Ha muerto el colega Manuel Novoa Chacón. Sus amigos entrañables lo acompañamos en la velación y el funeral. Ante tan inesperado acontecer, su alumno y compañero de cuitas Efraín Marino Rincón escribe una sentida crónica.
Imagen destacada: Manuel Novoa Chacón en característico gesto suyo… Sus hijos Juan Manuel Novoa Acero y César Augusto Novoa Páez, familiares, amigos y allegados durante el funeral del periodista, ceremonia que contó con la actuación del acordeonero Beto Jamaica, único rey vallenato cachaco (Foto enviada por Guillermo Romero Salamanca).
Nota de José Orellano: Asisto, apesadumbrado, a la muerte del amigo y colega Manuel Novoa Chacón, con quien forjé amistad durante muchísimos encuentros anuales en el Festival de la Leyenda Vallenata…
Mucho nos emborrachamos y muchos fueron los planes que trazamos, mismos que nunca cristalizamos…
Durante mis últimos 16 años en Bogotá, cinco o seis veces me invitó a beber, pero lo que le acepté a Manuel fueron sus crónicas para El Muelle Caribe, donde se publicaron varias entregas de su prolífica producción… Yo me bajé a tiempo del tren de la parranda, pero ‘Mañe’ siguió metido en él hasta emprender, como ‘peregrino consentido’, su viaje a la Eternidad… Lo hizo este lunes 19 de noviembre de 2022, a la madrugada, horas después de que Millonarios le ganara a Junior 1-0 y Santa Fe perdiera ante Pereira 1-5…
Para rendir homenaje a un periodista excepcional —excepcional, en todo el sentido de la palabra, a pesar de su alma parrandera y sus continuas borracheras, de las que nunca supo escapar—, reproduzco la sentida crónica que sobre Manuel Novoa Chacón, el real, ha escrito su alumno y compañero Efraín Marino Rincón.
LA MUERTE DE MANUEL NOVOA CHACÓN
Manuelito parrandero’, entre todas el primero
«Yo no tomo para adelgazar, yo tomo para emborracharme»… «Soy un ebrio feliz y moriré en mi ley»… Y así murió… Réquiem por un gran periodista, periodista excepcional.
Por Efraín Marino Rincón
@efrainmarinojr
Quiero recordar “al profe” de la manera como lo conocí; cantando “la vieja Sara”, composición del maestro Rafael Escalona, ebrio de alegría y con su pinta cachaca, con tirantes rojos, camisa blanca y vestido oscuro…
Ese día decidimos hacer un festival vallenato en Bogotá, homenaje al maestro Rafael Escalona, que llamaríamos “Acordeones en la nevera”… el Escalona de Oro.
Allí empezó nuestra quijotesca aventura de amistad, coincidimos en que nos gustaba la música, el fútbol, el periodismo; él era el director del periódico Chapinero Vanguardista y yo su alumno aventajado; él era el Quijote y yo su Sancho Panza.
Era impresionante como se alargaban las horas escuchando sus anécdotas. Tenía una memoria prodigiosa. Conocía a mucha gente importante, y a casi todas me las presentó, sí; fue él quien me presentó en la sociedad periodística, especialmente a los periodistas de espectáculos, pues decía que la farándula era una liviandad.
La música y el fútbol eran sus temas favoritos y, metiéndonos en sus entrañas, pienso que eran su vida, aunque te podía hablar de todo lo que le preguntabas, excepto de política… “Yo de eso no hablo, en eso no me meto”, aunque en las elecciones pasadas me llamo a decirme … “cualquiera, menos Petro” y eso lo llevó a alejarse de algunos amigos de toda su vida que llevaban la bandera petrista.
Santa Fe fue su equipo del alma. Me invitó por primera vez al Campin a ver jugar a su equipo. Yo, hincha del Junior, aprendí a querer al equipo cardenal. Era la época de oro de Agustín Julio y siempre que yo iba al estadio, Santa Fe ganaba. Entraba con él al camerino y todos lo saludaban como “el profe”, luego salíamos por la calle 53 de Galerías hasta la ‘Vietoteka’ a tomarnos unas polas o Néctar rojo, su trago favorito, donde no faltaba algún hincha que lo reconocía y le gritaba: “¡Conseguiste mozo costeño!”, él reía y les respondía: “Deje la envidia y búsquese el suyo”… y así nos daban las 2 o 3 de la madrugada comentando la alineación o recordando a las viejas glorias del fútbol. Sabía más que yo del Junior de Barranquilla, ciudad donde estuvo trabajando en el Diario del Caribe, conoció al campeón Edgar Perea y bien pasito, para que no escuchará nadie, me decía que Junior era su segundo equipo del alma, por encima del América de Cali, del cual es hincha su hijo mayor.
Su canción favorita “La Vieja Sara” era tema obligado en las tertulias musicales. El vallenato era su pasión, conocía a todos los grandes, cubrió 16 festivales de la Leyenda Vallenata, me presentó a Lolita Acosta y luego a Juan Rincón Vanegas, los jefes de prensa del festival, así como a los juglares y grandes del género, pero también era una biblia en la música tropical, se sabía la cronología y discografía de las agrupaciones que prendieron la rumba en Colombia en los años 60 en adelante, fue jefe de prensa de muchos y amigo de todos.
Cómo escritor fue muy prolífico, pero desordenado. Escribió cinco libros pero solo tres de ellos vieron la luz, un manual de redacción escrita, el libro “El juglar inolvidable” la vida y obra de Juancho Polo, al lado de otro de sus alumnos, el joven Manuel Serpa, su gran amigo y alcahuete; y el libro “Los Leones Rojos” 70 años de la historia de Santa Fe, que fue un éxito y se agotó en corto tiempo; el próximo mes de diciembre sería el lanzamiento de la segunda edición, libro del cual tuve el honor de diseñar la portada.
Quedaron en el tintero el libro “Jorge Oñate, El más grande”, pues cuando estaba listo a salir se murió el jilguero de América y se detuvo todo; y el libro “El baile, historia de la música tropical en Colombia” para el cual siempre buscó un patrocinador.
Él fue mi profesor particular de redacción, era mi corrector de estilo privado, le gustaba mi estilo de crónica narrativa y me impulsaba a ser cada vez mejor, me regañaba cuando no tildaba las mayúsculas y cuando usaba muchos lugares comunes.
En lo personal Manuelito era un “genio y figura” literalmente hasta la sepultura, siempre usaba frases para todo… “Yo no tomo para adelgazar, yo tomo para emborracharme”… “Gaste media y le cuento”… “El día que yo me muera, ustedes descasan de mí y yo de ustedes”… “Soy un ebrio feliz y moriré en mi ley”… y así fue … Lastimosamente el alcoholismo le ganó la partida y poco a poco fue deteriorando su salud… Lo motivé a salir de alcoholismo, pero fue imposible, otra vez lo acompañé a Alcohólicos Anónimos y salió corriendo diciendo que él no iba a cambiar de religión… Tomó la decisión de vivir su vida a su gusto y así también la terminó como él quiso.
Conoció a mi familia, mi madre, esposa, mis hijos, hasta fue el padrino improvisado de bautizo de mi último hijo. Yo conocí a sus hijos, hermanos y amigos … y la amistad se convirtió en una especie de familiaridad sin nombre, en la que sabíamos que contábamos el uno con el otro.
Te vas Manuelito, a la parranda eterna con Oñate, Diomedes, Leandro, Alejo, Escalona y todos tus grandes amigos … A mí me dejas con la deuda de escribir sobre ti y no sé me ocurre nada más que recordarte como eras, tomarme un trago en tu nombre e ir a tu funeral para parafrasear a Escalona: “Tengo que hacerle al viejo Mañe… una visita que le ofrecí, pa’ que no diga de mí que yo lo tengo olvidado”…
Un acordeón pa’l funeral
Lloran las notas diatónicas del acordeón del rey vallenato cachaco @betojamaicareyvallenato y se funden con las lágrimas del cortejo fúnebre del periodista #ManuelNovoa, quien se va a parrandear, entre pitos y bajos, al lado de Oñate, Diomedes, Escalona, Leandro, Alejo y todos sus amigos que le precedieron, pero que estaban a la espera de que Manuelito llegará para que se arreglará la vaina… Invitamos a Beto Jamaica al funeral y, solícito, asistió e interpretó, voz y acordeón, ‘La vieja Sara’ y ‘Mi hermano y yo’, dos temas vallenatos predilectos de ‘Manuelito parrandero’.