Crónica de detalles

Crónica de detalles

El director José Orellano reúne algunos detalles de las seis visitas que hizo a la trigésima quinta edición de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, FilBo/2023, en especial la del viernes 28 de abril, con encuentro de amigos en el estand de SantaBárbara Editores, y recrea una crónica mediante la cual termina admitiendo su sometimiento, obligatorio, al influjo de ‘El abrazo de FilBo’… Las visitas programadas eran 9, pero…

Padecer el tórrido ‘abrazo FilBo/2023’

Por José Orellano

José Orellano con Jaime De la Hoz Simanca y con Carlos Alberto Ramos, quien al obsequiarle a Orellano un ejemplar de
‘Cantadores del Río-Crónicas de una resistencia cultural’ se lo dedicó escribiendo: «…para mi nuevo mejor amigo».

No hubo de otra sino padecer el tórrido abrazo que había de ponerle fin a mi participación en FilBo/2023.

Era noche de viernes —viernes 28 de abril— y salía de Corferias, donde acababa de despedirme de los colegas y amigos Jaime De la Hoz Simanca y Fausto Pérez Villarreal, Alfonso Ávila y el ‘nuevo mejor’ Carlos Alberto Ramos, cuando sobrevino el asunto.

La noche rodaba por sus 9:45 y yo caminaba las inmediaciones del recinto ferial –carrera 37—, en compañía de las sicólogas UNAL Laura Herrera y Claudia Marcela Orellano Silva al momento en que mi cuerpo comenzó a sentir efectos negativos de un abrasador ‘achuchamiento’.

Lo primero: perdí, en un dos por tres, las ganas de comer algo que saciara fatiga tras una tarde de cháchara corrida entre amigos y libros, más una hora de emocionante diálogo con el economista y periodista profesional, especialista en comunicación para el desarrollo regional y magister en educación Jaime De la Hoz Simanca, decano de la facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Autónoma del Caribe. Pero en especial, amigo.

Lo segundo, vi truncada mi posibilidad de volver a la feria para cumplir la promesa de coincidir con un par de amistades no solo ese domingo en que moría abril, sino también el lunes festivo y el miércoles 3, a la aurora de mayo, cuando lo que restaba de feriantes tenía que partir…

Jaime había venido a la trigésima quinta edición de la Feria Inernacional del Libro de Bogotá para presentar su obra ‘García Márquez y Vargas Vila, un camino dos historias’, y Claudia Marcela y Laura —quien se inclina por la neurosicología: atención a quienes navegamos por la tercera edad—, se cuentan entre los asistentes al encuentro cultural. Recorríamos el nocturnal capitalino, deseosos de capturar, prontamente, el Uber que, a esa hora, nos regresara seguros a casa.

Pluma Caribe en una danza de libros para FilBo/35/2023.

Fausto había venido a lo mismo que Jaime —el libro de Fausto se llama ‘Richie & Bobby en el corazón de Barranquilla’— y Carlos Alberto lo hizo desde Chinú, Bolívar, con el propósito de dinamizar distribución del suyo, titulado ‘Cantadores del Río-Crónicas de una resistencia cultural’… En su dedicatoria, Carlos Alberto se me declaró «mi nuevo mejor amigo», tras precisar que me conocía de magnificas referencias gracias al amigo común samario Edgar Pacheco Munive.

Durante más de una semana me había movido activo en FilBo/2023 —un sentir orgulloso de piel, corazón y forma de pensar caribes— acompañando a cinco amigos oriundos de mi región, y de mi ciudad Distrito Especial, Industrial y Portuario, en los correspondientes actos de presentación de sendos libros, a tres de los cuales, los primeros, fui como observador y, a los dos últimos como moderador-entrevistador. Me sentí a gusto, como, digamos —lugar común desgastado—, “pez en el agua”.

Fueron seis visitas al magno evento colombiano de las letras y la palabra, gracias a la compra, en 2 ocasiones —hubieran sido 3—, del multi-bono personal e intransferible para ingresar a la feria, a 26 mil pesos cada uno, cobertura de tres accesos por tarjeta, debido a que, después de cuatro o cinco años, FilBo me negó credencial de periodista en la edición pasada y, muy digno yo, no volví a diligenciarla.

Sabía que tenía que invertir —como lo hice la vez anterior— para el disfrute de esta nueva edición de la anual exposición editorial desde mis propios intereses periodísticos y para paladear las vivencias de un derroche de entrega y recepción de afecto sincero, “una fiesta de las letras y la amistad”, como denominó Jaime el desarrollo, durante más de 5 horas, del encuentro en el stand 130 del pabellón 3, templo de SantaBárbara Editores durante la feria.

Éramos quien narra, Jaime, Fausto, Alfonso, Laura, Claudia Marcela, Carlos Alberto, Nidio Quiroz, Antonio Suárez Gerdts, Edén Vizcaíno Escobar, Eider Peñalver, Angie Gómez, Rosa Herrera, Laura Ballestas, Cindy Montoya, José Antonio Escorcia Barros y Damaris Castro Ospino, natural ella del pueblo más chiquito de la región con el nombre más largo entre todos los pueblos colombianos, que se sepa: Santa Catalina de Alejandría, frontera Bolívar-Atlántico.

En dicho estand había de cumplirse un animado previo a la presentación de la obra, un antes que incluyó relato de mil y una anécdotas, escarbado mental y exposición de sucesos entre recuerdos, declamación de canción inédita y versos perpetrados, ‘infidencias faustianas’ —«si Pelé hizo mil goles, el maestro José degustó mil conchas»“No fueron mil, solo fueron 999”, aclaró el aludido—, partida de dominó entre quien cuenta, Jaime y Fausto, con Jaime como ganador absoluto: ¡seis!, a cero y cero; y transmisión por la web de un ‘en vivo’ sin censuras para el desabrochado ‘hablao’ Caribe, exento de calumnias en torno a una mesa de juego. Mientras se hablaba, yo masticaba la frase que García Márquez estampó una página antes de iniciar su relato en ‘Vivir para contarla’: «La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla».

A las 8 P.M. en punto de ese viernes 28 de abril, en la sala María Mercedes Carranza de Corferias, había de cumplirse la presentación del libro de Jaime mediante el desarrollo de un robusto conversatorio, un diálogo periodístico en torno a temas variopintos de una misma obra —una que otra pincelada literaria—, sobre la base de un ágil y animado guion, escritura, lectura y espontaneidad Caribes para el moderador, que Jaime y quien narra sacaron adelante durante una hora, con animosidad, con la inequívoca sapiencia de Jaime ante lo que se le preguntaba y con el soporte cuestionador del moderador, sobre guion que contenía solo la participación del moderador.

Con expresiones como «extraordinaria, impecable, formidable, espontánea, natural, Caribe», calificaría Jaime, 120 horas después, la exposición de su obra ante concurrida asistencia en FilBo/2023.

Veintisiete horas antes —jueves 27, 5:00 de la tarde—, en el Gran Salón B, quien escribe había participado en la presentación, por parte de Fausto, de su libro ‘Richie & Bobby Cruz en el corazón de Barranquilla’, también con guion-cuestionario para uso del moderador-entrevistador, es decir: por mí y para mí. Este había de resultar un escenario propicio para la impactante interpretación a capella, ‘llena tiempo’ la verdad, de la canción inédita ‘Presencia sentimental’ como cierre del acto.

Volantes promocionales de las presentaciones y que, una vez
cumplido el acto, han de quedar para el recuerdo, para mostrárselos
tiempo después a hijos y nietos y evocar.

Siete días más atrás, el 20, tercera jornada de feria, había concurrido, en el auditorio María Mercedes Carranza, a la presentación de ‘Cienaguas-El verdadero Macondo’ del odontólogo esteticista, escritor, poeta y pintor cienaguero Víctor Hugo Vidal Barrios… En la jornada 7 de FilBo/2023 —el 22—, después del mediodía, el compromiso cumplido fue con el profesional en Salud Ocupacional samario Jorge Agudelo Moreno y su estudio ‘Sugerencias para una vida saludable’ expuesto en PowerPoint, que cuatro horas más tarde había de acompañar a la periodista vallenata Yanitza Fontalvo Díaz con su libro ‘En la mira del conflicto’… El domingo 23 y el martes 25, mi presencia en FilBo había de cumplirse en modo tour familiar, con el ineludible paso por el comedero mexicano, que México fue el país invitado especial.

Pero… tras haberle cumplido a Jaime y con planes trazados para los días finales, ya no podría retornar a la feria… Aquella noche de viernes 28 —“cuerpo descompuesto”, como se dice— no fui capaz de cenar en casa y el sábado 29, tras despertar hacia casi el meridiano, con el avance del día y en medio de un ambiente gélido bogotano, solo en casa, comencé a padecer dolores agudos, desde el cabello hasta los dedos meñique de los pies, punzadas casi ‘guillotinantes’ en la cabeza —para poner a berrear al macho más remacho y desear que alguien la arranque de un tajo—, diarrea, escalofrío y sueñera para larguísimas horas, en medio de una vívida sensación de estado mortal…

Mi mujer, doña Luz, trabaja y la tarde de ese sábado 29 tenía un compromiso social con una amiga, al cual había de sumarse mi hija Claudia Marcela, quien había pernoctado en casa de Laura… En solitariedad casera, no me atrevía a llamar a alguien, pero en cambio decidí —autorrecetándome— tomarme un Naproxeno y dos Dolex y me arrié a dormir mis males a pierna suelta, que mucho era el sueño que me acosaba, a pesar de los lacerantes dolores… Así estuve hasta las 7:30 de la noche, cuando ellas volvieron a casa y doña Luz descubrió que tenía ¡38 grados de temperatura!…

Fórmula médica efectiva contra ‘El abrazo de FilBo’.

Había de comenzar entonces la atención doméstica que recomiendan: Dolex, pañitos de agua fría en la cabeza para tratar de bajar la fiebre y el dolor, suero oral para evitar deshidratación como consecuencia de la diarrea, caldito de pollo, colada de Maizena como ‘platos fuertes’ para la alimentación; seguir en cama descansando y en fin…

La calentura bajaría a 37, luego a 36,4, tocaría los 36 grados, aunque después, a la madrugada dominical, volvería a 37, se elevaría a 37,5, y a la media mañana ya estaba nuevamente en 38, mientras los dolores me paralizaban por completo… Ahora sí se activaron por completo las alarmas…

Afortunadamente en domingo, el servicio de medicina familiar, EMI, acudió de urgencias a casa y me devolvería paulatinamente a la vida gracias a los efectos curativos de la medicación correcta formulada por el joven galeno monteriano Luis Manuel Cabarcas G: Smecta, 9 dosis, una cada 8 horas; Apronax 550 mg, 10 dosis, una cada 12 horas, y Enterogermina, 6 dosis, una solución cada 8 horas, y agua, «toda el agua que beber se pueda, nada de bebidas negras»… ¡Ay!, mis pociones de tinto.

«Los síntomas de esta virosis duran entre 3 y 5 días», había precisado el galeno. «En algunos casos son gripales, en otros, gastrointestinales, diarreicos». Yo había caído redondito en la segunda opción, capturada, sin duda alguna, en FilBo, allí en Corferias.

Pues bien: tras haberse cumplido casi 5 días sintiéndome prolongación de la cama, al mediodía del miércoles 3 de mayo —cuando imaginaba que los stands de FilBo/2023 comenzaban a levantarse para volver el año próximo— empezaba a sentirme recuperado, pero no con fuerzas suficientes para desplazarme hasta el recinto ferial a despedirme de Alfonso, como se lo había prometido.

De tal forma, pues, de sábado 29 de abril a miércoles 3 de mayo, tuve que estar sometido, obligatoriamente, al influjo de ‘El abrazo de FilBo’, aunque ya no podía volver a penetrarla…

Estaba sometido a su abrazo, ‘El abrazo de FilBo’, un abrazo literalmente ¡muy tórrido!