Soledad —a diferencia de Aracataca—, parió dos Gabriel: El primero, Escorcia Gravini y, el segundo, Segura Miranda… Primera-entrega de la crónica ‘De Gabriel a Gabriel’ por Fernando Castañeda García.

De Gabriel a Gabriel
Por Fernando Castañeda García

El mes de marzo es de relevancia histórica y cultural para el municipio de Soledad: el día 8 de marzo de 1814, el gobernador de la Provincia de Cartagena de Indias, Manuel Rodríguez Torices, firmó el Decreto mediante el cual se le concedió la categoría de Villa. Un 19 de marzo, el de 1891, nació el vate Gabriel Antonio Escorcia Gravini, considerado por la crítica como uno de los grandes poetas cantores de la muerte y quien, a nivel de la lírica, es el principal referente en Soledad… Bueno, de él hablaremos mañana. Hoy, 18 de marzo, celebramos el nacimiento de otro Gabriel, a quien dedicamos la primera parte de esta crónica titulada ‘De Gabriel a Gabriel’.
Más allá de la décima y el repentismo
“Para qué sirve esa mierda de homenaje póstumo, si lo que quiero en vida es tener mí propia casa”… Esa frase, manifestada por Gabriel Segura Miranda en el recinto del Concejo de Soledad, su tierra natal, la rescaté de entre los cachivaches de mí memoria poblada de recuerdos, para rendirle tributo de amistad y celebrar su cumpleaños número 87, en un encuentro, con él, desde la distancia del pasado, pensando en la genialidad, el repentismo y la calidad para componer versos octosílabos, a los que imprimía su melodiosa manera de cantarlos para transmitir emociones que iban más allá de la metáfora.

Porque para hablar de Gabriel, si de recopilar momentos de su vida se trata, dos o tres cuartillas no son suficientes. Y me decido por escribir una crónica, no muy ligera, espontánea, eso sí, tratando de escribirla, posiblemente, con la misma rapidez mental de la que hizo gala y convirtió en una leyenda al maestro Segura, y me permita hablar del amigo de luchas culturales y de tragos en parrandas que él convertía en décimas con olor y sabor a ron blanco. Sí, la idea es recordar que Gabriel Segura Miranda nació el 18 de marzo de 1937 y falleció en Soledad, su tierra natal, el 8 de octubre de 2011.
“Gabriel me decía: yo sé que ese loco (yo) no sabe que estoy jodido y enfermo, porque hubiese armado un mierdero por la radio, reclamando por mí”, me comentó el día del sepelio Lidia Montero, su mujer, también fallecida. Siempre lamentaré haber postergado esa visita a su casa y de enterarme de su delicado estado de salud demasiado tarde, pero ese mismo día escribí una nota en Contrastes.co exhortando al alcalde del pueblo, en ese entonces José Zapata Guerrero, para que el municipio se apersonara de garantizar la atención médica al maestro Segura. Uno o dos días después de publicado ese artículo, Gabriel falleció.
Gabriel era descendiente de familia campesina y cursó hasta segundo año elemental —segundo grado de primaria, actualmente— porque, desde temprana edad, le tocó trabajar en las labores propias del campo, pero nunca se alejó de la lectura, esa que le sirvió para enriquecerse culturalmente y ampliar su visión de la vida, el trabajo, el hombre, la sociedad, siendo la palabra su principal herramienta. Desde muy niño mostró su talento para la décima, a los 14 años escribió su primer cuarteto y a los dieciséis comenzó a participar en el programa radial ‘Punto criollo’ que dirigía el locutor Gustavo Castillo García, en Emisoras Unidas, a mediados de la década de los cincuenta; programa que después fue dirigido por Boris Vergara De la Rosa. En ese programa se enfrentó a los veteranos decimeros de la región, entre ellos Víctor Manuel Rodríguez-‘Rodriguito’, Serapio Lechuga, Facundo Arzuza y Joselito Torregrosa, a quienes les ganó en diferentes oportunidades.
40 años con ‘La Cumbia soledeña–La vieja’
La vida artística de Gabriel señala su vocación innata y su grandioso talento en el campo de la música vernácula y la décima que puso al servicio y enriquecimiento del folclor de su tierra natal, del Caribe colombiano y el país. Integró ‘La Cumbia soledeña–La vieja’, en calidad de intérprete y ejecutó el tambor mayor durante cuarenta años, recorriendo Colombia, Estados Unidos, República Dominicana, Guatemala, Perú y Panamá, entre otros países, en los que no solamente cantó, sino que también mostró su capacidad y calidad de repentismo para improvisar versos.

Si de algo estoy seguro es de haber sido premiado por la vida, porque me permitió ser amigo del Gabo —el soledeño—, sí, del Gabo, como le llamábamos sus amigos y porque Soledad —a diferencia de Aracataca—, parió dos Gabriel. El primero de apellidos Escorcia Gravini y el segundo Segura Miranda, signados por la palabra. Sin embargo, cuando me refiero a la palabra, oral o escrita, asociándola con el nombre Gabriel, no puedo dejar de pensar en su relación —coincidencial o no— con la acción de comunicar y recuerdo al Arcángel Gabriel, encomendado para anunciarle a María que sería una madre virgen y el fruto de su vientre el Mesías.
El maestro Gabriel Segura Miranda fue dotado de ese don para manejar la palabra y construir, en segundos, una décima condimentada con la sazón de su velocidad y facultad repentista. El nombre del maestro Gabriel Segura, es un referente a nivel nacional e internacional, en cuanto a la décima y la música vernácula se refieren. Representó a Soledad y Colombia con altura. Fueron su rapidez mental y su calidad interpretativa en el campo de la décima, factor determinante para ganarse el respeto y admiración de su tierra natal, de los decimeros de la región y el país. Ganó muchos festivales y concursos de decimeros a nivel nacional. En 1988 participó en el Festival de la Trova del Caribe, en Puerto Rico, y obtuvo un honroso lugar entre los tres primeros.
Gabriel dejó un importante acervo y aporte cultural para el fortalecimiento y enriquecimiento del Patrimonio Cultural de su municipio natal y del país, especialmente en la décima y la música folclórica. De su producción en los últimos años, encontramos en ritmos de cumbia, merengue y paseo, letras inéditas que describen situaciones, lugares y personajes de su entorno y cotidianidad, con los arreglos del maestro César Pompeyo, que están registrada en la Notaría Primera de Soledad y fechadas en junio 27 de 2005, entre las que citamos las siguientes: ‘Huracán de la montaña’, ‘Celosa y guapa’, ‘Triste y solitario’, ‘Los Celos de Ramona’, ‘El dilema’, Virgen del Monte Carmelo’, ‘La muerte de un cumbiambero’, ‘Negra zaramulla’, ‘Baila mi cumbia’, ‘Viva la bulla’, ‘El hombre de malas’, ‘Canto a mi dama’ y ‘Fernando, el entrometido’. De esta producción solo grabó a dúo con ‘Totó la momposina’, el disco ‘Mamá cumbé’, en el año 2011, dos o tres meses antes de su fallecimiento.

Gabriel, no sólo fue la persona a quien le profesé mi respeto , sino el amigo que siempre hacía agradable los momentos compartidos y acompañados, algunas veces, por un alimento espiritual llamado Ron Blanco, o cuando nos encontrábamos en cualquier lugar de Soledad para compartir nuestras inquietudes y preocupación por la manera tan burda como la dirigencia política de ese municipio —olvidado por la felicidad y saqueado por la corrupción—, se apropia de los recursos destinados para fortalecer y enriquecer nuestra identidad cultural. Ahora, cuando cierro esta crónica dedicada al amigo para celebrar su cumpleaños, recuerdo que Gabriel, cuando regresaba de cada gira artística, ensillaba el burro y lo volvía a montar para continuar con su trabajo de vendedor de vísceras, sacándole ritmo a las cajas de madera donde llevaba su preciado producto, con el garabato para azuzar el burro que le servía de baqueta para alegrar la soledad de las calles y anunciar su producto no con palabras, sino a golpes de percusión.