Vuelve El Impertinente con sus dardos contra el defectuoso accionar futbolístico de Junior… Picaresca nota, pinceladas carnavaléricas y letanías por el partido perdido el sábado de Carnaval ante Pasto. «¿Que hagamos goles? ¡Ni de vainas!»
SAINETE TIBURÓN
‘¿Que hagamos goles? ¡Ni de vainas!’
Y con versos de letanías, un homenaje a la larga sequía
Por El Impertinente
En noche post batalla de flores, Junior estuvo 2527 metros más cerca del cielo, pero no para darse la pela por la gloria sino para reavivar su infierno en medio de entumecimientos a 13ºC.
En la cola de la Patria, en el estadio La libertad de Pasto, Nariño, a 9 kilómetros del volcán Galeras, a más de 1500 kilómetros de distancia de este sábado de Carnaval en Barranquilla, ‘La querida’ repitió su sainete. El cual —con debut en primera categoría de Jhon Vélez— se titula ‘¿Que hagamos goles? ¡Ni de vainas!
Y es que, en ambientes de Joselito, en la tierra del Carnaval de negros y blancos, Junior tenía que entrar en escena y, por muy lejos que estuviera, no podía sustraerse al jolgorio barranquillero . Y allá, en las estribaciones del Galeras, hasta entonó letanía:
Gol no sabemos hacé,
así estén Bacca y Quintero…
el arco ajeno no se ve,
lo mantenemos en cero…
CORO
Es Junior, tu papá
equipo que juega a ná.
Once fechas pasan ya
y goles no anotamos…
Junior camina pa’trá,
pa’l descenso es que nos vamos…
CORO
Es Junior, tu papá
equipo que juega a ná.
Y es que, de muy vergonzosa manera, la denominada ‘oncena tiburona’ ya suma once fechas sin saborear victoria —que para su técnico Arturo Reyes son diez—, desde el 30 de octubre de 2022: cinco empates, seis derrotas.
Ante Pasto, inclusive con doce minutos a su favor jugando con un hombre de más —seis restantes para el tiempo reglamentario, más seis de adición—, ni Juanfer Quinterito ni Carlos Bacca, ni Leider Berrio ni Vélez, tampoco ÓmarAlbornoz ni Brayan León atinaron a la puerta contraria. ‘La querida de Barranquilla’ solo exhibía en sostenido su teatrero sainete: ‘¿Que hagamos goles? ¡Ni de vainas!’. Y debió jugar con un hombre demás durante ese lapso, 12 minutos, porque a los 84 el extremo local Billy Arce vio tarjeta roja tras agresión al jugador Leider Berdugo, quien había entrado un minuto antes por León.
Que no se me olvide: jugaba ‘Junior Carnaval’ —como colectivo, menos que Pasto de principio a fin—, que con habilitación de jugadores cerca al área chica contraria, tanto en tiempo como en espacio para embocarla bien en la portería enemiga, mandaban el balón al espacio, pero al sideral.
Pasto, más persistente y directo ante la portería juniorista, hizo figurón a Mario Sebastián Viera, quien evitó goles —especialmente frente a Juan Camilo Ríos— a los 26, a los 28, a los 41, a los 68 y a los 80. Pero nada podía hacer el portero uruguayo a los 90:43 ante el certero cobro de tiro penal, con pie derecho, de Edward López. Tiro al ángulo de la mano izquierda de Viera para el logro del gol que hundió a Junior en el Galeras, un infierno volcánico. López cobraba una falta en el área chica juniorista cometida por Andrey Estupiñán contra Johan Campaña.
Juan Fernando Quintero ha llegado a Junior, pero hasta el momento solo intermitentes destellos, sin solidez de conjunto, porque no tiene una compañía. Cumple poniendo pases, cobrando tiros de esquina y tiros libres y hasta pateando desviado a la portería, pero aun no da lo que se espera de él.
De pronto se hubiera podido creer que tras la derrota de Junior Carnaval ante el Pasto de Flavio Torres, las campanas doblarían ipso facto por el técnico de Junior Arturo Reyes —Arthur II—, pero tal parece que se le extiende la oportunidad hasta el próximo en el Metropolitano, ante Equidad, el viernes 24, a las 4:00 de la tarde.
Se desespera la afición juniorista, la cual sigue asistiendo a la tenencia de un club que la está representando muy mal, como si no sintiera las ganas de salir del marasmo en que se encuentra —grave carencia de enjundia, de pundonor, de mística— y al que se le ha olvidado ganar tanto de local como de visitante, hacer goles. Bueno, aunque ante Pasto, a los 48, anotó uno, pero se lo anularon por un error mental de Leíder Berrío, quien en vez de disparar al arco que lo tenía expedito prefirió pasarla a Brayan León quien anoto en fuera de lugar.
La nómina usada por Reyes para la última función del sainete juniorista en Pasto fue la siguiente:
Sebastián Viera; Nilson Castrillón (Homer Martínez 65’), Dany Rosero, Federico Andueza (Iván Scarpeta 25’), Amaury Torralvo; Carlos Sierra, Jhon Vélez (Carlos Bacca 79’); Juan Quintero, Leider Berrio (Andrey Estupiñán 79’), Omar Albornoz y Brayan León (Leider Berdugo 79’).
La vida en un penalti
Por Esteban Jaramillo Osorio
No puede ser un penalti la antesala de la muerte, como ocurrió con Andrés Escobar.
Es un momento de tensión, nervioso para todos por igual, que desborda en celebraciones, es motivo de disparates, provocaciones, desahogos y revanchas, pero no puede, por sus efectos, llevarse a los extremos.
Un penalti es una jugada más que representa cobros exquisitos o errores penosos, en partidos trascendentales o en juegos de potrero.
Frente al arco, a pesar de la ensayada sensibilidad en el golpeo, muchos famosos han fallado.
Para ellos, cuando erraron, la vida siguió igual, porque en el fútbol sin sospechas, con juego limpio, no es perverso quién se equivoca, ni siempre es héroe quien tapa.
Ni pena de muerte ni cadena perpetua, para quien lo comete, lo falla o no lo evita.
Lo de Andrés Escobar, el gran Andrés, con la Selección en el mundial tiene cola todavía, por el dolor que produjo a los suyos su trágica muerte, el descrédito para el fútbol colombiano y el impacto anímico para sus seguidores, compañeros y entrenadores.
Algo debió enseñar, por sus consecuencias.
Dos episodios parecidos, con sus ecos destructivos, llevaron de nuevo al fútbol colombiano al escándalo. La agresión al futbolista Daniel Cataño, en Tolima-Millonarios, por parte de un aficionado y la respuesta física, imperdonable, del jugador.
Y el de Aldair Quintana, sospechoso o no, quien elevó la temperatura pasional con su penalti premeditado ante su antiguo club, Nacional, en momento crítico del partido ante Pereira y su escaso compromiso al intentar detenerlo, que levantó las iras de la afición.
Es simple: no se juegan ni el futbolista, ni el árbitro, la vida en un penalti…Es una jugada más.
PD: A Cataño, tan acostumbrado a lanzarse al piso con trampa, ante el menor contacto, le faltó poder actoral. En vez de su reacción, una caída, un revolcón, una camilla, un médico, una víctima y el clamor general a su favor. No es hipocresía. Así es el fútbol, tú lo ves.