El médico samario Alfonso Noguera Aaron asistió a ‘Hay festival’ en Cartagena, escuchó al biólogo molecular hindú Venki Ramamakrishan en charla sobre el envejecimiento y cuenta su experiencia. Gustoso eco.
CHARLA SOBRE ENVEJECIMIENTO
Nuestra efímera vida en la Tierra y el
crecimiento espiritual que la motiva
Por Alfonso Noguera Aarón MD
Por cordial invitación del periodista de la BBC de Londres Carlos Serrano Castro, asistí el día 27 de enero a la conferencia sobre el envejecimiento humano que dictó el biólogo molecular hindú, doctor Venki Ramamakrishan, Premio Nobel de Química 2009.
Es asombroso que después de elevarse el ser humano a tan altas cúspides de las ciencias, tenga un Premio Nobel de Química que decirnos en tan privilegiada conferencia que para tener una vida sana y asegurar una vejez con buena calidad, tenemos que comer sano, dormir bien y meditar sobre el sentido de nuestra propia vida. Obvio, de la conferencia salí a dormir temprano. Pero vamos por parte.
La vejez, tan temida y a la vez tan ansiada, por cuanto vivirla supone no haber desaparecido en el camino, es junto con el dolor, el destino y la muerte, una de las situaciones más inevitables de la existencia humana. A todos nos acosa el dolor, sea físico, emocional o espiritual, todos padecemos las zancadillas del destino, bien sea accidentes, traiciones o desenlaces imprevistos, y todos inexorablemente algún día moriremos: “Memento moris”, decían los latinos; aunque el buen Sócrates en Atenas decía que era el bien mejor, por cuanto nos liberaba de las cadenas de la ignorancia, y yo le creo.
De modo que la vejez es uno de esos temas que más han trasnochado al hombre, por su necia quimera de pretender evitar la muerte y disfrutar de la fuente de la eterna juventud, y agotadas las fórmulas mágicas de antaño, nos encontramos con unos enfoques científicos que nos permiten visualizar los mecanismos moleculares que la propician y tratamos de comprender, siquiera para minimizar los efectos adversos del normal desgaste del cuerpo y obtener así una mejor calidad de vida en esos años otoñales, cuya longevidad va siendo más larga debido al advenimiento de los precoces diagnósticos y a los tratamientos paliativos de muchas enfermedades crónicas, resultantes no siempre del paso del tiempo, sino por el abuso de nuestra libertad y de la vida artificiosa y disoluta.
Pues bien, dice el laureado y muy modesto científico hindú, que la vejez es solo una estrategia de la evolución para perfeccionar los genes que van configurando mejores seres vivos que se adapten a los cambios que el planeta tierra va teniendo a través del tiempo, y que a la evolución no le interesa los individuos, sino las especies. De modo que —y menos mal y quién lo creyera— los seres humanos que más se van adaptando a ese desastre mundial que hemos creado son los ‘tontos’ que viven sanamente.
Durante la conferencia, salpicada de citas humanistas y un fino humor satírico contra los que quieren más vida solo para gastarla en placeres sensoriales y explotar y excluir a los demás, obviamente trató sobre los mecanismos íntimos que nos conducen a la senectud, y entonces dijo que con tantas multiplicaciones celulares los cromosomas se van desgastando y sus telómeros, o apéndices del ADN que nos rige como individuos, se van acortando y con ello se agotan las posibilidades de reduplicarse por siempre, como se creía antes de los estudios de Leonard Hayflick en 1961.
Queda claro que la gran mayoría de los 70 billones de células que nos conforman, se renuevan día a día mediante la apoptosis, o muerte celular programada, para que las células no se multipliquen al garete y surjan monstruosidades cromosómicas como en el cáncer, por ejemplo. O sea, que morimos y resucitamos todos los días. Ante ese escenario tan disyuntivo de elegir una vida sana, o santa, para conciliar las ciencias con las cartas de San Pablo, o seguir entre las mieles del mundo y, según lo dijo el doctor Venki: “comernos un chocolate entero y en seguida una pastilla que lo contrarreste”, debemos rechazar aquello que “el que peca y reza empata”, y decidirnos por meditar sobre el sentido de nuestra efímera vida en la tierra y hacer de ella el crecimiento espiritual que la motiva.
Mis preguntas fueron ampliamente contestadas por el eminente humanista de las ciencias biológicas:
Doctor Venki, está claro que las células humanas, según el límite biológico de Hayflick, pueden reduplicarse más o menos unas 50 veces durante la vida, y luego por el desgaste progresivo de los cromosomas hasta recortarse sus telómeros, la senescencia es inevitable. Entonces, ¿podemos ser optimistas respecto a la eliminación de células senescentes de forma selectiva para por lo menos tener una vejez más saludable?
Y además, ¿podemos optimizar la “reprogramación celular” para llevar las células a su estado inicial y revertir los efectos indeseables del envejecimiento, y evitar con ello la aparición de cáncer por ejemplo, o esperamos postergar la vejez con las perspectivas que hoy nos ha planteado en su magnífica conferencia?.
Gracias a Dios por esta hermosa experiencia, y también a mis amigos de la BBC de Londres por su invitación; y obviamente, a Cartagena mis más sinceros agradecimientos por su extremada amabilidad: Cada vez que veo tus murallas y camino por tus calles y plazas y me reviven los olores del viento del mar y de las multitudes que nunca mueren, siento que ya todos vivimos en la eternidad. Muchas gracias.
Cartagena, enero 2024