Graznan los alcatraces

Graznan los alcatraces

En rebullir de alborozos, al atardecer de la bahía, el pescador de Taganga exhibe la pesca artesanal en suculentos pedazos… Frase construida con versos del poeta samario Alfonso Noguera Aarón.

Imagen de portada: una acuarela de fuertes colores para proyectar, en fotografía, un atardecer en el balneario de Taganga, inmediaciones de Santa Marta.

¡Atardecer taganguero…!

Del libro:
Canto del mar
Autor:
Alfonso Noguera Aarón

El sol cuelga sobre el horizonte
cual inmensa yema de huevo,
tímida se anuncia la noche
y aquí hay marinero ajetreo;
el atardecer en la playa
es un rebullir de alborozos,
pues el pescador de Taganga,
intrépido, fenicio criollo,
con su tez de aceituna
y su dorso lustroso,
tal labor no lo abruma
y en el mar es dichoso.

Las olas leves arrullan,
se escucha un vocerío,
ya se jalan las cabuyas
con rápidos, ásperos bríos;
todos gritan y mandan
y cada uno en su cuestión,
pues la pesca en Taganga
es artesanal tradición;
lo sabe todo en la playa,
apenas pisa el Malecón,
en su mano lleva una raya
o un pedazo de tiburón;
no necesita de lentes,
escruta el entorno con ansia,
atento es del ambiente
y ve muy claro a distancia.

Al atardecer de la bahía,
en el arrebol de la tarde,
se forma una algarabía,
humos de bija se esparcen;
ya graznan los alcatraces
entre los gritos de apodos,
en su faena se complace,
feliz, trabaja a su modo.

Con uso de recias palancas
bajan el pescado más grande,
por la boca lo enganchan
contentos, en júbilo trance;
cantando van por el barco,
bajan la pesca a granel,
sacan mero, sábalo y pargo
y tiran por la borda al jurel;
traen la pesca artesanal,
suculentos, ricos pedazos:
cojinoa, salmón, medregal,
ojogordo, lechero en sedazos;
bajan morena, mantarraya
o cualquiera otra captura,
se arroja el botín a la playa…
¡A merced fatal de la usura!

Agallas, carná y estripajos
se tiran al garete a más dar,
en revuelo raudo y muy bajo
los pelícanos se lanzan al mar;
y ya se pincela un paisaje
que no puedo en letras pintar,
el mar es un naranja celaje
que a mi alma le hace cantar;
vienen de Naguange o Genemaca,
de La Cueva, Granate, La Aguja,
de Chengue, Cinto o Monocuaca,
ya la mansa multitud se apretuja
a mirar lo que del mar hoy se saca.

Son hordas de artesanos
pescadores de chinchorros,
yo los siento como hermanos,
pues, la pesca es mi tesoro;
con el sol ya anaranjado
el derroche es a diario,
lo ganado está gastado,
pero el mar es su salario,
y estos versos he cantado…
¡Con orgullo de samario!

Jornada de pesca artesanal en Taganga.