El erizo pelucón 

El erizo pelucón 

Cuento de la autoría de Sandra Esther Mathiu Bovea, enviado, diligentemente, por el sicólogo y poeta Antonio Quintero Palmera y que MIBLOG El Muelle Caribe despliega en su sección literaria. Cuento infantil para grandes también.

CUENTO PARA TODOS

El erizo pelucón 

Por Sandra Esther Mathiu Bovea

Cierto erizo vivía muy contento con sus padres en su linda madriguera, hasta que llegó el momento de ir a la escuela… Allí encontró muchos amigos que le hicieron sentir bien, eran muy divertidos y tenían su propio estilo: lucían diferentes melenas que lo hacían atractivos… Llegó a su casa contando todo lo que había observado y diciendo a sus padres: «¡Tengo el cocote pelado!».

Esa tarde no salió a jugar, frente a un enorme espejo, observaba y observaba su realidad, hasta que, con un enorme grito, les dijo a sus papás: «Quiero tener una melena como los demás».

En contados segundos la abuela entró a la habitación y les dijo a todos: «Tengo la solución, hay una receta familiar que prepararé de manera especial».

Sentándose en su cama, la abuela empezó a untar en toda la cabeza de su nieto el tónico especial diciéndole: «Es cuestión de paciencia, tendremos que esperar a que pasen los días para los resultados observar».

Todas las mañanas el erizo se levantaba y revisaba cuidadosamente si algún pelo se asomaba, pero su cabecita limpiecita estaba, pasaron los días y un grito ensordecedor salió de la habitación.

—Un pelo, dos pelos, ya no sé ni cuántos son.

Al cabo de un año su cabello creció y creció, el erizo se sentía orgulloso y a todos mostró. Ahora era famoso, con todos se fotografió.

Sus padres se sentían alegres al ver su hijo feliz, luciendo su nueva cabellera y no dejaba de sonreír. Hasta el otro lado del mundo su fama se difundió, vinieron a conocerlo con gran admiración, dándoles muchos regalos y el título de ‘erizo pelucón’.

Su cabello creció y creció tanto que no le permitía ver lo que había a su paso, en eso expresó su abuela: «Un corte te debes hacer».

Al escuchar esto el erizo comenzó a temblar, evocando el doloroso día que salió a jugar, lesionando su patica con un corte singular.

—No quiero que me corten el cabello, porque me quieren lastimar.

Acariciándole su cabeza, la abuela le contestó: «No te va a doler, te lo puedo asegurar, cuando cortes tu cabello mejor te sentirás».

Tomando a sus padres de la mano en la silla se sentó, esperando el corte con mucho temor.

—Hemos finalizado —la abuelita expresó—. El erizo abrió sus ojos y dijo: «¡No me dolió, no me dolió!», y salió saltando y gritando de la emoción, dando gracias a su abuela por darle valor.

Todos estaban contentos, en espacial el erizo pelucón, quien había aprendido a no ser vanidoso en obsesión y a que confiar en su familia es lo mejor.

Sandra Esther Mathiu Bovea