Eduardo García Martínez exhorta a presentarle formalmente al presidente electo Gustavo Petro las aspiraciones de la Región Caribe para buscar superar sus críticas condiciones en diversos aspectos y forjar desarrollo armónico y una vida digna.
Petro y el Caribe
Una de las estrategias finales contra Gustavo Petro en las elecciones que ganó el pasado 19 de junio fue desarraigarlo del Caribe, negarle su condición de hijo de Ciénaga de Oro, hacerlo ver como un hombre del páramo, mentiroso, alejado de los legítimos intereses de la gente de su región. Fue patética la aparición del senador Jorge Robledo exhibiendo un documento de identidad del líder del Pacto Histórico, buscando convencer de que su verdadera patria chica era Zipaquirá. Cursi, por decir lo menos, en un político de buen talante como Robledo, que dejó ver los entresijos de su enconado rencor contra Petro.
Algunos colegas nuestros también se han empeñado en sostener que “hay necesidad de caribeñizar a Petro, porque mantiene un sesgo hacia esta región”, confundiendo su persistente ataque a los clanes políticos del litoral con un presunto desafecto del ahora presidente, por los ciudadanos del Caribe, que entre otras cosas votaron en masa por su propuesta. Como candidato presidencial, Petro presentó un programa de gobierno para todos los colombianos y las regiones, incluyendo el Caribe, tienen lógica cabida en esa hoja de ruta trazada para cuatro años de gobierno.
El nuevo mandatario tiene conocimiento amplio de las necesidades y fortalezas del Caribe colombiano. Ahora toca presentarle formalmente sus aspiraciones para buscar superar sus críticas condiciones en materia de pobreza, desigualdad, salud, educación, saneamiento básico, desarrollo agrario, infraestructura vial, medio ambiente, corrupción, servicios públicos, entre otros. El Encuentro de Casa Loma elaboró un buen documento al respecto.
La lucha por la regionalización y los intereses del Caribe debe tomar ahora un nuevo derrotero, sabiendo que en la Casa de Nariño hay un presidente nacido en su territorio. Esto requiere de una dirigencia más comprometida con la conveniencia regional, en lo que se ha fallado de forma ostensible en los últimos tiempos, cuando la clase política prefirió otros lares en detrimento de la región.
El Caribe necesita construir una dinámica dirigencia política, empresarial, académica, cultural, periodística, comunal, campesina, capaz de llevar la vocería de más de 10 millones de personas y luchar de forma entusiasta y transparente por sus intereses. Hace más de un siglo buscamos ser una región verdadera, no solo soñada, pero el centralismo y otras razones endógenas lo han impedido. Sí tenemos presidente Caribe, la oportunidad está tocando a la puerta, no la desperdiciemos. Podemos ser la región más importante de Colombia, por todo lo que es y representa, si tenemos decisión, unidad y acción para lograrlo.