Cavilar humano

Cavilar humano

Gracias al filósofo samario Alonso Ramírez-Campo, conozcamos la profunda reflexión sobre la ciencia, el pensamiento occidental y la exploración freudiana, a través de una lúcida interpretación del maestro Estanislao Zuleta.

Imagen de portada: Composición gráfica con el rostro de los protagionistas del artículo y el ave, cuyo vuelo es utilizado por Platón en su obra Fedro, «como metáfora del alma que se eleva hacia el mundo de las ideas, un ámbito de libertad y conocimiento».

FILOSOFÍA

Freud y la búsqueda de sentido

Por Alonso Ramírez Campo*

Tengo a mi disposición un ensayo notable del maestro Estanislao Zuleta, titulado ‘Freud, el arte de la interpretación en la búsqueda de sentido’. Se trata de una reflexión sobre uno de los temas preferidos de Zuleta como lo fue la interrogación sin fin que es el cavilar del ser humano en el mundo.

¿Qué es lo humano? ¿Cómo se forma lo humano? Interrogantes estos que al no dejarlo satisfecho por una metafísica occidental de corte racionalista que lo definió como “un ser racional sin más”, no logro comprenderlo en una mirada más amplia y compleja, como sujeto de deseos, puesto que no es del todo cierto que pensemos racionalmente, y sí más bien que pensamos y actuamos con el deseo.

Sabemos muy bien cuan poca luz ha podido arrojar hasta ahora la ciencia sobre los enigmas de este mundo. En plena segunda década del siglo XXI, “somos como el viajero que camina en la oscuridad, y rompe a cantar para engañar sus temores, pero no por ello ve más claro”.

La metafísica occidental nos llevó por un camino falso, fuimos formados en la convicción de un sistema que nos permitía explicarlo todo, fuimos formados en la certeza de un paradigma que no admite fisuras ni grietas, blindado para que no se cuelen interrogantes que pongan en duda sus “sólidas bases”. Y que esa aspiración misma no es más que la aspiración a una seguridad que no procede de la ciencia, aunque se presente como científica, sino que procede de otra fuente mucho menos científica: “El viejo catecismo, tan cómodo y completo”.

Aristóteles y Descartes.

Para Zuleta, esta es una idea inquietante de la ciencia heredada por Aristóteles y Descartes, que poco tienen que ver con el logos y la episteme de los precursores griegos (los presocráticos), quienes confesaron que su filosofía provenía de los árabes.

Esta idea de ciencia, que a la postre hizo carrera en la metafísica occidental, le rinde culto a las cifras y resultados, desalojando el gusto y el afecto por la investigación. Lo que ha ocurrido con la idea de ciencia pregonada por la metafísica occidental, es que ha producido una inflación de resultados a costa del valor del proceso y que esta idea procede del pasado religioso de la sociedad europea, donde, “el proceso no es más que un valle de lágrimas, el verdadero fin, lo verdaderamente valioso es el resultado, y el resultado no es más que un cadáver”.

En el decir de Zuleta “nosotros estamos acostumbrados en la cultura occidental desde Aristóteles, porque los otros pensadores anteriores a Aristóteles, por ejemplo, Platón, no eran así, en la formulación teórica sistematizada: es decir, a un desarrollo de una teoría que va probando una tesis y sobre esta base enunciando una nueva hipótesis, o lo que nosotros tenemos entendido por órdenes de las razones, según el pensamiento de Descartes, o por un sistema según la expresión de Aristóteles, una concepción ordenada, lógica que se eleva progresivamente según el modelo de la geometría euclidiana, desde conocimientos elementales hasta conocimientos más complejos”. En contraste a este método explicativo, surgió el método explorativo de Freud que constituye un caso atípico del pensamiento occidental.

Portada del libro de Freud, ‘Tres ensayos para una teoría de la sexualidad’.

De acuerdo con el profesor Zuleta, “Freud, resulta, en cambio,  un pensador extraño para el que tome su obra partiendo de esta tradición. Uno comienza por asombrarse: Freud opera como si dijéramos por ensayo: en lugar de un estilo sistemático, deductivo como en Descartes, que enuncia cada concepto, lo define antes de pasar adelante, nosotros en cambio con Freud nos encontramos con un estilo exploratorio”. Exploratorio no lo podemos confundir con una deficiencia propia de los improvisadores, que hablan y de pronto encuentran que lo que estaban diciendo no es, y cambian el discurso y terminan hablando de otra cosa. En el caso de Freud, el cambiar el curso de una investigación es parte de su estilo, que lejos de ser una improvisación es una intención, como dijo en ‘Tres ensayos para una teoría de la sexualidad’, donde deja claro su estilo franco y directo al decir: “Habíamos partido en busca de una cosa, y nos encontramos con otra, más importante que la que buscábamos”. La anterior afirmación de Freud desde el punto de vista de una investigación significa revisar las bases a partir de las cuales estaba iniciadas las hipótesis de investigación, cuando están mal formuladas, porque son bases equivocadas en su conceptualización misma y en sus hipótesis iniciales. Y es preciso enfocar el tema por otro lado.

A diferencia de la filosofía occidental, que nos presenta los conceptos ordenados y la ilusión de un método perfectamente pavimentado con calzada de ida y venida, Freud nos presenta en forma sincera un método bastante desordenado, que no parte de un ideal de conceptos claramente definidos, porque precisamente los conceptos no se pueden precisar antes del desarrollo del conocimiento. Si esto fuera así, se podría aprender la ciencia en un diccionario.

Freud no ignora la inseguridad de la ciencia, no ignora su carácter de exploración. Zuleta lo explica claramente: “Él no ignora que para llegar a ser realmente un científico hay que tener un abandono del mundo religioso. Es decir, aprender a vivir en una morada de preguntas abiertas, que no tienen todavía respuestas”. En este sentido, la ciencia se parece más bien a los patios de la costa, que no terminan de barrerse cuando están llenos de hojas otra vez, hojas de interrogantes que se desprenden del árbol de la ciencia.

En algún sentido, la ciencia se parece más bien a los patios de la costa…

Esto conlleva a distinguir la ciencia del cientifismo, mientras el cientifismo se estructura como ideología desde una posición de entusiasmo por el conocimiento, es un entusiasmo por fuera de la ciencia desde la política, la administración, las profesiones….

El cientifismo es una conciencia estrecha, reduccionista. No le interesa tanto el clima, la producción de conocimiento, la libertad de pensamiento y de critica que aparece en la búsqueda de saber. Vive de espasmos burocráticos por el resultado rumiando sin cesar las mismas conquistas, la misma cultura y volviéndose, como todos los avaros, víctima del oro acariciado. Es, en últimas, la colonización de saberes de acuerdo con resultados en desmedro del proceso que lleva al resultado, petrificando el espíritu científico del saber y nos pide que dejemos de especular y que seamos eficientes. Es un amor por los resultados, pero es un amor como el de algunas damas, que mata.

Pero en todo caso, lo más importante, es que este carácter de ensayo exploratorio de Freud, no es solamente un rasgo personal de su estilo, es, ante todo, una ruptura con la metafísica de occidente, y es inquietante para nosotros que estamos formados en la aspiración a un sistema que nos permita explicarlo todo, y nos dé la seguridad revelada —como dijo Zuleta— “por espíritus que nunca han existido o por tiranos que desgraciadamente si han existido”.

*Docente del Jorge Gaitán Cortés.