Hace cinco años Fernando Dávila —el publicista y empresario fallecido recientemente— dijo la verdad y ratificó la participación de Álvaro Cepeda Samudio en el eslogan: “Águila, sin igual y siempre igual”. Lean el II capítulo.
En la imagen destacada, Fernando Dávila y su hija María Patricia Dávila Botello flanquean al autor de esta crónica de dos capítulos.
CAPITULO II: Habló la verdad…
Cepeda sí fue el de “… y siempre igual”
Dávila Publicidad & Marketing, con autonomía plena de María Patricia. “A no hacerles sombra a los hijos”: Don Fer…
Por José Orellano
Era aquella Barranquilla que parecía estancada en su desarrollo —‘músculo al progreso’ atrofiado—, recostada y flojeando sobre blasones como ‘Pórtico dorado de la República’ (1921), ‘Puerta de oro de Colombia’ (1946) o ‘Faro de América’…
Era aquella Barranquilla que se mecía en una decadencia socioeconómica que había de durarle algo más de un cuarto de siglo —finales del decenio de los 50, comienzo del de los 80, siglo XX— como consecuencia tanto del fracaso de su clase política como del silenciamiento de “las sirenas de fábrica y taller” que habían sido “rumor arterial de su existir”.
Era la Barranquilla escenario del matrimonio de dos prestigiosas figuras de la radio de aquellos momentos: Fernando Dávila López y Nancy Botello, cuya primera hija no sería María Patricia sino Sonovista Publicidad.
Era la Barranquilla —“emporio radial, con no menos de 30 estaciones a lo largo del dial”, escribió alguna vez Rafael Sarmiento Coley— de escasas empresas para la misión de una agencia de publicidad apenas naciente: Café Puro Almendra Tropical, Cervecería Águila, Tabletas 306, baterías Willard. Y pare de contar.
La génesis de Sonovista clamaba resultados y de entre la baraja empresarial de esos mediados del decenio de los 60, surgía una con carácter de destino obligado para intentar echar a rodar la agencia: Cervecerías Barranquilla y Bolívar —para entonces, con más de medio siglo de historia y propiedad de don Mario Santo Domingo, quien la había adquirido en 1933—, que producía las cervezas Águila y Germania… Y era llamaDa ‘Cervecería Águila’.
Nancy Botello de Dávila había sido imperativa al extenderle a su marido, Fernando Dávila López, la boleta de retiro de Época: “Tienes que encargarte de los clientes”. De los clientes que debían de comenzar a pautar en medios por intermedio de Sonovista Publicidad.
«Me fui para la Cervecería», dijo Fernando. «El que manejaba la publicidad era don Mario Santodomingo, propietario también de Diario del Caribe… Él creaba los textos… Pero yo había creado un montón de vainas, frases y en fin y se las expuse… Le gustó la cosa. Me dijo: «Eso está muy bien. Usted nos ha estudiado muy bien». Y me invitó a conocer la planta y el proceso…”.
Fernando bebió del producto, recién terminado de hacer. «Era refrescante, aunque un poco amargo», había de recordar.
Y tras el paseo por el área industrial y de vuelta a la gerencia, don Mario Santodomingo había de pedirle al visitante, quien aun cargaba la oficina en su maletín —Sonovista todavía era oficina itinerante—, una opinión sobre lo que acababa de beber. «Le dije que lo que yo sentí tenía una calidad muy refrescante. Me dijo que ese concepto era excelente, que no se podía trabajar en aquel momento, pero que en el futuro la cerveza se convertiría en algo refrescante. Seguimos charlando y don Mario soltó una idea suya: ‘Cerveza Águila, sin igual’».
Con Fernando íbamos andando senderos de recuerdos como se recuerdan. Y en esos caminos del pretérito, aparecieron la figura bonachona de Juancho Jinete Avendaño y la de Iván Ture, hijo de Miguel Ángel Blanco —‘Eme-A Blanco’, le decían y procedía de Costa Rica— el dueño de Emisora Atlántico… Iván Ture, de acuerdo con las precisiones de Fernando Dávila, era llave cerrada de Álvaro Cepeda Samudio…
Juancho Jinete, presentándosele de un momento a otro a Dávila López, le dijo: “Don Mario quiere que hables con Álvaro Cepeda. Tienes que reunirte con ‘El cabellón’ hijueputa ese”, que así le decía Juancho a Cepeda, sin detrimento del respeto, la admiración y el cariño que guardaba por este, por su amigo, su alterno.
Don Marío quería complementar o mejorar su eslogan ‘Cerveza Águila, sin igual’, y había pensado en el editor de su periódico, autor de genialidades periodísticas que estremecían a Barranquilla, incluido el término ‘bobales’ para identificar a los ‘lagartos del civismo’ que nunca habían de faltar en esa viña del Señor.
Para entonces y para siempre, al editor de Diario del Caribe había de gustarle los patios de árboles frondosos y en el de una tienda —que no era la que después sería ‘La tiendecita’ de historia y leyenda—, solía reunirse con sus amigos.
Jinete Avendaño —todo terreno, llevaba y traía gente— hizo montar en su carro a Fernando Dávila López y lo remolcó al encuentro con Cepeda Samudio.
«Estaban todos esos vergajos que se reunían a beber y botar corriente intelectual. Era un patio grande, pero hoy no preciso la dirección. Al rompe, el trato de Cepeda Samudio resultó altivo, como mirándome por encima del hombro. Me dijo que “me han dicho que tú eres publicista. ¿Es verdad?”. Le dije que no, que lo mío era algo que andaba por la calle… Y nos hemos sentado a tirar ideas. Y de pronto dijo: “Oye, a ese ‘sin igual’ de Cerveza Águila le falta algo”. El ambiente estaba cargado de humo con especial aroma. Mandó a buscar a Alfonso Fuenmayor, allí estaban Obregón, Iván Turi, un inmenso grupo de intelectuales… Y de pronto, volvió con su tema: “A ese ‘sin igual’ le falta algo… Y ya lo tengo: ‘¡Siempre igual!’… Cerveza Águila, sin igual y ¡siempre igual!”. Aprobación unánime».
Fernando había de relatar el pasaje como si hubiera ocurrido ayer. Edgardo Caballero no salía de su asombro. Yo había de recordarle a Fernando lo que hace algunos años dijo Heriberto Fiorillo sobre la autoría del eslogan, exonerando de responsabilidades a Cepeda Samudio y concediéndoselas todas a don Mario Santodomingo.
«Es una bomba lo que les estoy diciendo…», dijo Fernando. «¡Así fue como se concibió el famoso eslogan ‘Cerveza Águila, sin igual y siempre igual’!».
Y pasamos a otro tema:
—Para ti, Ferna —dije—, ¿qué representó Nancy, no desde el amor, que eso se sabe: es eterno, sino desde la publicidad?
«Era el complemento. Por eso duramos 53 años. Yo a veces no me atrevía, entonces ella decía: “Sí podemos hacerlo”, en plural. Cuando se me ocurría una locura, ella decía: “Vamos a hacerlo”, en plural».
—Era tu cómplice —dijo Edgardo.
—¿La época dorada de Sonovista cuál fue? —pregunto.
«Desde 1976 y durante 25 años… Hasta cuando, sobre algo que dijo Nancy —“¡Ya estoy mamada!”—, decidimos vender. En medio de nuestras labores, Eastern Air Line me había conectado con la más grande agencia publicitaria del mundo: la BBDO. Estos se interesaron por Sonovista, vinieron a Bogotá, y cualquier noche la negociamos: “Vale tanto”. Se fijó el precio y debíamos seguir hablando al día siguiente para finiquitarlo todo. Yo tenía un apartamento en Residencias Tequendama, frente al de Fuad Char, cliente de la agencia y mi amigo personal. Fuad se había enterado del negocio con BBDO, me buscó en mi apartamento y me dijo que yo no podía hacer eso, que Sonovista era una institución barranquillera, que cuánto me estaban dando… Le dije ‘tanto’ y él insistió en que debía quedarse en Barranquilla, que él estaba dispuesto a comprarla… Le dije que Sonovista era una organización grande, que tenía representación en Bogotá, que mantenía alianzas en Cali y Medellín y que necesitaba al frente a una persona que supiera mucho de esto. Dijo que quería que, con Sonovista entre sus propiedades, sus hijos y los hijos de Simón y los de Habib y los de Farid se metieran en esta vaina… Y compró».
…
El primer tanteo que le he hecho a ‘Don Fer’ para que, más allá del encuentro afectivo, dinamicemos un diálogo periodístico para El Muelle Caribe es del siguiente tenor: —¿Cómo es hoy la vida de publicista de Fernando Dávila López sentado sobre su larga experiencia?
«Tres mil quinientas carpetas…», dijo y dejó en suspenso el tema. Y se explayó —sin responder a mi inquietud primera— para sentar cátedra.
«¿Hacer publicidad? Uno tiene que sentir la publicidad. Y tener el olfato adecuado… ¡Y hasta ser brujo!… Un publicista tiene que visionar… Publicista que no tenga esa visión innata no sirve para esto… Uno lo ve en ese montón de ‘pelaitos’ egresados de las universidades que vienen, berracos, se hacen decir que son ‘el putas’, arrancan y a los tres meses tiran la toalla… De pronto, en medio de un motón, se salva alguno».
Yo hice parte de Sonovista y durante largo rato. Como ‘copy righter’, fui del ‘staff’ tanto en la calle 72, frente al Surí Salcedo, como en la calle 70 con carrera 53. A codearme y tutearme con el dueño de aquella voz que, a partir de las 9:00 de la noche me había hecho soñar despierto con mi vecina de mi misma edad —el erotismo ‘treceañero’, las hormonas hirvientes de pelao— gracias a su ‘Serenata galante’, hubo de llevarme Alberto Duque López. Y al recordárselo a Fernando, su reacción fue inmediata, incluso con ojos iluminados: “Alberto, ¡gran señor! Se mudó para Bogotá, pero siempre estuvimos conectados. Dejamos de vernos con la frecuencia de antes, pero muchas veces nos buscábamos. Viviendo él en Bogotá, durante el Festival de Cine de Cartagena, nos preguntábamos el uno por el otro y, algún año, no faltó el gracioso al cual yo le preguntara por Alberto y me contestara: “Ya él también preguntó por ti ¿Ustedes qué? ¿Son maricas?”».
Y, amigas y amigos, vamos con algunos nombres del aquel entonces de Sonovista Publicidad.
—Lucho Calderón.
«Estuvo con nosotros en plena cresta de Sonovista», dijo Fernando. «Tenía olfato, me lo llevaba para todas partes. En aquella época no había investigación de mercado, hoy día es facilito».
—Luis Samper.
«Yo iba a hacer grabaciones, en la voz de él, a RCN. Llevaba mi texto y él me insinuaba cambios y eran acertados. Hasta el día en que le dije: “Oye: ¿y tú por qué no te vas a trabajar conmigo?”. Y se vino a trabajar conmigo. Tenía lo que yo quería: vendedor, creativo, publicista nato».
Luis Samper, linda voz y muy creativo, no hay duda. Recuerdo una amanecida en Sonovista en medio de una campaña para Aerocondor. Mucho tinto, mucho cigarrillo y la búsqueda de un jingle para la empresa aérea. En medio del lento transcurrir de la madrugada, la genialidad de Luis Samper: “¿Adónde vaaas? Aerocondor te lleeeva…”. Pegó. Duró y perduró hasta que la aerolínea desapareció. En dúo con Lucho, alcanzamos a realizar un magazine en ‘Radio Tiempo’, una idea de él. Yo lo escribía, editaba cables internacionales dándole crédito a El Heraldo, y Luis Samper lo leía.
Otros nombres de aquella Sonovista de la 72: Myriam de Flórez, Carlos Flórez, Myriam Nieto, Hugo Sandoval, Gerardo Arce, Víctor Orozco, David Lacera, Ricardo Saray, Julio Bradford, Carlos Cuervo, Jenny Juliao, Oscar Rodríguez y otros cuyos nombres se escapan por entre la válvula del olvido. Mucho talento se integraba en la gran familia de la primera agencia de publicidad de Barranquilla y el Caribe colombiano en aquellas calendas.
Y tiene que venir a cuento una anécdota que me involucra: Se requería un jingle para Jabón Oro, que después de algunos años volvía a hacer publicidad. “Sale hoy o sale hoy”, fue el ultimátum de Nancy al grupo de creativos. Todo el mundo creaba en silencio, pero nadie decía nada.
Al día siguiente, sentado frente a una máquina Olivetti, dije: “¿Qué tal esta?” y, la verdad, como para salir del paso. “Suéltala”, dijo Nancy. Y la solté: “Las amas de casa, lo decimos en coro: lo mejor para lavar, Jabón Oro”… Y no tuve que esperar mucho tiempo para el Vo. Bo.: “Esa es”, gritó Fernando Dávila. Y “Las amas de casa, lo decimos en coro: lo mejor para lavar, Jabón Oro” sonó por muchos años en la radio de la región, sin distingo de estrato social.
A estas alturas de la historia, llegaba el momento de sumar a la inolvidable Esthercita Forero como una muy querida miembro de la familia Sonovista. Se requería un jingle para Rayol. «La llamé como en otras ocasiones», dice Fernando. «Le dije el propósito de mi llamada y la soltó de una: “Te pican, te pican, te pican los mosquitos…” Y sensación para los ejecutivos de Rayol y para la parrilla publicitaria de la radio local, regional y nacional».
De entre las importantes cuentas que manejó Sonovista, destaca la de ‘Eastern Air Line’, su llegada a Colombia. Sobre este particular, dos anécdotas. Una recreada por Fernando, la otra por mí.
—Recuerdo —le dije a Caballero— que nos exigieron pronunciar correctamente el nombre de la aerolínea, así no habláramos inglés. Era necesario que lo hiciéramos, debido a las frecuentes visitas de ejecutivos de la compañía a la agencia. ‘Istern Eirlains’. Así suena y así me tocó decirlo en varias ocasiones, casi mordiéndome la lengua.
La otra anécdota se dio a raíz del cóctel de presentación en sociedad en Barranquilla de la prestigiosa línea aérea. «Una locura», recuerda don Ferna. «Invitamos abiertamente al hotel El Prado y por allí desfilaron más de diez mil personas. El presidente de Eastern, impresionado, me decía: “Esto, gustarme mucho… Hay que atenderlos a todos”. Y la gente entraba, comía y se iba».
…
Dávila y Botello —y muchos varios miembros de aquel equipo humano— dejaron Sonovista y se encarretaron con Televista, programadora de Telecaribe.
—Televista, no hay duda, la programadora más exitosa del canal —dijo Caballero, que era ‘la voz en la sombra’. Su participación en los diversos programas la hacía en «off’: El show de Ley Martin, el de ‘Lencho de las Mercedes’, ‘El Sainete’, Noticiero Televista.
«Fueron quince años, antes de vender. Hicimos presencia de calidad», recordó don Fer. Y era tal la solidez de Televista, que llegó un momento en el que, prácticamente, producía tres informativos: TV Noticias y uno de fin de semana de Sergio Araujo: Cosmovisión, de Cartagena, hoy día, y desde hace más de 20 años, CVNoticias de Jorge Cura…
Hay ciertos intríngulis sobre estos asuntos que no venían al caso precisarlos. Y, entonces, jugó Caballero.
—También tengo que recordar mi anécdota —dijo Caballero, que no era convidado de piedra al reencuentro— e involucró a Myriam de Flórez… “¡Tienes que ir donde el oculista, no estás leyendo bien!», me dijo, regañona, porque, durante una lectura, le cambié dos palabras a su libreto. Y tenía razón.
…
Entones, llegó María Patricia a la oficina que nos acogía, la de su padre. La invité a dejarse tomar algunas fotografías y me contestó: “Las que quieras, las que requieras”. Y posó con Caballero, conmigo, con su padre, sola, en tríos… Y mientras, recordaba aquellas transmisiones en dúo con Caballero, especialmente las del Carnaval. “La bella y la bestia”, dijo Caballero.
“Qué alegría tenerlos aquí”, dijo sincera María Patricia.
Y teníamos que referirnos a la empresa, a Dávila Publicidad & Marketing. “Ella es la chacha”, dijo Fernando.
“Tratando de hacer la continuidad de mi papá y de mi mamá que, como digo yo, son insuperables. Lo que me queda de vida no ha de alcanzarme para hacer las locuras y berraqueras que estos manes, Fernando y Nancy, hicieron”, dijo ‘Maripá’. “Vengan con más frecuencia”, remató.
«Vengan, sí, como lo han hecho hoy, sin anuncios previos. Venga siempre que quieran, que mis amigos son mis amigos», anotó Ferna…
—¿Cómo es el manejo empresarial de Dávila Publicidad & Marketing? —pregunté.
«María Patricia tiene total libertad para ejercer lo suyo. En estos momentos, trabajamos separados. María Patricia allá y yo en esta oficina, mi cubículo. Aquí manejo mis vainas. Uno no debe hacerles sombra a los hijos».
—Y si te pregunta “¿papi qué hago?”, ¿tú qué haces, Ferna?
«Le digo: “Toma tú la decisión. Y que sea la acertada”. Hay que dejarlos que tomen decisiones. Y si la embarraste, hay que ver como la limpiamos».
María Patricia, María Fernanda, Fernando José y Juan Camilo son la prolongación de Fernando y Nancy.
«Total satisfacción con mis hijos. Todos han sido transparencia total, honestidad, que es lo más importante en esta vaina».
—Fernando Dávila López frente a las malas lenguas…
«Cuando los árboles dan buenos frutos, hay que tirarles piedra. Y cuando hablen de ti, hay que estar preparado y así se lo he enseñado a mis hijos. Es bueno, porque te da la fortaleza y te va creando un poder infinito: que cada día aceptes y comprendas las cosas que van surgiendo».
—¿Te sientes ya sobre el bien y sobre el mal?
«El mal lo inventa uno».
Reflexiono para mis adentros: ‘¿En este caso, qué habrá de representar el bien para este zorro viejo de la publicidad y la vida, para este hombre de 77 años, oriundo de Santana, Magdalena, y de padre samario?
“Puedes decir todo lo que te he dicho. Yo a nadie le había dado una entrevista así”, dijo Fernando como si hubiera adivinado mis cavilaciones
—Para Fernando Dávila López ¿qué es la amistad?
«Lo más sagrado…».
—¿Y la lealtad?
«La amistad significa todo eso. Han desvalorizado la palabra amistad. El valor de la amistad es muy grande».
—De por sí, la locución es hermosa: ¡AMISTAD! —apuntó eufórico Caballero—. Es más fuerte incluso que la hermandad. Muchas veces somos más cómplices del amigo que del propio hermano.
Invité a Fernando a una evocación en torno a Nancy y dice todo cuanto usé para darle —CAPíTULO I—comienzo a esta crónica-reportaje-entrevista de dos entregas. Y retrotraje aquello de que “de pronto Nancy me dice: «María Patricia está en un problema. ¡Ayúdala!». Y llamo a María Patricia y…”
—Ferna: ¿Causas para una ofuscación a tus 77 años?
«A estas alturas de la vida, nada me ofusca. He aprendido que la ofuscación es un producto de la mente. Los problemas están expuestos para que el hombre lo resuelva. No hay ningún problema que el hombre no pueda resolver. Y aprendí de un judío que me decía: “Cuando los problemas no los puedas resolver, déjalos que ellos se resuelven solos”. Y funciona».
—Aun no me has dicho ¿cómo es hoy la vida de publicista de Fernando Dávila López sentado sobre su larga experiencia? —le reclamé, recordatorio…
«Esto», y con su dedo índice derecho hace parábola en el aire mostrando la variedad de elementos que se concentran en su oficina —algo así como una referencia gesticular para precisar aquello de las 3.500 carpetas—, hasta terminar señalando, como queriendo puyarlo, el computador: «Hoy soy asesor empresarial»”.