Un homenaje

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Un homenaje

Apoteósico homenaje rindió el Coro Nacional a la memoria de Escalona el pasado lunes 13 de mayo en Valledupar. Ahora surgen voces que claman por un tributo a ‘Don Toba’.

Imagen de portada: Rafael Escalona y Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, alumno y maestro en el arte de componer hermosas canciones vallenatas.

‘DON TOBA’ SE SOBRA EN REQUISITOS

En busca de una exaltación al legado
de Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez

Por Inocencio De la Cruz

Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez y su pariente Gustavo Gutiérrez. Foto tomada de panoramacultural.com.co.

Nadie jamás podrá minimizarle méritos a ‘Don Toba’.

Y eso de que Rafael Escalona es el número dos después de él —de Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez— no es tema de discusión, como tampoco lo es el hecho de que el podio lo complemente Leandro Díaz.

Que por ahí, mucho menor en edad que aquellos tres, ronda la inspiración de Gustavo Gutiérrez Cabello, con tanto lirismo como el de ‘Don Toba’, Escalona y ‘El ciego de oro’.

Por estos días de intenso calor en el Valle y su entorno, han surgido voces que acusan de olvido a entes gubernamentales y culturales valduparenses frente a la egregia figura que nació en Valledupar y le regaló al mundo hispano una canción que jamás ha de faltar en la víspera de año nuevo.

Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez vio la luz por primera vez en la capital del Cesar, se crío en Patillal —cuna de Escalona—, vivió por más tiempo en el Copey que en su terruño y murió en Barranquilla, ciudad en la cual transcurrieron sus últimos tres años de vida.

En esta foto tomada del Facebook de la Fundación Festival Indio Tairona, aun no era llamado ‘Don Toba’…

Quizás esa itinerancia sea vista como un auto-desarraigo, una decisión voluntaria de ‘Don Toba’ de desvincularse de sus raíces sociales y familiares, no así de las culturales porque desde su finca de Copey, ‘El otoño’, compuso la inmensa mayoría de sus temas, entre ellos, los mejores de su repertorio, que los primeros —para no dejar de mecernos en la teoría de un supuesto desprendimiento motu proprio de su tierra natal— las compuso en Medellín, allá por 1926.

Cuando por estos días se ha hablado de flagrante olvido al autor de ‘Callate corazón’ —ayer lloraba por verte/, hoy canto porque te vi—, surge la queja de que en Valledupar no hay nada tangible que exalte el aporte de Pumarejo Gutiérrez al folclor vallenato, ni siquiera una pieza de metal con la cara del compositor grabada en alto relieve, mucho menos estatuas o memoriales que lo honren en su tierra natal.

Tangible no hay nada que lo recuerde, dicen, pero su recuerdo sí perdura en la memoria de sus conterráneos —contemporáneos que le sobreviven, los que siguen y los de ahora— y numerosos habitantes del allende las fronteras vallenatas.

Basta con escuchar: «La víspera de año nuevo/ estando la, noche serena/… La víspera de año nuevo/ estando la, noche serena/…  Mi familia quedó con duelo/, yo gozando a mi morena/… Mi familia quedó con duelo/, yo gozando a mi morena/»… Basta con escuchar esos cuatro versos en musical bis para saber que, gracias a quienes interpretaron su letra, el legendario ‘Don Toba’ revive cada fin de año y no está anclado en un mar de olvido.

Queda la sensación de que el sentido homenaje con que el Coro Nacional de Colombia honró —la noche del viernes 13 de mayo pasado— la memoria de Rafael Escalona Martínez es el principal motivo del reclamo de un tributo también para ‘Don Toba’.

El Coro Nacional —entre esas voces, la del vallenato Ernesto Fabio Angulo Almenárez— en su homenaje ‘Escalona Inmortal’.

Así las cosas, vale anotar que un homenaje a quien fuere no es una obligación de nadie, sino un acto voluntario y simbólico por parte de una autoridad de gobierno, una institución cultural o la misma familia. Cualquiera de los tres, o los tres juntos, puede o pueden desear rendir respeto, admiración o reconocimiento al que consideren que llena requisitos para ello.

Particularmente pienso que el auto-desarraigo de ‘Don Toba’ puede haber influido notablemente no tanto en un olvido sepulcral de su nombre como sí en la dejadez o falta de interés o la desatención en la proyección y organización de un homenaje póstumo para quien, indiscutiblemente, se lo merece.

Olvido no hay, porque nada fácil resulta no saber el nombre de quien —así sea en la voz aguardientosa y nasal de Guillermo Buitrago o en la grupal de ‘Los 50 de Joselito’— pone a bailar a todo el mundo desde el momento mismo en que comienzan a correr los días de diciembre hasta llegar a la medianoche del último día del año.

Casi 30 años después de su muerte —le llegó el 8 de abril de 1995, cuando vivía en Barranquilla— se suscita ese interés por una exaltación pública y masivamente compartida a la memoria de quien hubo de casarse en dos ocasiones —había enviudado— y engendró 16 hijos, ninguno de ellos con su vena creativa-musical.

Entrado en años, durante el matrimonio de su hija Lety en Barranquilla, ‘Don Toba’ cantaba ‘Callate Corazón’. Foto tomada del diario ‘El Pilón’ de Valledupar.

Clamar por un homenaje al autor de ‘Mírame’ —Mírame fijamente hasta cegarme/, mírame con amor a con enojo/, pero no dejes nunca de mirarme/, porque quiero morir bajo tu ojos—, clamar por un tributo para él, está más que bien, no hay duda.

Pero debo manifestar que desde el mismo seno de la familia de ‘Don Toba’ se ha observado, por casi tres decenios, una falta de gestión en procura de promover modos que engrandezcan su legado —más allá del patrimonio inmaterial que él mismo dejó como herencia—, lo cual no es difícil de lograr si se recurriera, por ejemplo, a la creación y puesta en acción de una fundación con su nombre.

Que el mejor ejemplo de este ejercicio lo aporta la fundación ‘Rafael Escalona Martínez’ que preside la comunicadora social-periodista Taryn Escalona Gil, ‘Colibrí’, quien, en un lapso de cinco años, ha logrado llenar en dos ocasiones la plaza Alfonso López de Valledupar con sentidos homenajes musicales a su padre, en sendas conmemoraciones del día del fallecimiento de quien residía en Bogotá, pero nunca dejó de hacer presencia en Valledupar, jamás se desligó de su entorno social y familiar, mucho menos de la actividad musical, bajo el rótulo vallenato.

Haber logrado el desplazamiento hasta Valledupar de las mejores ochenta voces corales de Colombia para que, con tal formato musical, invadieran por una noche la meca del merengue, el paseo, la puya y el son —que se acompasan con caja, guachara y acordeón— no es otra cosa sino una resultante de grandes esfuerzos y acertadas exposiciones argumentativas.

Taryn Escalona Gil, motor del homenaje conmemorativo de los 15 años de la muerte de un ‘Escalona Inmortal’.

Y haber organizado el montaje final, la puesta en escena del Coro, ponerlo en concierto, solo fue posible porque Rafael Escalona Martínez tiene una hija que, más allá de amar a su progenitor, es dueña de unas inmensas ganas de reiterar cada vez que pueda que Escalona —el alumno de Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez— “¡es Inmortal!”. Una hija que en la cristalización de sus ideas cuenta con el apoyo de otro hijo de Escalona: su Jr., Rafael.

Gracias a esa gestión de Taryn, los asistentes al concierto no podían salir de su asombro al apreciar que un cuarteto de voces de las 80 en tarima, voces corales, les estaba ofreciendo un derroche de sonidos que semejaban la caja, la guacharaca y hasta el acordeón “en aquella noche mágica que les dio la oportunidad de cantar ‘El mejoral’ de una manera jamás escuchada”, de acuerdo con relato de la periodista Alba Quintero Almenares en el diario ‘El Pilón’ de Valledupar.

Y bien, apreciados reclamantes: sin rasgamientos de vestiduras, pues, a proyectar, organizar, montar y ejecutar un acto en honor a ‘El patriarca del vallenato’, ‘Don Toba’, con el compromiso no tanto de que alcance las mismas dimensiones del del 13 de mayo en la plaza Alfonso López —‘Escalona Inmortal’— sino de que lo supere, que si no es en la plaza, que sea a donde fuere.