Dos poemas del médico y escritor samario Alfonso Noguera-Aarón: uno, dedicado a la madre… Otro, al “maldito lucro que al hombre ciega y al mar lo lanza en brutal jornada”.
¡Madre!
Del libro:
Flor de Zarzas
Autor:
Alfonso Noguera Aarón
Creación:
30 de octubre de 2002
¡Madre…! palabra santa
que al pronunciarla tiemblo,
almíbar trémulo en mi garganta
y corona de mis sentimientos;
madre, eres la fuente primera
de mi existir, de mi aliento
y de tu pecho se aferra
mi ilusión, mi sustento;
y es tu voz la caricia
más suave que tengo,
eres la luz más divina
de los ardores del Cielo.
¡Madre…palabra santa!
que al decir yo tiemblo,
ya se enjuga mi alma
en un llanto de adentro
y encuentro en tus ojos
la verdad de mi vida
y en silencio deploro
mis sendas perdidas.
¡Madre! ¡Madre santa!
¡Oh, madre mía!
Bendigo al Dios de mis días,
y la vida no me alcanza,
para expresar la alegría
que en mi ser tú me causas;
y ya siento el desvelo
de no ofrendarte lo tanto,
pero en tu hilar de remiendos
mi esperanza has bordado.
¡Madre! ¡Madre santa!
Oh, madre mía,
Tu eres la luz celestial
de mi dicha infinita…
y el cordón umbilical…
¡Entre Dios y mi vida!
¡Sobrepesca!
Del libro:
Canto del mar
Autor:
Alfonso Noguera Aarón
Creación:
21 de julio de 2005
Calamidades mil azotan la tierra:
Miseria, peste, guerra y hambruna,
crueldad, corrupción, vil indolencia,
codicia, egoísmo, vanidad y duda;
karmas son de la humana esencia,
quizás ilusiones que nos perturban,
¿Designios incomprensibles son…
o castigos de la voluntad divina?,
pero hablemos de la sobrepesca hoy
desastre impío en la creación marina.
Maldito lucro que al hombre ciega
y al mar lo lanza en brutal jornada,
a unos con barcos de cadenas
y a otros sin recato de veda y talla;
diversa es la causal de tanto daño:
La codicia al ambicioso tienta
y la ignorancia al pescador artesano,
pues ambos de sobrepesca pecan:
Uno con su maquinal funesta…
y el otro con sus propias manos.
Mas, días vendrán de letal tristeza
por la maldita, cruel conducta insana,
de acabarlo todo en infernal torpeza
sin pensar que siempre habrá un mañana:
Mirad las naves que del mar regresan…
¡Sin más pesca que la miseria humana!