¡Vaya enemigos!

¡Vaya enemigos!

La Tierra avanza hacia la sed total… Con recursos hídricos finitos, la industria textil y la ganadería industrial abusan del consumo de agua dulce… Mientras, a millones de seres humanos no les llega preciado líquido.

ROPA Y ALIMENTOS… ¡ACABAN CON EL AGUA…!

Con enemigos así… ¡Apague y vámonos!

8.000 productos químicos para que un par de pantalones vaqueros se vean como “desgastados”… Para un solo kilo de queso se requieren ¡5 mil 605 litros de agua!, mientras que un solo litro de leche de vaca equivale a cerca de 628 litros de agua… Toma nota.

Por Inocencio De la Cruz

Son ocho mil productos químicos los que, al ser empapados en agua, hacen que un par de pantalones vaqueros luzcan como si estuvieran “desgastados”.

Y verdad irrefutable es que el queso, los peces de cría, los crustáceos como las gambas y la carne de vaca son algunos de los alimentos que requiere altísimas cantidades de agua en su producción.

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA, sólo el tinte textil —blanqueo, teñido y acabado— es el segundo mayor contaminante del agua del mundo.

Enfrentamos, pues, el deplorable ‘aporte’ de la industria textilera al deterioro progresivo y sostenido del medio ambiente, en especial sus cuerpos de agua. Industria dañina que consume, cada año, unos 215 billones de litros de agua dulce. ¡Billones!

Las estadísticas precisan que de esos 215 billones de litros del preciado líquido, un 21 por ciento se emplea en la producción de materias primas: riego de cultivos de algodón, al tiempo en que un 24 por ciento es destinado a los procesos de blanqueo, teñido y acabado. Se denominan “tratamientos húmedos”.

Cifras escandalosas, escalofriantes, que ubican al pantalón vaquero como un enemigo mortal del hombre, así este los luzca cada vez con vanidosa persistencia.

Sales, metales pesados, toxinas cancerígenas y tintes lleva esa combinación letal, la cual afecta no sólo a los propios trabajadores del sector textil del mundo entero, sino que contamina valiosas fuentes de agua potable. Y más cierto aun: algunos de estos productos son muy tóxicos y, a menudo, se pretende eliminarlos sin el tratamiento adecuado.

Según minucioso informe mundial de la Fundación Ellen MacArthur, anualmente se vierte al océano el equivalente a más de 50 mil millones de botellas de microfibras de plástico procedentes del lavado de productos textiles.

Al mal tiempo —a la carencia de agua—, buena cara. Y hermosa sonrisa desde la inocencia.

Pero el asunto no muere ahí, porque después de su compra e ingreso a los hogares, la ropa sigue dañando silenciosamente al medio ambiente.

Ese conjunto de circunstancias o factores físicos y biológicos que rodean a los seres vivos e influyen en su desarrollo y comportamiento —el medio ambiente—, también padece enorme afectación ‘gracias’ a la ‘alimentación’ del humano.

Según la ONG internacional Sinergia Animal, el queso, los peces de cría, los crustáceos como las gambas y la carne de vaca son algunos de los alimentos que consumen altísimas cantidades de agua en su producción. Y partamos de un alarmante ejemplo: para producir un solo kilo de queso se requieren ¡5 mil 605 litros de agua! mientras que 1kilo de tofu —‘cuajada de soya’— requiere solamente 149 litros, una cantidad 38 veces menor. Gracias a su calidad proteica y ser un buen sustituto de carnes o quesos, el tofu es utilizado en dietas veganas y vegetarianas.

Un dato más: un solo litro de leche de vaca equivale a cerca de 628 litros de agua, indispensable elemento que, junto con el saneamiento básico, tiene categoría de derecho humano fundamental desde 2010, cuando así lo reconoció la Organización de las Naciones Unidas, ONU.

Sí: la industria textil mundial absorbe cada año unos 215 billones de litros de agua dulce, mientras millones de seres humanos sobre la tierra no tienen acceso al preciado líquido —mucho menos al saneamiento— y todo apunta a que cada vez será un recurso más escaso. Un ejemplo palpable lo tenemos en Colombia a la vuelta de la esquina: la zona más septentrional del país, territorio Wayuu, no tiene agua potable a pesar de que la península se mete altanera al océano, al mar Caribe.

Crece un propósito: convencer a la gente para que deje de llevar a la mesa productos animales. Que le digan “no” a un
asado y “sí” sí a un plato de vegetales, con tofu.

Así pues, que el logro industrial de los yines o vaqueros “desgastados” junto con buena parte de los insumos que requiere la producción de la alimentación humana se yerguen como enemigos mortales del medio ambiente y, por ende, de la vida.

El agua dulce enfrenta pues, un desmesurado uso industrial, mientras a ella se le vierten, indiscriminadamente, infinidad de residuos químicos que pueden crear zonas de muerte y dañar la vida marina. Lo cual representan una amenaza para la salud humana cuando son consumidos por medio del agua o la comida contaminadas.

Si algo caracteriza al mundo desde mediados del siglo XX es la institucionalización, por parte de la ONU, de ‘Días internacionales’, poderoso instrumento para la conmemoración y la promoción de causas que atañen a la humanidad. En el listado, el Día Internacional del Agua, se marca el 22 de marzo.

Se pretende que con cada día internacional «las organizaciones y oficinas del sistema de las Naciones Unidas y, lo que es más importante, los gobiernos, la sociedad civil, el sector público y el privado, las escuelas, las universidades y, en general, los ciudadanos, hagan de esas fechas un trampolín para actividades de sensibilización».

«El agua es un recurso finito, si queremos salvarla, tenemos que empezar a hacer cambios tanto a nivel industrial como en nuestros hogares», dice la vocera para Colombia de Sinergia Animal Karen Andrea Reyes. «Alimentarnos con una dieta basada en plantas es una de las opciones más accesibles, porque cada vez que consumimos productos de origen animal, estamos incrementando nuestra huella hídrica exponencialmente», sugiere.

El propósito que surge es convencer a la gente para que deje de llevar a la mesa productos animales, precisa Karen Andrea.

Agua que no has de beber, déjala…

Al respecto, la Red de Huella Hídrica sostiene que adoptar, durante solo un mes, una alimentación basada en plantas en Colombia, puede ahorrar hasta 1.317 litros de agua, el equivalente a tomar 10 duchas de 15 minutos de duración.

Según la vocera de Sinergia Animal, la no asociación de los productos animales con el excesivo uso de agua representa un desafío. “Cuando las personas compran un pedazo de queso en el supermercado, probablemente no piensen en el derroche de un recurso tan preciado como el agua, sin embargo, deberían hacerlo”, dice.

Además de las grandes cantidades de consumo de agua dulce, la industria ganadera también es responsable de contaminar los cuerpos de agua con la escorrentía desde las tierras agrícola — escorrentía, proceso básico en el ciclo del agua— y los residuos de pesticidas.

El uso de antibióticos en la ganadería industrial intensiva también se ha relacionado con deshechos de origen animal que contaminan aguas subterráneas, por cuanto, de acuerdo con la Unesco cuando precisa que «se ha documentado una prevalencia generalizada de bacterias resistentes a los antibióticos a escala mundial».

Y una píldora más en torno a acciones dañinas contra el agua: mientras que el lavado de textiles representa el 3,2 por ciento de todo el plástico que se pierde en el medio ambiente, las redes y artes de pesca contaminan el doble: 7,2 por ciento.