Alonso Ramírez Campo figura una competencia ciclística para la carrera presidencial y recrea un magistral texto que bien vale la pena leer y releer, en medio de tanta diatriba en torno a los dos candidatos.
La carrera presidencial
Por Alonso Ramírez Campo
Hagamos de cuenta que estas elecciones son una carrera ciclística en la cual parten muchos corredores y llegan pocos.
La primera etapa es un mostrario de ciclistas de equipos que saben que deben quedar en la foto —ganando las primeras metas volantes y los premios de montaña de baja categoría—, en un comienzo hay muchos escapados por carreteras llanas que bordean costas en un clima tropical, lo del lote principal no les para bolas y pedalean tranquilo, dialogan, hacen bromas y se ríen entre ellos.
Transcurridas unas etapas, la carrera cambia, ahora se hace empinada la carretera y se va estrechando, de pronto aparece la bruma, el tiempo se vuelve nublado y los corredores saben que ha llegado el momento de tomar posiciones de acuerdo con la estrategia dada en sus equipos.
De los fugados en las primeras etapas no se supo más nada, al parecer quedaron en el olvido de la bruma del tiempo, ahora, no es tiempo de bromas y risas, los equipos más fuertes cierran filas y rodean a sus capos de ataques adversarios. La carrera se vuelve tosca, aparecen los improperios, el entrampamiento de unos equipos a otros a la hora de coronar premios en metas volantes o de montaña y fin de meta. Las emociones crispan el ambiente, al punto que los patrocinadores de los equipos se insultan mutuamente frente a las reglas acordadas.
Como en todo juego de competencia existe el tramposo que simula respetar las reglas para no dejarse pillar o el aguafiestas que pretende tirarse el desarrollo de la carrera. Frente a esta situación, los espectadores que se han volcado a lado y lado de la carretera para presenciar el espectáculo opinan que los primeros se pueden perdonar siempre y cuando no se dejen coger, pero ¡ni por el carajo! a los segundos, porque no tienen derecho a tirarse la fiesta a nombre de todos.
Pasado un tiempo, a mitad de carrera, en una de esas etapas decisorias con final de montaña, el líder de la carrera, se consolida como favorito dejando atrás al equipo que prometía “hacer la remontada” y se descolgó a mitad de cuesta y le saca amplia ventaja al capo del equipo que lo secundaba. Todo indicaba que no habría más sobresaltos, pero de pronto en el pelotón intermedio, en un repecho de la cima, en medio de la bruma, saltó la liebre y se vino un contrincante del líder arribando segundo en esa etapa decisiva.
Ahora la carrera es otra, y faltando pocas etapas, aparecen dos candidatos favoritos, ambos recurren a tácticas y estrategias de última hora, aunque uno de ellos dice mantenerse firme en una táctica simple pero exitosa, su equipo patrocinador dice no necesitar teorías que estorben el desarrollo de la misma, mientras que el otro candidato apela a su equipo como colectivo, sumando ideas que le permitan mantenerse en punta o por lo menos no alejarse de ella.
Ahora se acercan los tramos finales y los dos contendores van a pedalear mirándose de reojo para ver dónde está el otro, tratarán de aventajarse en los últimos repechos de una cuesta, le pedirán a Dios no quedarse sin piernas en la misma curva en otra curva, en el mismo asfalto de otro asfalto y en la misma lluvia de otra lluvia.
De aquel mostrario de equipos en los inicios de la vuelta por la presidencia, quedan algunos tratando de sumar para algún lado de los dos favoritos, y todo parece anunciar un final cerrado al mejor estilo de foto finish en la última prueba a cronometro por los campos de la patria.