Por intermedio de la periodista Irama Rodríguez —fiel a este magazín—, contamos esta vez con una crónica de la poeta Damaris Castro Ospino dedicada a su terruño, Santa Catalina de Alejandría, Bolívar, y su tradición.
CRÓNICA AL MUNICIPIO DE SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA
Con propia y rica historia
Por Damaris Castro Ospino
Esta crónica es un sencillo homenaje a esta tierra que, como asentamiento humano, nació un 2 de Julio de 1744… Santa Catalina, ubicado en el departamento de Bolívar, a 44 km al noreste de Cartagena de Indias. Es, junto con Cartagena, el único municipio del departamento que tiene frente costero.
Santa Catalina de Alejandría
Parece que el color naranja del gigante girasol, dejó sus rubores en estos callejones de arena escarchada. Nací aquí, en ‘Catana’, tierra a la que así llaman por el cariño entrañable que despierta. Muchos me preguntan de dónde proviene este nombre, fácilmente les contestó, catana era un alfanje —arma blanca— que empleaban los indios en algunos pueblos y puede decirse también, que es un sable de origen japonés, pero personalmente, prefiero quedarme con la espada del Espíritu Santo, que representa la palabra de Dios para resistirnos a todo lo malo. Aclarando las inquietudes, puede decirse que, de su seudónimo, Santa Catalina de Alejandría tiene su propia historia.
En mi ‘Catana’ del alma se siente
Entre las brisas de verano, el olor de las salinas, ese zircón guardado en Galerazamba, un ángulo mágico donde se inició la combinación de un acervo cultural, conformado por cinco corregimientos: Galerazamba, Pueblo nuevo, Colorado, el Hobo y Loma de Arena. Sus habitantes conservan el regionalismo intrínseco de los abuelos, pescadores, con ilusiones dentro de una atarraya, que se sumergen en la ensenada seductora donde flota el canto de las flechas del cacique Zamba. En la esmeralda de su vegetación, los campesinos llenan sus bultos de esperanza para pasear entre sus anhelos el ímpetu de una tierra sagrada.
Pueblo Nuevo, imponente con la diversidad de sus manglares… Colorado con todos sus vecinos visten la pureza y la honradez, esa que un día le permitió a la India Catalina decir: «He estado con el dicho Pedro de Heredia mucho tiempo y he sido su criada, pero no por eso dejaré de decir la verdad».
Santa Catalina de Alejandría tiene dones que inspiran Libertad. Nació un 2 de julio de 1744 cuando se ordenó, por parte de Sebastián de Eslava, ubicar a los vecinos libres en este histórico terruño, localizado al norte del departamento de Bolívar. Lleva su nombre en honor a la imagen de Santa Catalina de Alejandría. Catalina, procede del griego Kataros, que quiere decir “puro”.
Una mártir con elocuencia y una diosa con esencia
El emperador Maximiano en el siglo IV se opuso rotundamente a su doctrina. Siendo virgen, de excelente sabiduría y casta, fue sometida al martirio, mediante una rueda con pinchos filosos, la que se despedazó al tener contacto con la joven. No contento con esto, el emperador la mandó a decapitar y de su cuello manó leche. Santa Catalina es protectora de los estudiantes, navegantes y modistas. Patrona de los castañeros y castañeras. Su día lo celebran el 25 de noviembre.
En ‘Catana’ aun se conservan sus tradiciones, se realizan las novenas y sus feligreses procuran con esmero salir a caminar la procesión. Pero antes de sacar a la Virgen ocurre otro acontecimiento majestuoso y significativo, se trata de la salida de la ‘diosa’. Este evento fue creado por una excelente mujer que merece ser siempre recordada: Carlina Coneo Franco, a la que popularmente la llamaron ‘seño Carla’ —Q.E.P.D.—, quien nos dejó un gran legado: cada año se debe escoger una adolescente del pueblo y se turnan por barrios, a quien corresponda: barrio arriba, barrio abajo. Los miembros de la junta organizadora deben seleccionar a la joven doncella, que conserve las virtudes requeridas para ser diosa, entre las cuales podemos mencionar el ser hogareña, respetuosa y juiciosa, la que, con permiso de sus padres, saldrá vestida de fantasía bajo la luna del alba, vestida delicadamente con atuendos finamente escogidos por su admirable diseñador Nilson Pérez. Todos los vecinos y familiares aportan con actividades, rifas, bailes en las semanas anteriores para adornar la carroza, que saldrá a las cuatro de la mañana. El sonido de los voladores avisa a toda la comunidad, que pronto saldrá el recorrido.
Recorrido de la ‘diosa’
Cuenta la historia que en estos lugares cercanos a la Ciénaga del Totumo habitaba la etnia Mocaná que quiere decir ‘sin plumas’.Los indígenas por naturaleza adoraban a la lumbrera menor —Luna—, la que representa a Selene, en las antiguas mitologías, la cual era la mujer responsable de orientar las siembras. Hoy por hoy nuestros campesinos tienen en cuenta las fases lunares para los cultivos. Es una inspiración que hace alusión al desfile de la diosa.
El jolgorio de la música de viento despierta a todo aquel que quiere esperarla en la puerta de la casa o en alguna esquina con maicena y trago. El baile no da espera, las comparsas van delante, los miembros de la casa de la cultura hacen presencia, brindando su apoyo —no se equivocó la seño Carla, en crear este evento maravilloso que se fortalece y trasciende nuestra cultura a las nuevas generaciones—.
Santa Catalina de Alejandría te atrae los sentidos con su indescriptible sabor y olor a las almojábanas y carisecas. Un ejemplo de ello es la admirable entrega del profesor Moisés Marriaga, quien ha dado gran parte de su vida a la investigación de nuestro folklore. De esta tierra de voces resilientes, que aún conservan la luz del mediodía, esa que alumbra la calle larga desde la Cruz, Carrizal, Paseo el mercado, Rondón y Cajagual muy resplandeciente.
Gente llena de fe, que permanece fiel a su patrona la Virgen de cabellera azabache, vestida de un rojo cardenal con cintas doradas. Los jóvenes estudiantes rezan sus novenas para recibir inteligencia y las mujeres solteras un buen esposo.
Desde niña mi madre me enseñó su devoción. Este 2 de julio de 2022 mi pueblo cumple 278 años y se vive la misma tradición en cada una de sus calles y los recuerdos brotan a raudales por mi memoria: veintiocho girasoles y varios claveles rojos forman el arco de su carruaje, una corona dorada adorna su cabeza —alusión a su linaje—, en sus manos lleva la palma —emblema de la poesía y las letras—, la espada-martirio, el libro-sabiduría, vestido rojo-mártir. En sus pies llevaba lirios de color lila, con flores blancas, naranjas y amarillas.
Eran las ocho de la mañana de ese santo día, y por causa de la pandemia se organizaría la misa a campo abierto, la cofradía como hormiguitas se disponían a organizar las sillas en el parque central con una alta tarima con sillas muy elegantes de madera torneada, para esperar la visita de Monseñor quien en su intervención preguntó:
—¿Cuál es el gentilicio de ustedes?
Todos en coro respondimos: «¡Cataneros!».
Mientras se expresaba, se lucían los paraguas abiertos ante la luz esplendorosa de los rayos del día, pero su brillo se apaciguaba al escuchar los cantos interpretados por los jóvenes del coro carismático, con instrumentos de percusión, agradable al oído. Todo estaba muy organizado, los miembros del grupo de su devoción vestían uniformes blancos con rojo, estaban atentos para que ninguno quedara en pie. Destaco algunas mujeres entregadas a este ritual: María Ramírez, Aleida Camacho, que se paseaban brindando atención a todos los que llegaban puntual a ese encuentro anual. Al lado izquierdo de la tarima se encontraban las maestras Eulalia Castro y Erminda Cañate, vestidas de blanco espuma, con encajes de guipiur, eran las encargadas del ofrecimiento del pan y vino. Pronto se terminaría la primera misa porque la próxima iniciaría a las diez de la mañana dentro de la iglesia, ya que el sol desplegó con su reluciente brillo. De repente Monseñor dijo:
—Ayer, oramos para que cesara la lluvia, parece que nos pasamos.
Todos sonreímos.
En cada punto cardinal de la tarima se encontraba en la parte de abajo un sacerdote, entregando la hostia, en filas organizadas: cada uno extendía el cuenco de sus manos y, tras recibirla, se la llevaba a la boca. En la paz del Señor todos salieron con el mismo orden después de la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Luego sonaron los voladores y la banda interpretó algunos porros en el parque central, y en horas de la tarde se realizaría la procesión: el sacerdote la presidía en compañía de las niñas y adolescentes vestidas de Santa Catalina. Se escuchaba gritar: «¡Viva Santa Catalina!».
¡Qué viva!
Inicié el paso, con la romería. A lo lejos vi un par de jovencitas vestidas de color verde que caminaban descalzas, me les acerqué y les pregunté:
—¿Por qué van sin zapatos?
Me respondieron que estaban pagando una manda. La que llevaba el niño de dos años en brazos, me contaba que recibió un milagro de vida, su hijo por quebranto de salud, por poco muere.
La otra joven, sin que le importara introducir sus pies en las charcas de agua en las calles, caminaba firme entre las piedras con una vela encendida tomada de la mano derecha. Miraba fijamente a la patrona. le hice la misma pregunta; me respondió: «Mi marido no tenía trabajo, hoy está en una empresa, se lo debo a Santa Catalina de Alejandría».
Seguí mi caminar recordando las costumbres de niña con mi madre. En una estación que se hizo cerca a la parada me encontré con Minga y su hijo Yamil González, con un fuerte abrazo, no pude evitar nostalgias… Darcy, madre de mi amiga Maryuris, me regaló una estampa con su imagen y Mari Luz, me obsequió una vela blanca, la que se derritió como mis lágrimas cada vez que evoco ese terruño que adoro.
Aquí hay personalidades sobresalientes entre las que puedo mencionar a Dalis Córdoba Nieto, una excelente Gestora Cultural; Antonia Ramírez, Hernando De la Hoz, la dinastía de los Ramírez, excelentes músicos y cantantes, médicos, emprendedores, sabios pescadores, deportistas, profesores, locutores, periodistas y escritores.
La esencia sigue intacta, podrán pasar los años, nunca olvidaré de dónde vengo.
Salí de una tierra donde las madres enseñan el respeto y la consideración por lo
nuestro
Viva Santa Catalina de Alejandría.
Parece que el color naranja del gigante girasol, dejó sus rubores en estos
callejones de arena escarchada. Nací aquí, en ‘Catana’, la tierra que por cariño
entrañable la llaman. Entre sus brisas de verano trae el olor de las salinas, ese
zircón guardado en Galerazamba, ángulo mágico donde se inició la combinación
de un acervo cultural, sus habitantes conservan el regionalismo intrínseco de los
abuelos. Pescadores con ilusiones dentro de una atarraya, que se sumergen en la
ensenada seductora donde flota el canto de las flechas del cacique zamba.
En la esmeralda de su vegetación, los campesinos llenan sus bultos de esperanza
para pasear entre sus corregimientos con el ímpetu de una tierra sagrada.
Pueblo Nuevo, imponente con la diversidad de sus manglares, colorado con todos
sus vecinos conserva la pureza y la honradez esa, que un día le permitió a la India
Catalina decir.
Esa misma verdad, que se necesita urgente para mejorar la calidad
de vida de nuestros territorios.
“He estado con el dicho Pedro de Heredia mucho tiempo y he sido su criada,
pero no por eso no dejaré de decir la verdad”.
Declaraciones de la India Catalina en el juicio de residencia
Imagen destacada: Volcán del totumo y la imagen de Santa Catalina de Alejandría.