Recordación por José Alfredo Meza Casadiego —triste, pero bien jalada—, del abominable crimen del diabólico “Rafico” sobre la niña indígena Yuliana Samboní. El despreciable verdugo paga condena en La Tramacúa-Valledupar.
FEO RECUERDO
Navidad sin Yuliana
Por José Alfredo Meza Casa Diego
En pleno amanecer de su vida, le llegó la oscuridad de la noche, vino la misteriosa sombra de la muerte y se la llevó. No se sabe si el aroma primaveral de su infancia atrajo a su verdugo, quien la buscaba, buscaba y buscaba hasta que la atrapó en sus redes malignas. Ella venía desplazada de su tierra natal huyendo del ambiente contaminado de violencia, pobreza y desesperanza para recalar como el mar en espesuras de concreto desconocidas para ella. Ese paisaje melancólico no fue suficiente para marchitar su inocencia que brotaba como torrencial aguacero en época invernal. No eran suficientes para marchitar sus sueños cubiertos de magia de niña, inocencia y sueños tronchados de un solo tajo por su diabólico asesino.
El verdugo en el umbral de la mitad de su vida, la cual había transcurrido en medio de excesiva opulencia, acompañada de una infinita escasez de valores virtuosos, con experiencias múltiples en placeres solo imaginados por su retorcida mente. La había visto días antes cuando nació, para quedar prendada en su descompuesta mente, la perversa idea de poseerla… de hacerla suya.
En una espléndida mañana de clima agradable —4 de diciembre de 2016—, mañana que invitaba a vivir una prolongada vida para el disfrute de las maravillas del mundo, el infortunio agazapado propinó su ataque mortal contra la niña que no la dejó ver el sol de un nuevo día ni esa otra Navidad que ya venía…
A aquellos dos extraños entre sí, la vida los unió en un túnel sin luz al final, un túnel de oscuro placer lascivo del criminal y de terror indescriptible de su víctima. Más tarde la muerte había de separarlos siguiendo senderos diferentes. Ella se fue lejos, lejísimo hasta el infinito de los cielos con su vida y sueños rotos para siempre y el psicópata a las negras profundidades de la infernal cárcel ‘La tramacúa’, en Valledupar. Cruelmente, él había abusado y asesinado a la niña.
Hoy, la sociedad colombiana sigue dolida, en su epidermis continúa anidado un profundo dolor tras no dejar de recordar —especialmente durante esta época– la increíble ignominia y celebra que se hubiese hecho justicia, justicia humana… Que la justicia divina h de darse a su debido tiempo, si es que no se está dando.
Mientras tanto, hay que estar cuidando a nuestras infantes, con los ojos bien abiertos, para que no nos vuelvan a sorprender los nuevos “Rafico”, como le decían cariñosamente al psicópata, cercenándoles la vida y los sueños a nuestras muchas Yulianitas de este país.
José Alfredo Meza Casadiego.
BARRANQUILLA COLOMBIA.