba por los sótanos, a la Casa de Nari. Un lugar que se convirtió en la guarida de abogánsters, parapolíticos que llegaron al Congreso con el apoyo de los paramilitares y, claro, de los funcionarios que pusieron los grupos de los Castaño en el Gobierno nacional y en muchos regionales.
Con la llegada de Santos todo siguió igual, nada más que de forma ágil y tras perder el respaldo de Uribe, para su reelección le propuso al país nacional la paz, propuso un acuerdo con las Farc, lo que le permitió quedarse en la presidencia cuatro años más y ganarse un Nobel.
Dieciséis años transcurrieron y muchas pensamos que todo debía cambiar, pero se inventaron a un bobolón que jugaba a la pelota, raspaba guitarra, bailaba y hacía trucos con cartas. Contaron con el apoyo del “centro bienpensate” que no es más que una derecha con jeans y lo pusieron para que le hiciera caso al capataz Uribe y su recua de fanáticos goebbelianos, que van sin vergüenza alguna adoctrinando a cuánto débil mental encuentran para sumarlo a sus filas, sin importar su procedencia, ya sean negros, judíos o gays.
No podemos pasar por alto que en este momento se está jodiendo más Colombia, pues el señor Alexander Vega, el funcionario que con artimañas llegó a dirigir la Registraduría Nacional del Estado Civil, permitió, al estilo de los grupos delincuenciales, que dos personas participaran con sus alias en unas elecciones que deben ser transparentes, con principios éticos y honestos. Nada más alejado de la honestidad y la pulcritud moral que usar el alias para confundir a la ciudadanía y así lograr captar votos.
He revisado varios documentos y en todos aparece que para ser candidato a cualquier cargo, el/la ciudadano/a debe presentarse con el documento de identificación para hacer su inscripción y es claro que con el nombre con el que aparece en su cédula de ciudadanía y en los archivos de la registraduría aparecerá en el tarjetón, cosa que no pasó y en la Consulta de Equipo por Colombia, donde se presentaron dos candidaturas con alias, uno alias “Alex” Char y el otro alias “Fico” Gutiérrez.
Si en un país que ha sido víctima de la violencia, que fue testigo de cómo asesinaron a 6402 jóvenes y los hicieron pasar por guerrilleros con alias, un país que fue testigo de falsas desmovilizaciones de guerrilleros con alias y paramilitares con alias, un país que fue testigo de cómo ingresaban por el sótano a la casa donde reside el presidente, paramilitares con alias, hoy permite y guarda silencio ante este hecho que trasciende el mal chiste y el mal gusto, está condenado al fracaso.
Entonces podremos ser testigo del momento histórico en que se acabó de joder el Cesar. Es fácil asumir que la situación que hoy padecemos no es más una consecuencia de los que los que manejan el Cesar, son los aliados de turno y patrocinadores de los que jodieron a Colombia. Desde hace más de 16 años quienes rodearon las campañas presidenciales nefastas de Uribe, Santos, Duque y ahora de Fico, son los mismos depredadores de las “TXL Blancas”—camionetas de alta gama que circulan por las deterioradas calles de nuestros pueblos— que pululan en las calles de Valledupar. Es impresionante el número de estos vehículos en manos de los contratistas y funcionarios de turno, solo falta verlos para saber usted a dónde han ido a parar los dineros del presupuesto, apenas un tanto en obras inoficiosas que han proyectado y que ninguna sirve para mejorar la calidad de vida de los que hemos vivido en este departamento.
El panorama no podría tomar un tinte más pesimista. Estamos en un limbo político, en un túnel sin fin, creado por el cartel de los bandidos que nos gobiernan. Llegó el momento de que cada quién cuestione, cada quién se pregunte: ¿EN QUE MOMENTO, SE JODIÓ EL CESAR?
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