En el centro, Dios

En el centro, Dios

Discurrir de días con espíritu navideño y remezón de recuerdos y, en medio, el encuentro —colegas-amigos-Dios en el centro— Jorge Medina Rendón-José Orellano. Enriquecedora experiencia que, inicialmente, era para tres.

Imagen de portada: la tarjeta navideña de El Muelle Caribe para sus amigos y seguidores, con mucho afecto, con amor.

ENCUENTRO EN UNICENTRO

Enriquecedora experiencia

Por José Orellano

Durante 69 años —la evoco vívida, año tras año, desde mis 4 de nacido— la Navidad, después del Carnaval, ha sido fecha ansiada por mis emociones en ebullición recorriendo todo mi cuerpo, en especial aquellas que me han mecido en el amor y la felicidad, muchísimo más allá del mero aporte de Eros.

Por muy difícil que hubiese estado la situación financiera y por muy resquebrajadas que, en sus correspondientes momentos, se hayan encontrado las relaciones de pareja —que, como es bien sabido, cultivaron y parieron mi prolija prolongación genética— la Navidad siempre ha guardado, para mí, luz y magia.

Bajo tal influjo, en solitariedad o muy bien acompañado, borracho de ron o ebrio de dicha, en casa o lejos de ella, mi conceptualización de la paz, el amor, la alegría y el deseo de prosperidad para todos —no en una mera reducción del solo decirlo por decirlo, o escribirlo— dimensionada hasta el infinito, ha marcado mi humano discurrir por mis tantos años de vida, untado de Navidad. Aunque nadie quita que, excepciones que confirman la regla, le haya fallado a mi entorno familiar en más de una ocasión.

Ante los caminos oscuros que, física, presencial, emocional, económica, irreal o imaginariamente haya debido o deba o pueda transitar, o tenga que hacerlo durante el ambiente decembrino —solo repetible en el décimo segundo mes de cada año— he optado u opto por atiborrarlos, desde lo más sublime de mi imaginario, de destellantes luces verdes y rojas, los colores proverbiales de la Navidad, mismos que están bien arraigados en el relicario de mis recuerdos, aunque las circunstancias me hayan llevado o me lleven, ya en lo físico, al uso del azul o el dorado o de toda la gama del arco iris, subliminal para la diversidad, asociándola con la Navidad.

Yorg y Jou en Juan Valdez de Unicentro: cuatro tintos para dos y ¡vaya conversa!

Estos días tendrán por siempre —en mi caso, desde noviembre de 1950 hasta la presente— un aura muy especial que no alcanza a tener ninguno de los otros días del año. Y ante ello, debo agradecerle a Dios que, bajo tal premisa, me haya permitido el reciente encuentro con el colega y amigo del alma Jorge Medina Rendón, encuentro programado que tuvo lugar, este jueves 21 decembrino, en Unicentro-Bogotá. Habían de ser casi cuatro horas de un transcurrir que se iba yendo rápido entre el diálogo, la fraternidad y la espiritualidad con un Yorg desbordante de sabiduría, lo digo sin ambages: Yorg, que así sintetizo su nombre con apellidos y todo, y él me corresponde con un Jou.

Un Jorge Medina Rendón desbordante de sabiduría, que así se proyecta, día a día, mediante mensajes-reflexión de su autoría: pensamientos que cada mañana comparte con sus amigos por WhatsApp y otras redes sociales. Y que, religiosamente, leo y bebo, bajo su propósito definido.

Cada mañana, al WhatsApp de sus amigos, Jorge Medina Rendón envía este tipo de mensajes.

Tal encuentro —¡enriquecedora experiencia!— se trató de un trascurrir del tiempo sin pendientes ni prisas que nos paseó por ‘Juan Váldez’ en cuatro tintos bien conversados, por ‘El corral’ en almuerzo y por el ‘Café illy’ en sobremesa, cálido y amañador sitio en donde cerramos nuestro beneficioso compartir prenavideño.

A Yorg —menor que yo 6 o 7 años— le escuchaba embelesado sus reflexiones, sus anécdotas profesionales y personales, sus sugerencias, sus chistes, con la certeza plena de que estaba frente a un hombre dispuesto a escuchar y a hablar, a abrir su corazón, a entregar amor y a estrechar relación sin que su interlocutor se sintiera expuesto a la censura, al rechazo, al maltrato, al golpe bajo y percibí, entonces, que allí, en cada palabra, en cada risa, en cada suspiro, en cada gesto de Yorg, con Dios en el medio, había una infinita demostración de lealtad. A este nivel de la amistad he llegado con Jorge Medina Rendón, luego de que, desde hace más de un año, superáramos en conjunto un mutuo malentendido que puso en aprietos —me distancié de él por algo más de dos años— una relación que se remonta a los albores del decenio de los 80, cuando tuvo su génesis en la sala de redacción de El Heraldo en ‘Medio paso’, inmediaciones de la Catedral Metropolitana de Barranquilla.

Se conversó sobre el amor y la entrega a Dios, a la Santísima Trinidad, el amor al prójimo —darle de comer y no dinero, por ejemplo—, del amor a los animales, especialmente al perro; del amor a las plantas —y mi compromiso conmigo mismo de no dejar morir mi orégano marchito desde cuando viajé a Argentina—, del amor a todo cuanto asumimos en la vida…

El pasado ya pasó —“olvídate de pecados por omisión e incluso por comisión, ya pagaste penitencia, perdónate y perdona”—, vive pleno el presente y proyéctate en paz contigo mismo y con Dios hacia el futuro, puede resultar siendo la más preciada de las conclusiones del encuentro Jorge-José.

Rojo y verde, los colores tradicionales de la Navidad… Hoy se suman otros, hasta la gama del arco iris, diversidad.

(Nota: Publicado este texto y leído por él, Yorg escribió, vía WhatsApp, y gustoso lo tomo y anexo en modo complemento: «El teso del muelle, gracias viejo JouBuena nota. Hermosa. Gracias llave. Dios contigo. Recuerda siempre: Lo que pasó no es que no importa, es que si dejas que importe eso de ayer, ¿cuándo te va a importar el presente y cuándo el mañana? Ya pasó lo de ayer. La nota es lo que viene, lo que se vive, como ese texto que escribes hoy e inmortaliza una amistad. Y llena tu corazón de positivismo. Y si lo sientes lleno de energía, es porque Dios está allí. No lo dejes ir».

Por estos días, sintonizándome con ‘Los niños cantores de Navidad’, ‘Los pico pico’, ‘Los infantes en azul y sol’ y ‘Los alegres parranderos’, disfruto una y otra vez, como cuando era niño —así lo recuerdo para contarlo—, como cuando era adolescente, como cuando era solo adulto, como cuando ahora soy adulto mayor, disfruto una vez más, decía, de las entonaciones —y las coreo— de ‘Feliz Navidad’, ‘Tutaina’, ‘Antón’, ‘Zagalilllo’, ‘Salve reina y madre’, ‘Noche de paz’, ‘El burrito de Belén’, ‘A la nanita nana’, ‘Luna de diciembre’ y ‘Arruru mi niño’ —canciones de la época para grandes y chicos—, más pendiente de la aureola de sosiego que debe mantenerse alrededor de mi alma, que de esa creciente costumbre de hacer de estos días, a la topa tolondra, época de regalos, momento para el consumismo descontrolado.

Si bien recuerdo que en mi niñez el Niño Dios me puso regalos de poco monto económico —un carrito de madera, un balón de caucho lleno de letras y números, un caballito de palo, un avioncillo de pasta dura, pero nunca la bicicleta con la que soñaba— hoy, en tiempos de luz, amor y alegría, valoro infinitamente la inmensa dimensión del amor filial que por medio de esos elementos me entregaban papá y mamá cuando, a media madrugada del 25 de diciembre, los acomodaban en la cama donde dormía, cerca de mi cabeza, con mucho cuidado, sigilo al máximo para no despertarme, en procura de que el disfrute fuera pleno al momento de abrir los ojos por la mañana y me encontrara con lo que el Niño Dios me puso.

Con ‘Ruca’, vendedora de alimentos en un mercado de la zona de La Candelaria, Medina-Rendón y Orellano con Guillermo Romero Salamanca, quien se excusó de asistir al encuentro del 21. Ocurrió en octubre. Dios lo dispuso así.

Volviendo al encuentro, debo precisar que el inicialmente programado era entre tres, pero Guillermo Romero Salamanca se excusó… Desde su omnipotencia, Dios así lo dispuso… Por algo, Dios lo quiso así…

Desordenada historia en vísperas de Navidad, para concluirla reiterando mis deseos navideños para todos, deseos que están plasmados en la tarjeta de Navidad de El Muelle Caribe, imagen de portada: «Felicidades en la diversidad… Y que en esta temporada, la paz, el amor y la alegría —con prosperidad— reinen en cada familia.

¡Felices fiestas!»