En la calle hay infinidad de historias… Una, la personifica Gloria, 66 años, 1,40 metros de estatura, cuidadora de carros en la iglesia Santa Amelia: ¡Gloria de Dios! Escribe Evo-Matrix.
Gloria Rodríguez, la guardiana
de los carros de Santa Amelia
27 años —¡Gloria a Dios!— en un trabajo que ella ha dignificado, poniendo en su sitio a quienes la subestiman.
Por Evo Matrix
En una de las zonas de cierto rango social de Bogotá —calle 185 con carrera 51—, entre el bullicio de autos y el rumor de rezos de la iglesia de Santa Amelia, una mujer de semblante firme y manos curtidas se ha ganado el respeto de quienes transitan a diario por allí.
Gloria Rodríguez, con 66 años a cuestas —y una estatura que no va más allá de 1,40 metros, ¡no más!—, es una especie de alma de la plazoleta, donde ha cumplido 27 años cuidando carros, de lunes a lunes, haga frío, calor o lluvia.
Es viuda desde hace doce años, madre de tres hijos ya adultos: Sonia Milena, de 42 años; Diego Alexander, de 40, y Leidi Daniela, de 26.
Pero, más allá de su hogar en el barrio Guaiquiní, un barrio estrato 3, su vida transcurre en la calle. Cada mañana, Gloria camina desde su casa hasta la plazoleta, cargando consigo su silla, un termo de café —ella también vende tinto—, bocadillos y algo de alimento para resistir la larga jornada que se extiende desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche. Uno que otro día descansa. O comparte turno con un joven.
Es una jornada dura, pero Gloria no se queja. Al contrario, siempre se ha mantenido firme ante las miradas despectivas de algunos pocos. A muchos, los ha puesto en su sitio. “Este es mi trabajo, yo le cuido el carro… Valore lo que hago por su vehículo”, responde con la cabeza en alto a quienes la subestiman. A veces, le toca aguantarse a los infractores de normas como invadir la zonas peatonales. No es autoridd y tiene que soportarlo en medio del obvio disgusto.
En una ocasión, los ladrones le arrebataron un carro bajo su vigilancia, pero no fue una falla suya; aquellos maleantes llevaban días tras el vehículo, esperando el momento oportuno. Ese día lo seguían y al poco rato de haber sido estacionado, se lo birlaron en un santiamén, ese tiempo que se gasta el “in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti, amen”, parte de la oración cristiana que se repite, una y otra vez, en el templo cercano.
A pesar de esa amarga experiencia, Gloria no ha dejado que el miedo la paralice. La dueña del auto —“blindado”, recuerda Gloria—, nada le reclamó a la cuidadora, pero la Policía le advirtió que tuviera más cuidado, que de registrarse otro hecho similar, la retirarían del lugar.
En días buenos, Gloria puede ganar hasta 80 mil pesos, una cantidad que le permite sobrellevar el día a día. La época de Navidad —“¡Gloria a Dios!”, dice ella— es especialmente generosa para esta dinámica mujer. Los regalos y detalles de aquellos a quienes ha cuidado el carro todo el año se convierten en su ‘prima’ navideña, una recompensa —de la gente buena que parquea su auto allí— por la constancia y el servicio brindado. Son estos gestos los que llenan su corazón de gratitud y le recuerdan el valor de su labor.
Gloria no es una mendiga, como algunos podrían pensar. Es una mujer que ha encontrado en su oficio una forma digna de vivir, y su fe en Dios la sostiene en cada paso. Católica ferviente, cree ciegamente en el poder divino que la acompaña en cada jornada, dándole la fuerza para continuar, aunque el cansancio se asome.
“Dios es nuestro Padre, el Padre de todo el mundo, Él es el que nos mueve, el motor de nosotros”, dice Gloria.
Y así transcurre la vida de esta mujer que, con su silla, su tinto y su coraje, ha sabido ganarse el respeto y el cariño de quienes se cruzan en su camino.
Gloria Rodríguez es más que una cuidadora de carros: es un testimonio de lucha y de supervivencia con dignidad, una feliz guardiana de la plazoleta de Santa Amelia.
Con revisión y aportes IA.