De su libro ‘Crónicas y ensayos’, el médico samario Alfonso Noguera Aarón arranca esta página —‘Enero es el lunes del año’— y la comparte con seguidores en El Muelle Caribe.
¡CRÓNICAS DE ENERO…!
“Enero es el lunes del año…”
(Del libro ‘Crónicas y ensayos’)
Autor: Alfonso Noguera Aarón
Para llegar a esta agria conclusión hay que considerar unas vivencias que aquí me dispongo a bosquejar, sin antes decir que si bien enero es la extrapolación existencial de diciembre, también es el lento carreteo del despegue hacia un nuevo año que no sabemos por dónde ni cómo comenzar, pero pegado por la espalda como por chicles psíquicos a ese diciembre que se niega quedar atrás.
Veamos, pues, algunas cosas que pasan en nuestro desfile espiral del tiempo.
Después de todo un año de prisas, logros, bregas y pesares, tal como los aviones llegan mansos a su destino final luego de su vertiginoso viaje, así mismo nos ocurre cuando el año y su estela de hechos y recuerdos va aterrizando en diciembre y, entonces, nos metemos en esa inevitable maraña de circunstancias propias de tan densos días cargados de emociones encontradas. Al cabo de muchas escenas, revisadas con algunas minucias en mis ‘Crónicas decembrinas’, por fin llega y también pasa el 31 de diciembre con toda su molienda de eventos; y al menos aquí en nuestra Costa caribeña colombiana, justo después de las 12 de la noche, cambia toda la arquitectura mental y cultural de diciembre.
De aquellos dulces cantos decembrinos de antaño y de los lindos villancicos que nos remontaban a la niñez y por ahí nos llevaban al cielo, pasamos de buenas a primeras a la frenética música carnestoléndica y al berenjenal africanoide del pre-carnaval, que no es más que un extenso carnaval, dependiendo de si éste cae en febrero o en marzo. Desde niño me preguntaba si lo que vivimos en este entorno cultural tan fabuloso, también es así en todo el mundo y cada cual con su propio endiable, o si es que nacimos en este lugar del universo con tan enormes singularidades culturales.
Antes yo creía que los carnavales se iban armando a la bartola, a medida que fueran llegando; pero no, resulta que nunca se acaban, pues muerto un Joselito, resucita otro más alegre y bullicioso, y así como una candela camina en sigilo debajo de una alfombra sin que nadie la vea y luego explota a la vista de todos, asimismo ocurre con el carnaval después de las 12 de la noche del 31 de diciembre; pues, cuando ya parecía que vendrían días de sosiego espiritual después de tan pantagruélicos días decembrinos que empezaron en noviembre, irrumpe ahí mismo Baco, Momo y Arlequín con sus estrafalarias fanfarrias, y eso que a mitad del camino de enero al carnaval nos encontramos con la fiesta del Caimán en Ciénaga, el 20 de enero en Sincelejo y demás jolgorios de pueblo en pueblo y de esquina en esquina.
También he visto en estos primeros días del año, con mucho empalago corporal, que evitamos los cumpleaños y fiestas, pues como que nos coge hartos de bebetas y comilonas; y más si coinciden con campañas electorales, que mezclan el cinismo, la mentira y la maldad con la esperanza perdida y con el carnaval ya desbocado.
Vaya mundo extraño el que vivimos por aquí, y por ahora me atrevo a decir que pareciera que la naturaleza es la primera en darse cuenta de los cambios, como si supiera por dónde van las hojas del calendario o fuera cómplice de las travesuras que los viles mortales le montamos después de las guachafitas decembrinas. En enero, por causa del solsticio del sur, pues por aquí andamos en el hemisferio norte, aunque aún hay fresco y la ‘brisa loca’ también arrecia como en diciembre, sin embargo, entre sus espesas pausas van llegando los calores que luego se acentuarán de abril a mayo, y a veces incluso serena y hasta llueve por los chubascos extraviados del invierno que pasó.
A ese raro fenómeno que solo existe en nuestra fantasía popular, le llamamos “las cabañuelas”, y supone que los primeros 12 días de enero marcarán lo que será meteorológicamente cada mes del año. También, pese a que la constelación de Orión seguirá saliendo vespertina por oriente hasta bien entrado marzo, sin embargo ya su pléyade de estrellas no reluce entre el cristalino cielo de los primeros días de diciembre, sino que se esconde tras de las plomizas noches de enero.
También, aparecen periódica y exactamente muchas cosas que apreciamos en las calles y plazas y en el mercado público. Con todo y lo prohibido que se supone, se ven los sartales de huevos de iguana ofrecidos en las esquinas por anónimos insistentes, y olvidamos que tras de aquellos huevitos hay iguanas en el monte destripadas vivas que lentamente morirán. También vemos los bultos de granos de guandú, de hortalizas y de tomates remaduros que inundan los ventorrillos del mercado; de las playas vecinas suelen llegar las primeras carretadas de cachorretas, que es un pez túnido que se vuelca literalmente en nuestras costas por estas épocas del año; antes, y a veces ahora, llegan de los pueblos ribereños del río Magdalena camionadas de bocachicos debido a las subiendas de ese preciado pez, y que ya van siendo escasas debido a la sobrepesca y la contaminación general, y si llegan, son chiquitos y caros, pues no hay control ni veda de peso ni talla.
Cosa curiosa es notar que, desde los primeros días de enero, en vez de las lucecitas y figuritas alusivas al pesebre y la decoración navideña que se va apagando lentamente, ya van llegando las libretas y los útiles escolares que se seguirán arrumando en las calles hasta después de los carnavales, cuando los estudiantes entren a retazos al año lectivo, que luego harán de tranco en tranco, si acaso.
Antes, la llegada de los turistas a estas playas y otros lugares nuestros, era cosa espontánea y fraccionada, pero ahora con el mejoramiento de las vías y los medios modernos de comunicación y la cibernética, como que el mundo nos descubrió viviendo sobre estas idílicas bellezas aún desconocidas por muchos nativos y extranjeros. Y entonces, la invasión de turistas es tanta que los de aquí debemos marchar para otras partes a pasar los primeros días de enero, porque simplemente no cabemos ni hay agua ni servicios públicos para todos, y los últimos en saberlo son nuestros lunáticos y acéfalos administradores de la cosa pública.
Por esta época del año, y desde hace ya mucho tiempo, por causa de ese creciente aluvión de turistas que nos visitan y nos encuentran improvisados y mal preparados para ello, se han venido presentando con alguna fatal recurrencia, calamidades como diarreas masivas por causa de alimentos en mal estado, sobre todo de mariscos y pescados expendidos por irresponsables que con tal de vender, intoxican a los desprevenidos visitantes, por ahogamientos aislados y no pocos accidentes de tránsito, o los relacionados con los sitios turísticos, e incluso siniestros mortales y dolorosos ocurren por diversas causas, unos por llegar, otros por salir y los demás por mera imprevisión. Siempre me ha llamado la atención que desde el propio primero de enero ya van habiendo asesinatos y fallecimientos de algunas personas, como si fuera una regla fatal del mundo.
Sí, enero es el lunes del año, un lunes que lo gravita por la espalda un diciembre que se va apagando con las últimas lucecitas navideñas que la gente va retirando de sus portales, que se va esfumando entre los recuerdos vivos de las fiestas y reuniones recientes y con los casi extemporáneos “feliz año” dados hasta bien entrado este primer mes del año; y por enfrente un carnaval que nunca sabremos si nos atolondra más aún de lo que nos deja el año que ya pasó, o si nos prodiga esos pedazos de alegría que necesitamos para sobrevivir, y que solo botándola nos purifica.
También nos queda un año entero para redireccionar nuestra vida al bien y hacia Dios, disipada por la vana fuerza bruta que nos arrastra al mundo, ese hemisferio externo del hombre que lo hechiza y lo confunde.
Feliz año y un próspero año nuevo, deseo con íntima sinceridad a todos mis contactos, y al mundo entero. Muchas gracias.
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