José Orellano se metió entre académicos, disfrutó la conferencia ‘José Eustasio Rivera: autobiográfico, cauchero y soñador’, las canciones ‘La flor de la canela’ y ‘La ruana’ y escribió amena crónica.
LA NOVELA DE LA SELVA
Crónica de un acto cultural, con
este ‘extraño en el mediodía’
Por José Orellano
Fue un medio día entre académicos, con la Academia Colombiana de la Lengua en pleno y una audiencia ávida de saber —o de conocer más— sobre José Eustasio Rivera, su autobiografía, su condición de cauchero y su espíritu soñador.
Por tales caminos había de conducirnos la lucidez de don Vicente Pérez Silva, quien, nacido cinco años después de la publicación hace un siglo de ‘La vorágine’ de José Eustasio, es decir: a sus 95 años, trasmite —don Vicente— envidiable agudeza mental a toda prueba.
Pérez Silva, antólogo por excelencia, fue presentado por el director de la Academia Eduardo Durán Gómez, quien está a la cabeza de la institución lingüística más antigua de América, fundada en 1871 por un grupo de lingüistas y escritores de renombrado prestigio, entre ellos Rufino José Cuervo, padre de la filología hispanoamericana, y Miguel Antonio Caro. Par de apellidos que dan nombre al Instituto Caro y Cuervo, una de las más prestigiosas entidades culturales colombianas.
La conferencia ‘José Eustasio Rivera: autobiográfico, cauchero y soñador’ reiteró con prístina claridad que ‘La vorágine’ es por excelencia, “la novela de la selva y una obra autobiográfica, el summum, el compendio de toda una vida”, la de su autor.
En el marco de un acto más de la celebración nacional del centenario de ‘La vorágine’, la gracia autobiográfica del novelista huilense —no todos escriben una autobiografía con el carácter de pieza literaria— fue literalmente retransmitida por la voz joven de Vicente Pérez Jr. a la audiencia concentrada en el paraninfo Félix Restrepo, salón empotrado en una antigua edificación localizada en la carrera 3 N°17-34 de Bogotá, la cual destaca por su arquitectura estilo clasicista y sus murales interiores. Pérez Jr. leyó a petición de su padre, quien, debido a “mi edad avanzada”, pidió ayuda a “la lúcida memoria” de su vástago.
Nos la gozamos, entre algunos rostros adustos de miradas penetrantes, inquisidoras —pero una inmensa mayoría en actitud amistosa—, auscultando la presencia de alguien que, a lo mejor, se les antojaba un ‘extraño en el mediodía’. Y es que, en verdad, lo era entre frecuentes asistentes a certámenes de esta naturaleza.
Entre fuertes aromas a antigüedad, en ese escenario sede de la Academia —construido entre 1842 y 1896—, ideal para el desarrollo de la conferencia… Entre tantos académicos allí reunidos, estaba, de la región Caribe colombiana, el respetado intelectual Carlos Rodado Noriega —ingeniero, político, diplomático, recta y destacada figura de la gobernanza atlanticense y colombiana—, quien nos dijo que está radicado en Bogotá, alejado de la producción de columnas de opinión para publicaciones de papel y que se dedica, de tiempo completo, a escribir sus memorias, en las cuales, de acuerdo con su decir, registrará los intríngulis de aquella fallida intentona de proclamarlo candidato regional a la Presidencia de Colombia. Idea que contaba con un amplio respaldo de dirigentes costeños, pero que finalmente dio al traste a cambio de una presidencia congresual.
En efecto, asistimos a la conferencia de don Vicente Pérez Silva, deseosos también de escuchar cantar al joven tenor barranquillero Eduardo Escolar Quiñones y de compartir con quien nos jaló hasta allí, el arquitecto también barranquillero Ignacio Consuegra. Que a la postre haríamos ‘cuarteto quillero’ con el arribo al paraninfo del presidente nacional de la Sociedad Colombiana de Arquitectos Alfredo Reyes y complementaríamos quinteto con la artista de la fotografía digital Anita García, natural de Medellín, pero con sangre Caribe en sostenida ebullición por sus venas. Y en el entorno, el colega Mario Ramírez.
Sostuvimos un amplio diálogo con Escolar Quiñones —29 años, un man bacán sin poses artificiosas, guacharaquero de ocasión—, una exquisita conversa, un delicioso palique, cuya reconstrucción mental nos permitirá la construcción sustanciosa de una crónica-entrevista sin grabadora de por medio. Y también escuchamos a Eduardo —a eso también vinimos— interpretar dos piezas del cancionero latinoamericano: ‘La flor de la canela’, el vals de la cantautora peruana Chabuca Granda, y ‘La ruana’, el bambuco del autor y compositor caldense José Macías.
Además, realizamos para la sección ‘El Muelle Caribe-José Orellano-Así es el cuento’, una video entrevista a Ignacio Consuegra Bolívar, quien nos habló de la preparación de una novela que a lo mejor se titule ‘En las guerras todos perdemos’ y cuyo propósito es desmitificar ciertos trozos de la historia de “una ciudad de gente buena, generosa, bacana, solidaria, fraternal, etc., pero desafortunadamente pusilánime”.
El propósito inicial de la entrevista era averiguar sobre el presente de Monokuko, la firma de una serie de caricaturas, varias de las cuales han tenido cabida en actualizaciones de El Muelle Caribe, y que es un seudónimo de Consuegra Bolívar. Pero el mismo entrevistado indujo el diálogo hacia una temática que le da carácter de explosivo al contenido.
—Mi padre solía decir que la historia ha estado siempre del lado de quienes la hacen, no de quienes la sufren —precisa Ignacio al margen de la video entrevista—. Papá recordaba con frecuencia a Marshall, mientras condenaba algunas decisiones que a su parecer podrían lamentarse en el futuro.
Y a lo mejor hay lamentaciones interiores, rigurosamente guardadas, porque es lo “más conveniente” para quienes, a sabiendas de la existencia de los entuertos, prefieren callarlos —y ahogarse en sus mudos plañidos— porque es lo que les conviene, ventaja a su favor.
—Mi padre decía —remata Consuegra Bolívar— que “no se puede construir una sociedad diferente, con gente indiferente”. Y entonces hay que recordar las columnas de José Consuegra Higgins en El Heraldo, el querido medio al que le dimos un cuarto de siglo de nuestra existencia y que hoy, cuando ha vendido sus instalaciones en ‘Mediopaso’, anda buscando sedes para sus oficinas de redacción y administración y para la rotativa.
Del evento cultural en el paraninfo Félix Restrepo, dos excelentes anuncios: dos libros en preparación —el de Carlos Rodado Noriega y el de Ignacio Consuegra Bolívar— que hay que esperar para leerlos con fruición.
—Ya falta poco —puntualiza Consuegra Bolívar—. Quiero que cuando salga, sea como una granada de rosas blancas en la guerra.
La experiencia cultural del lunes 15, gracias a la invitación de la Academia Colombiana de la Lengua por intermedio de Nacho, no pudo resultar mejor. De verdad que el paraninfo Félix Restrepo es “el templo de la intelectualidad y la sabiduría de Colombia”, como lo denominaba Jose Consuegra Higgins, de acuerdo con un recuerdo expresaso por su hijo Ignacio.
Linda experiencia, con invitación a copa de vino y a almuerzo, pero compromisos con la hogareña ministra de gobierno —doña Luz— obligó a nuestra subrepticia escapada.
Hablando duro en ‘Así es el cuento’