Poético —no versos ni rima— e idealista, con orgullo y cierto disgusto, pero al mismo tiempo exhortativo, Eduardo García Martínez pinta, desde lo alto, un óleo de palabras inspirado en la Cartagena que debe ser.
Cartagena desde lo alto
Por Eduardo García Martínez
Estoy mirando a Cartagena desde las lomas de Turbaco. Es media tarde y una neblina densa cubre buena parte de la ciudad que se expande desde el mar azuloso (adornado por altas torres de concreto) hasta territorios impensables donde la pobreza hace estragos y la vida es un trajín lleno de incertidumbres y congojas juntas. Desde estos frescos altos la ciudad se advierte más hermosa en su caprichosa topografía, y como no es posible padecerla en sus trancones, calles en mal estado, ruidos, inseguridades y violencias, hasta podría idealizarse.
Acaba de cumplir 489 años de fundada y pronto llegará a sus cinco siglos de historia. Fue la más importante de todas las ciudades levantadas en el gran Caribe, cuando a su puerto abrigado y seguro llegaban los galeones cargados de mercaderías y viajeros del Viejo Mundo, para luego llevarse todas las riquezas de las tierras nuevas que en ella se acumulaban para permitir que el reino de España fuera el más poderoso de todos cuantos había más allá del inmenso océano.
Todos decimos quererla, mimarla y desearle lo mejor, pero ese afecto no se advierte más allá del entusiasmo de las palabras. No hay un propósito cierto, amoroso y decidido para brindarle lo que necesita esta bella y sufrida ciudad para recuperar su grandeza y enrutarla por senderos mejores, menos azarosos, más comprometidos con su vida presente y su futuro. ¿Qué debemos hacer para lograrlo? Antes que nada, idear un propósito común y trabajar sin descanso hasta lograr materializarlo.
Debe ser una cruzada firme, vigorosa, que permita no solo soñar sino convertir a los soñadores en protagonistas de un cambio verdadero, capaz de eliminar la inequidad social y alcanzar un auténtico desarrollo sostenible. Ese ideario debe ser construido entre todos para que sea posible avanzar en el deseo colectivo de tener una mejor ciudad. Hay insumos investigativos, académicos, históricos, cifras, proyectos que pueden ser consultados de nuevo y puestos al servicio del propósito común, que debe consultar otros puntos de vista, vincular a expertos, pensadores, inversores nacionales y extranjeros.
Cartagena necesita un nuevo aliento y son sus hijos naturales y por adopción quienes tienen el deber de dárselo. ¿Cómo hacerlo? Es fundamental una metodología para ser exitosos. Academia, empresarios, líderes comunales, gobiernos distrital y nacional, cooperación internacional, políticos de nuevo pensamiento, la sociedad en su conjunto debe hacer parte de este reto. Entre todos, sin mesianismos, con visión y acción, podemos construir una nueva historia. Sigo mirando a Cartagena desde lo alto y suspiro. Cuánta belleza, cuánta pujanza, cuánto dolor, cuánta esperanza.
Imagen destacada https://www.eluniversal.com.co/