Sobre la base de la cotidianidad informativa después de la elección presidencial del 19 y una rápida investigación en Internet, el director escribe su crónica con datos actualizados y fugaz viaje al pasado presidencial colombiano.
VAMOS, ENTONCES, A CONFIAR…
Un exguerrillero y una negra:
la Nueva Colombia/siglo XXI
«… Estoy FELIZ, pero tengo miedo de que todo sea solo ilusión… ¿Sienten la misma sensación?».
Por José Orellano
A 22 años del inicio del siglo XXI, 11 millones 291 mil 986 colombianos —votos alcanzados por Gustavo Petro, dato de los escrutinios— han avalado, directamente, el paso a una Nueva Colombia.
Y así, en la democracia más antigua de América Latina irrumpe ‘la izquierda progresista’ como nueva concepción de gobierno y, de esa manera, Colombia se integra al mapa activo de tal ideología en la región, junto con México, Cuba, Nicaragua, Honduras, Panamá, Venezuela, Perú, Bolivia, Argentina y Chile. Se exceptúan República Dominicana, Guatemala, Costa Rica, Ecuador —hasta hace poco con Rafael Correa—, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Tras unos comicios para el olvido, atrás también quedan más de 200 años de hegemonía oligárquica —siempre la derecha, aunque desde comienzos de este siglo, había sido el centro-Uribe accionando a lo ultraderecha—, al tiempo que un exguerrillero del M-19 y una genuina descendiente afro, auténtica y orgullosa negra, han comenzado a escribir la nueva historia: Gustavo Petro y Francia Márquez la escriben desde el momento mismo en que fueron proclamados ganadores, en franca lid, de la jornada electoral del reciente 19. Y entonces, “aquel 19 será…”.
En la elección presidencial del 19 de junio de 2022 —histórico— ha ganado el cambio promovido, durante los comicios, desde la izquierda progresista.
Por una diferencia de 687 mil 649 sufragios, los 10 millones 604 mil 337 votos que sumaron Rodolfo Hernández y Marelen Castillo resultaron insuficientes para que, en Colombia, otra visión de cambio se entronizara en el modo de gobierno del país.
De 38 millones 621 mil 981 colombianos aptos para votar, concurrieron a las urnas 22 millones 687 mil 910 —cifra récord—, de los cuales solo 500 mil 043 se fueron al blanco y dijeron no al cambio, cualesquiera que este fuese —una disminución del 4,24 por ciento frente a la primera vuelta—, mientras que 270 mil 085 ciudadanos no supieron marcar y se los anularon y a 21 mil 455 no les dio la gana de marcar.
Desde aquellos mandos con rango presidencial de las Provincias Unidas de la Nueva Granada —1810 hasta 1816, cuando la corona española recuperó el territorio—, pasando luego por los presidentes de la Gran Colombia (1819-1831), los de la república de la Nueva Granada (1831-1858), los de la República de la Confederación Granadina (1857 a 1863), los de los Estados Unidos de Colombia (1863 a 1886) hasta llegar a los presidentes de la República de Colombia, desde 1886 hasta ahora, nunca hubo Jefe de Estado de la izquierda, mucho menos proveniente de la insubordinación armada, para una circunscripción administrativa que hoy día cuenta con una superficie de un mil 142 millones de kilómetros cuadrados, un distrito capital, 32 departamentos y un mil 122 entidades administrativas locales: un mil 103 municipios, 18 áreas no municipalizadas y la isla de San Andrés. Todos hacia una Nueva Colombia en la cual, de acuerdo con los anuncios del presidente electo durante su ‘discurso de victoria’ en la manifestación de celebración en el Movistar Arena, ha de imperar la paz sobre la base del amor.
Demostrado como ha quedado, en medio de los dimes y diretes de los comicios, que el presidente electo de Colombia, Gustavo Francisco Petro Urrego, nació en Ciénaga de Oro, Córdoba, el 19 de abril de 1960 —el 19 jugando el juego de las curiosas o extrañas coincidencias en la vida de Petro: 19 de abril en los nacimientos de él y del M-19, grupo subversivo al cual había de enrolarse, 1960 y 1970 respectivamente, y 19 de junio de 2022, día de su elección presidencial: “Aquel 19 será”—, le toca entonces al Caribe colombiano reclamar presidente, ¡por fin!, en 136 años de República, después del cartagenero Rafael Núñez, el autor de la letra del Himno Nacional.
La vicepresidenta electa Francia Márquez —quien podrá reemplazar al presidente en casos de falta temporal o definitiva— es la segunda persona negra que llega al aposento del poder en Colombia, que la primera figura fue el cartagenero Juan José Nieto Gil, entre el 25 de enero de 1861 y el 18 de julio de 1861, mandatario “en rebelión”, uno de los seis presidentes Caribe que ha tenido Colombia. El séptimo resulta ser Gustavo Petro.
Sin maniqueísmos, el gobierno de Petro forja un indiscutible hito en la historia patria y 38 millones 621 mil 981 colombianos —más los otros 12 millones 427 mil 019 que aun no llegan a la ciudadanía— se disponen a vivir, a partir del próximo 7 de agosto, en una Nueva Colombia, en la cual, según palabras de presidente electo, han de desaparecer, a corto plazo, la injusticia social, la violencia armada, el narcotráfico y los altos niveles de corrupción, para que florezcan el campo, el turismo y la producción en general y en gran escala y se tenga la certeza de que a nadie se le expropiará.
Es decir: los 10 millones 604 mil 337 colombianos de Rodolfo, los 500 mil 043 que se fueron al blanco y dijeron no al cambio, los 270 mil 085 que rallaron para la anulación y hasta los 21 mil 455 a los que no les dio la gana de marcar, más los 12 millones 427 mil 019 en rango de menores de edad, junto con sus 11 millones 291 mil 986 electores, sin discriminaciones de ninguna índole —de acuerdo con Petro—, gozarán, desde el 7 de agosto, de un gobierno de la vida que ha de sustentarse en tres puntos, en ese orden, fundamentales: la paz, la justicia social y la justicia ambiental.
De acuerdo con la vicepresidenta, habrá de reinar una política ambientalista que limite al máximo, hasta que desaparezca —es compromiso del Estado colombiano ante el mundo—, la explotación extractivista, tanto en lo minero —petróleo, carbón y otros— como en las mismas agricultura y pesca. Un proceso que no irá de hoy para mañana, sino paso a paso, con algo de celeridad, sí, en algunos tramos, hasta cuando llegue el momento propicio para aplicarlo sin detrimento para los ingresos y el sostenimiento financiero del Estado.
En las últimas 72 horas, Petro ha dado pasos firmes en cristalizaciones de algunos de sus anuncios durante ‘el discurso de la victoria’: en relaciones con los Estados Unidos, dialogó el mismo lunes con el secretario de Estado Antony Blinken y el martes recibió llamada del propio presidente Joe Biden, quien lo felicitó a él, a Francia Márquez y al pueblo colombiano “por celebrar elecciones libres y justas” y juntos abordaron temas como la cooperación bilateral, el cambio climático, el narcotráfico, la seguridad sanitaria y la implementación del acuerdo de paz de 2016. Cuánta diferencia con el primer diálogo Biden-Iván Duque, cuatro años atrás, cuando el actual presidente de los colombianos debió esperar siete meses después de su posesión para que fuera atendido por su homólogo estadounidense.
«Me gustó mucho la conversación con Biden en dos aspectos: el tono, que fue muy amistoso, como de compañero en una misma aventura política, y dos, el que mencionara la palabra igualdad en los términos de relación», dijo Petro después. El presidente electo también comenzó sus conversaciones con Venezuela en aras de restaurar al ciento por ciento sus relaciones diplomáticas. Obviamente, que aquello del tren entre los dos países debió haberlo dejado en el tintero, visto ahora quizá como una broma pesada de campaña.
Al anochecer de este miércoles, el presidente electo ya había escogido el equipo para el empalme con el gobierno del saliente presidente Duque —quien comienza a caminar con el sol a sus espaldas— y, junto con la vicepresidenta electa Francia Márquez, avanzaba en los contactos y reuniones con Raymundo y todo el mundo en Colombia a fin de concretar un diálogo con todas las fuerzas políticas del país en aras de lograr un Gran Acuerdo Nacional mediante el cual se saque adelante a Colombia como una nación unida.
Mientras tanto, el sonajero ministerial no cesa de sonar: sonajas van y cascabeles vienen llevando y trayendo nombres de posibles y de “casi fijos, seguros”, mientras se consolida el compromiso de que la repartición será “jafana-jafana”, “miti-miti”: 50 por ciento mujeres y 50 por ciento hombres en el gabinete del gobierno progresista.
Expectantes, incluidos quienes depositaron el sufragio por él, 25 millones 898 mil 320 de mujeres y 24 millones 984 mil 564 de hombres —913 mil 756 féminas más que varones: 51 millones 049 mil colombianos—, esperan que el exguerrillero presidente del cambio no cambie, por atajo alguno, su hoja de ruta promocionada durante los comicios y ratificada por el constituyente primario al elegir a Petro en tres etapas: primero el 3 de marzo, luego el 29 de mayo y, finalmente, el 19 de junio: consulta, primera vuelta y vuelta final, respectivamente.
Los analistas debaten y botan corriente tratando de establecer con lógica extrema el origen y las razones de los 2 millones 767 mil 022 sufragios más que obtuvo Petro frente a la primera vuelta, cuando había alcanzado 8 millones 524 mil 964 votos…
—De los negros, los indios, los campesinos, los nadies, los ninguneados, los que no creen en los políticos tradicionales, colombianos rejodidos, tanto mayores como jóvenes, movidos por lo sucedido durante las manifestaciones de inconformismo —el estallido social ante el desgobierno de Duque, el estallido social, cuna de la Nueva Colombia— y que se sumaron en buen número a los que lo habían hecho el 29 de mayo para castigar la bicentenaria indolencia de la derecha, de la oligarquía que tiene jodido a este país y de la cual Duque es indiscutible representante —dijo alguien por ahí.
Y no falta quien sostenga que los 11 millones 291 mil 986 del presidente electo no son un caudal electoral propio de la izquierda progresista, sino la resultante de ese descontento social en un país en el cual reina sobrada la inequidad y la pobreza extrema crece día a día, mientras que para los que lo requieren no hay oportunidades de trabajo. Pero para los que la tienen toda, les sobra y, cada vez más, les ingresan más y más ingresos. Y no se trata solo de una redundancia idiomática.
En estos días post no podía hacer falta la respuesta certera y recia, pero elegante y sapiente, sin descomponerse, de la vicepresidenta Márquez a la presentadora de CM& Claudia Palacios cuando esta le preguntaba sobre el lugar en que vivirá durante el mandato 2022-2026 y aludió la casa vicepresidencial como un lugar ideal para “vivir sabroso”. Una contundente lección sobre el espíritu de la frase debió escuchar la excelente entrevistadora, a quien, la verdad, se le fue la lengua al momento de ese perspicaz interrogante. Claro que, inmediatamente, hubo aclaración y, entre Francia y Claudia, se dieron las paces. Era obvio, por cuanto el cambio que impulsa la izquierda progresista se fundamenta en la paz.
Crece la expectativa, y hasta en modo dubitativo, por lo que ha de venir. Y acojo entonces el mensaje en redes y en dos tandas —Twitter e Instagram— del presentador de ‘La red’ Carlos Vargas, para resumirlo todo: «Yo les digo una cosa, estoy FELIZ, pero tengo miedo de que todo sea solo ilusión… ¿Sienten la misma sensación?».
Habrá que confiar, Carlitos. Sí, será confiar… Dios contigo, Dios con Petro y Francia, Dios con nosotros…
«Amanecerá y veremos», dijo el ciego… Y, en efecto, amanecerá…