Un envío web sui generis, muy peculiar al director… Un chateo–diálogo para interesante conversación… El asunto lo asume Inocencio De la Cruz: introducción a la publicación de un texto de la amiga Storyteller Carolina Ackerman…
«SI QUIERES PUBLICA»
¿A punta de golpes de la vida?
Por Inocencio De la Cruz
—Si quieres, publica esto —le escribe Carolina Ackerman al director. Y ella suelta su texto…
El director lo lee y, entonces, los dos entablan el siguiente diálogo-chateo por WhatsApp:
Jose Orellano: Hace rato espero un libro tuyo de muchos capítulos. Has contado vivencias propias y tienes peculiar y llamativo estilo de escritora. Y creo que tienes disciplina, esa que le faltó a ‘El cabellón’ Cepeda para haber llegado a ser Nobel de literatura.
Carolina Ackerman: Gracias José. Ya está listo el ochenta por ciento de dos libros. Los tendrás de primera mano.
Jose Orellano: Bueno, me alegro. No he estado, ante tu prosa, MFT.
Carolina Ackerman: Gracias por tu opinión sobre mí. Es muy valiosa, porque habla un experto maestro.
Jose Orellano: 😊rubor del bueno.
Carolina Ackerman: Creo que a quien le robaron un Nobel fue a Fernando Soto Aparicio. Para mí, mejor que nuestro Nobel.
Jose Orellano: Y Cepeda, mejor que los dos… La antología que le hizo Samper Pizano pudiera corroborarlo.
Carolina Ackerman: ¿Dónde la leíste? ¿Me la regalas?
Jose Orellano: Conmigo desde 1977… Es mi libro de cabecera, lo he referido una centena de veces… Nunca dejo de consultarlo…. Voy a caminar un ejemplar… Si lo encuentro, te lo regalo….
Carolina Ackerman: 😍😍😍😍 ¿Y qué opinas de Soto Aparicio?
Jose Orellano: La rebelión de las ratas… uf…
Carolina Ackerman: Uno mejor, aunque subvalorado: ‘Después empezará la madrugada’.
Jose Orellano: Lo tuve entre mis libros, pero (de pronto imperdonable) no lo leí… Trataré de hacerlo.
Carolina Ackerman: 👏👏👏👏…
Días después…
Jose Orellano: Voy a publicarlo. Gracias. Buena tarde-noche. Abrazo.
Carolina Ackerman: 💋💋💋❤️
EL RELATO
¿A punta de golpes de la vida?
Por Carolina Ackerman
Suelo pensar mucho, y analizar demasiado. A veces no sé si fue que alcancé la madurez y la sabiduría (a punta de golpes de la vida), o sencillamente me ganó el cansancio. No lo sé.
Pero sea cual fuere la razón por la que ahora pienso más, es porque veo o vislumbro la vida desde la muerte.
Por primera vez he pensado en la muerte de mi esposo a sus 27 años, en la muerte de una de mis hijas gemelas al nacer… Y en la muerte de mi perro amado, Bashir.
Había borrado esos acontecimientos de mi mente.
Pero la muerte de mi hija Eyleen me acercó con un choque violento a la realidad de la vida: colgar de la muerte permanentemente. Entonces los espíritus de los ausentes volvieron, y recorrí de nuevo sus vidas largas, cortas o muy breves, para replantearme el futuro.
Sí. Hay cosas que no he cambiado: la rebeldía ante las injusticias, la rabia ante quienes hacen la guerra cuando no generas motivos, el desagrado por la pedantería, y unas cuantas cosas más.
Aún así, obviando esto que permanece en mí, hoy contemplo la vida y sus aconteceres como un viejo perro jubilado ya de ladrar, echado frente a la casa, contemplando muchas cosas con pereza.
Pienso que me he liberado de amarres innecesarios. Procuro dedicarme la mayor parte del tiempo a hacer lo que me gusta o me produce entusiasmo. Por ejemplo, manejar una fundación, o sacar adelante una empresa de productos para la salud. Estas cosas las hago por vocación. Por verdadera vocación. Otras las hago por disciplina, pero no me producen el mismo placer, y es la decoración de eventos. Sin embargo, por esa misma razón me esfuerzo el doble, y soy más responsable.
Amo escribir. Desde mi niñez. Y lo haré hasta que pueda.
Hoy puedo decir que vivo como el jubilado: haciendo lo que de verdad me gusta. Porque he adquirido libertad. Libertad de mí misma.
La muerte de mi hija me enseñó a valorar los quince minutos que tenemos de existencia. La misma que es tan fortuita, como la misma muerte.
La vida y la muerte son iguales a una lotería. No lo dudaré jamás.
No importa si te rodean cien personas, si has de morir solo… morirás solo. No importa si has estado solo toda la vida. Si en tu destino está morir acompañado y lleno de amor, así será.
Así que hay que relajarse, y procurar vivir bien, darte gusto, amar bien, ayudar cada vez que puedas, darle gusto a tu estómago, a tus ojos… y al corazón.
El secreto está en alejarse de la esclavitud. Esa es la muerte en vida.
No sé si moriré sola y abandonada… o si moriré muy bien. No lo sé. Es una lotería.
Pero sé cómo quiero vivir, y lo estoy haciendo.
A mí manera, a mi ritmo, a mi modo.
Quiero irme satisfecha de mis actos, y no lamentándome de lo que hice o dejé de hacer.
A veces las cadenas no son las que ves en las imágenes de la esclavitud.
A veces la esclavitud y las cadenas te las pones tú.
Hoy es un buen día para empezar a ser feliz.
Carolina Ackerman, Storyteller – Carolina Ackerman, Negocios y cultura.