Edgardo Caballero Gutiérrez llevó a José Orellano contra las cuerdas en el ring de la autoría de libros, pero no lo noqueó. «En serio, libro mío, ¡no!», reitero Orellano y se declaró «perpetrador de versos»
ENTREVISTA (FINAL)
«Perpetrador de versos, eso soy…»
Por Edgardo Caballero Gutiérrez
Deseoso de verle la cara a mi entrevistado, mirarlo a los ojos, aunque a la teledistancia, lo invité a una telecharla por streamyard. Aceptó y, contactados, hablaríamos por casi una hora… Había de ser contundente y argumentativo en su negativa a generar un libro.
—¿Cuál es la verdadera razón para no arriesgarse?
«De pronto el miedo… Miedo al fracaso… Que el libro no le interese a nadie más que a un círculo de familiares y amigos».
—¿Y el mercadeo?
«Mira, Caba… Cuando yo tenía 10 años vendí cagajón, boñiga de vaca como estiércol-abono para los jardines de mi abuela y mis tías, con el fin de hacerme la entrada a vespertina en los teatros Olimpia y Colón, en mi pueblo, Soledad… Después vendí electrodomésticos en J. Glottman… Ya como periodista —en los diversos tiempos de varazón por mis tantas salidas de El Heraldo— hice y vendí dulces de ñame, piña y papaya verde, deditos y hasta pasteles para un par de Navidades… Pero los distribuía entre familiares, amigos y uno que otro conocido… Mentiría si te digo que no había cierto sonrojo, cierto halo de vergüenza, pena, que decimos, al proponer los dulces y los productos de sal… He deseado vender publicidad para El Muelle Caribe, pero pa’eso no sirvo…»
—¿Y todo eso qué tiene que ver, ‘cabellón’?
«Que no me imagino, a estas alturas de mi vida, cargando cinco o diez libros bajo el brazo visitando a amigos y familiares y rogándoles que me compren mi obra, que el ejemplar está avaluado en 38 mil pesos, pero que estará bien que me den veinte mil por él»…
—Mmmmm, no me convences…
«Voy más allá: tengo colegas, amigos muy cercanos, que no pueden ocultar su frustración cuando dicen que han escrito 20 o 25 libros, pero entre todos no ha podido vender más de mil ejemplares… En cierta ciudad importante de este Caribe nuestro, tengo un amigo que, a boca llena, dice que, en veinte años, ha escrito casi 400 libros. ¿Y la venta qué? Pero hay algo más en él: por experiencia —nuestras relaciones en el pasado— sé que no es un buen redactor, mucho menos un escritor. No aprendió a poner bien puestas tres palabras juntas, pero hace libros… ¿Y quién los lee?».
—En definitiva, ¿no? ¿Ni siquiera recapacitarías en torno a “EL EXTRAVÍO DE LO SUTIL / Impune perpetración de versos y la fuga de cierta prosa”».
«En serio, Caba, libro mío, ¡no! Gracias por tus afanes de vieja data de que algún día debute como escritor de libros, prefiero quedarme con el título de redactor y hasta corrector de estilo, que he corregido unos seis libros y cualquier cantidad de textos».
—Pero tú tienes algo de poeta… En Facebook te he leído más de una docena de poemas…
«Ni poeta ni poemas».
—Entonces, ¿qué?
«He sido, de vez en cuando, un perpetrador de versos, eso soy… impune perpetrador de versos. ¿Poeta? ¿Poemas? Eso cabe pleno en el amigo vallenato del alma Luis E. Mizar Maestre, quien cumplirá 7 años de fallecido el próximo 21 de agosto y quien este 8 de julio había de cumplir apenas 60 años de edad, había nacido en 1960. Y te leo: “Hubo una noche que nos encontró/ desnudos e inocentes/ y formó con nuestros cuerpos/ una trenza que ni el pregón anaranjado/ de mil amaneceres pudo soltar”». Eso es poesía, verso libre, creatividad… Eso es “Mizaaar”, como lo llamábamos La maga y yo…
—Así las cosas, Jose, déjame ganarte una: tienes madera de compositor… Esa canción vallenata que nos has cantado en diversas ocasiones es poesía, más allá de la popular, es composición…
«No, Caba… Esa es una crónica perpetrada en versos… Algunas de mis vivencias en los tantas ediciones del festival de la leyenda vallenata a las que asistí como cronista: “En su cuna lo vivo cuando muere abril/, ‘La guaricha’ bendice todo cuando hago/ parrandeo con los reyes me bebo unos tragos/ a la aurora de mayo tengo que partir… A viejos trovadores escucho juicioso/ que me canten los cuentos del gran parrandón/ de Francisco ‘El hombre’ leyenda en tarima/ de tupe y chimila contra el invasor/”. Sí, una crónica en versos titulada ‘Presencia sentimental’, la de Rafa Manjarrez es ‘Ausencia sentimental’. Y ‘guaricha’ le dicen a la virgen de Rosario en el Valle».
—Tengo entendido que la escribiste para mandarla a concursar en ‘Canción inédita’ del Festival Vallenato…
«Sí, la escribí en 2000, en medio de una varazón tras mí última escapada —la definitiva, sí, después de 13 veces— de El Heraldo… Deseaba mandarla a concursar al festival de Valledupar, con la certeza de que me ganaría algunos pesos con los cuales ayudar a remediar la situación del hogar que ha sido toda mi ilusión y me copio del maestro Rafael Hernández y su ‘Lamento borincano’».
—¿Y por qué no la mandaste?
«Yo había sido jurado del Festival de la Leyenda Vallenata y pude conocer sus intríngulis… Pero además necesitaba alguna plata para las vueltas, para el conjunto, para el viaje y la estancia en el Valle y esa plata no la había. Y salir a buscar una especie de patrocinador, un mecenas, me quedaba patas pa’rriba… En fin, ahí está inédita, para cantarla en el baño de mi casa o a veces a mis amigos… De que es buena, es buena»
—Tu mejor recuerdo del paso por la televisión regional.
«Tengo el mejor y tengo el peor… ¿Cuál quieres primero?».
—El peor…
«Las consecuencias por la publicación, en el noticiero Televista, de un informe titulado ‘Septiembre negro’ y mediante el cual, sobre la base de una información confirmada por mis fuentes en el Ejército, se alertaba sobre la posibilidad de atentados terroristas contra el estadio Metropolitano —había alarma generalizada por los carros bomba de Pablo Escobar y hubo capturas y decomiso de materiales explosivos— en desarrollo de un partido por las eliminatorias al mundial de Hong Kong, creo que frente Paraguay, y antes del cual Edgar Perea haría una show previo que incluía bajar a la cancha desde un helicóptero… El informe lo leyó mi amigo Humberto Carrillo Mindiola… Por el informe, disminuyó la asistencia al estadio y me botaron de Televista sin contemplaciones… La confirmación de mi despido la hizo José Jorge Dangond, gerente de Telecaribe —en su oficina, ante Gilberto Marenco, su jefe de prensa—, aunque Fernando Dávila no solo era el director general del Noticiero, sino que figuraba como propietario y, por supuesto, era mi jefe inmediato».
—¿Y el mejor recuerdo?
«También con el Noticiero Televista… Leonidas Otálora se había retirado de la dirección y presentación y yo asumí la dirección —en la cual yo estaba también para el ‘septiembrazo’— y la presentadora era María Claudia Dávila. El último rating con Leonidas ubicó al nonticiero en 46.8 de sintonía. El que realizaron conmigo como director llegó a 48.6. Nunca más se logró tal puntaje»
—¿La entrevista que más hayas disfrutado?
«Yo, en medio de dos monstruos de la composición: Rafael Escalona y José Benito Barros, maestros de verdad-verdad, y yo al lado de ellos durante tres días en Barranquilla. De parranda, de un lado para el otro, en especial en la casa de Dina Luz, la de ‘El arco iris’ —“Y tú, y tú, y tú/, tú eres mi golondrina/ Dina Luz”—. Vivencias que conté en un crónica para la revista Miércoles!, a la cual Olguita Emiliani, subdirectora de El Heraldo, tituló ‘Vallenato vs cumbia’, que ese no era el titulo original, y que Germán Vargas Lleras, en su ‘Un día más’, la nominó para una antología de periodismo…‘Un arco iris para la piragua’ era mi título ».
—¿El sueño periodístico felizmente realizado?.
«Aunque el ejercicio de mi periodismo no ha sido de sueños, destaco como un logro muy importante en mis 50 años de ejercicio profesional poder alardear de mi propio medio: El Muelle Caribe, primero en papel —un parto compartido contigo en 2004, diez ediciones— y ahora en la web, desde 2015, ¡7 años!, 335, con la actual, actualizaciones semanales. ¡Mi vida hoy día!… Si no publico, me muero».
—¿El Carnaval más gozado?
«El de la camiseta ‘Edgardo Pereira EP-Al Oído’: 5 mil cartas optando por mil camisetas… Tuve que pedirle a Edgardo Pereira que me diera 300 más para satisfacer a fieles seguidores de mi columna… Una pila inmensa de cartas hablando de Ximena y en la cual me zambullí y Gustavo Torres me tomó la foto… Creo que fue en 1977… Arranqué a carnavalear el viernes y terminé el martes, cuando, ajumao, me sacaron en camilla del Festival de Acordeones en el Coliseo Cubierto Humberto Perea para que la Cruz Roja me reanimara y yo, después, había de volver a la parranda… Aquellas cinco mil cartas provocaron urticaria y condujeron a que la dirección de El Heraldo, por alguna recomendación influyente, me pidiera que dejara de hacer la columna. En términos para inducir al ‘finiquito’ de mi leída sección, se decía que ‘Al oído’ “era un periodiquito dentro del ‘paginage’ del periódico”.
—Tengo entendido que nunca te motivaron los reconocimientos por tu labor. ¿Premios, por ejemplo, periodísticos?
«Que recuerde, influido por un par de amigas, envié algo una vez al Simón Bolívar, cuando caía el ángelus vespertino de la víspera de cierre de recepción de trabajos. Semanas después recibí una carta invitándome a que volviera a concursar. Nunca más envié. Pero de premios por mi periodismo, dos incomparables: Congo de Oro en 1974 o1975 y primer Rey —y único— de la Información Vallenata. Para este último me eligieron 100 de 102 periodistas enviados especiales a la edición de 1984 que almorzábamos en un típico restaurante vallenato. ¿Los dos votos que no fueron a mi favor? El mío y el de un colega que nunca me tragó»
—¿Recuerdos de la vigésima edición del Festival Vallenato?
«Año 1987, primer Rey de Reyes… Comienzo con la auto-descalificación de Alejo Durán, el rey de los bajos, luego de haber pelado un bajo. Él mismo lo admitió, pero el jurado dejó que siguiera tocando… Esto motivaría a la guachafita final —tiros militares, silletería volando, botellazos— tras el veredicto que favoreció a Nicolas ‘Colacho’ Mendoza, quien había de ganar en franca lid. Pero el recuerdo imperecedero lo acuna el gesto de la Fundación del Festival de la Leyenda vallenata, dos o tres días después de aquella final y de mi crónica al respecto: la carta que le envió a la dirección de El Heraldo relievando mi profesionalismo y objetividad relativa: fui el único que no se inclinó por Alejo, quien había terminado de tocar, descalificado. ¡Vaya contenido de aquella carta, que aludía algún amor, no mío, recién conquistado en el Valle! La firmaban Consuelo Araujonoguera y toda la membresía de la Fundación».
—¿Y cuál es la cambambería que más recuerdas?
«¡Nojoda! Esa que nos involucra a los dos: la presentación, durante una semana, de un programa diario por Telecaribe, desde Valledupar, sobre desarrollo y curiosidades del Festival Vallenato, año 2004. Al segundo día regresaste a Barranquilla con el compromiso de volver al Valle, a como diera lugar, el mismo día, pero no lo hiciste. Me dejaste embarcao, porque yo no he sido presentador y había que seguir saliendo… Me tocó improvisar y poner a presentar a la amiga periodista Alba Quintero Almenárez y a Taryn Escalona, con breves incursiones mías. Huy, había que tener listos los casetes a las 3 de la mañana, porque a las cuatro salía el bus que los llevaría a Barranquilla para que el programa saliera a las 11:30. Nunca falté. Volviste de madrugada a dos días de la gran final —faltaban dos emisiones: la de ese día y la de los resultados finales— y te presentaste con una canillona de ron blanco que fácilmente hubiera podido estallar en tu cabeza si, para entonces, yo ya no hubiera dejado de beber hacía varios años».
—Pero volví… Y no me reventaste la canillona de ron blanco en la cabeza… Dos días después nos cagábamos de la risa con Alba, Taryn, Harold Rivera, el rey vallenato de ese año, y fortalecimos amistad…
«Eso es verdad… Y nunca nos hemos enemistado, viejo Caba… Amigos, en las buenas y en las malas, siempre pa’lante, porque entre tú y yo no hay tutía».
Así es Orellano, Pepe Pacho, ‘El cabellón’. Finalmente no he podido convencerlo para que escriba su libro… Yo creo que lo cohíbe el miedo, porque capaz sí ha de serlo… Y muchos son los que terminan echando el reculón del ovejo…
La imagen destacada de este módulo: portada y contraportada del tercer número de El Muelle Caribe en papel… Para entonces se llamaba solo El Muelle y era un parto de José Orellano con Edgardo Caballero.