Tres meses después, José Orellano recrea crónica sobre su experiencia como asistente al concierto ‘Beethoven-fantasía coral para piano, coro y orquesta’ —Sinfónica-Coro Nacional—, bajo la batuta de Yeruham Scharovsky.
SINFÓNICA-CORO NACIONAL
La Séptima es la Séptima
El Coro Nacional debuta este lunes 13 de mayo en Valledupar con el concierto ‘Escalona inmortal’, al cumplirse 15 años del fallecimiento del maestro patillalero.
Por José Orellano
Fotos del concierto: Claudia Marcela Orellano Silva
Lo probablemente cierto es que no distinga entre un fagot y una flauta, pero lo literalmente verdadero sí es que por primera vez asistía, presencialmente, a un concierto sinfónico-coral.
‘Tocado’ por la inventiva popular de que “la batuta sirve para que un director de orquesta revuelva los sonidos”, quise percibir qué tanto encajaba el gracejo en lo real, por lo menos en aproximación, y mi percepción —imaginación suelta— fue mucho más allá: siempre en la mano derecha del director, como si fuera una prolongación, esa vara delgada marca primero el sonido-instrumento, cada instrumento, lo señala, seguidamente lo jala y finalmente lo mezcla, al tiempo que el director, dinamizando la faena desde su pedestal, se apoya en variados movimientos de su mano izquierda, en su expresión corporal, los gestos de su boca, las nada imperceptibles contracciones de sus cachetes, el ensanchamiento de sus hombros, los giros veloces y con mucha fuerza de su cabeza: a la izquierda, abajo, a la derecha, arriba, su periódica sonrisa, un rictus repetido —esta vez en visconversa— de indiscutido goce…
Lejos de fungir en función de un Lester Bangs o de cualquier reconocido crítico de música —y gracias a la deferente invitación que nos hizo el bajo-barítono vallenato Ernesto Fabio Angulo Quintero— me senté al lado de mi hija Claudia Marcela en el área de invitados especiales del auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional para ver en acción a la Sinfónica de Colombia, ‘con toda y con todos’, en la ejecución del concierto ‘Beethoven-fantasía coral para piano, coro y orquesta’ y, además, estábamos allí para acompañar al bajo barítono vallenato en su debut como solista. Ese ‘Con todo y con todas’, presumo, incluía las actuaciones del Coro Nacional de Colombia, dirigido por Diana Cifuentes, y de un grupo de trompetistas.
Ernesto Fabio Angulo Quintero es uno de los 80 músicos que integran el coro.
…
Ya han transcurrido tres meses y varios días desde el discurrir de tan mágica noche, el jueves 8 de febrero/2024, día de marchas pro Petro, sin que durante su transcurso se hubiese dado el más mínimo asomo de relajos en el alma mater. Sin embargo, todos habíamos pasado una tarde cargada de expectativas ante la posibilidad de que ocurrieran los ya tradicionales desmanes, casi siempre en jueves —ejemplo reciente: este jueves 9 de mayo—, y que el certamen se fuera al traste… Ya superamos los tres meses de aquello y todavía vibro de dicha con la experiencia vivida.
Tenía claro que la existencia y el afianzamiento del coro —Coro Nacional de Colombia que se hizo realidad en julio de 2023— se insinuaba como la máxima obra del gobierno de Gustavo Petro en el plano cultural durante los 18 meses-dos días de mandato que cumplía ese día, y anhelaba escucharlo en vivo. Como también quería, correspondiendo a la invitación, escuchar la voz en modo solista del bajo amigo Ernesto Fabio. Y de sus colegas las sopranos Vanessa Sánchez y Carolina Arándia, la alto Allison Borda y los tenores Guillermo Venegas y Óscar Pérez. Cada uno de ellos había de hacerlo en brevísimas intervenciones, cada uno por separado, y ese había de ser su debut como solistas… Y a cada uno de ellos había de escuchar fascinado.
El gran espectáculo sinfónico, el acto central, el principal —marco para la actuación incorporada del coro, de 16 trompetas y de los 6 solistas—, era ‘Beethoven-fantasía coral para piano, coro y orquesta’ bajo la dirección de Yeruham Scharovsky, el hombre de la batuta, el que marca el tempo o la velocidad de la música, el que indica entradas y cortes, el que controla la dinámica, el que expresa su interpretación musical y guía a los músicos en la expresividad y la emotividad de la obra. Todo eso había de disfrutarlo al lado de mi hija y de una nutrida asistencia.
Aquella noche, la Sinfónica Nacional de Colombia daba inicio —junto con el Coro Nacional—, a su programación de 2024 luego del gran concierto de apertura de temporada que había ofrecido el 1 de febrero en el mismo auditorio. La Sinfónica informaba entonces que han de ser, durante este año que ya ha quemado cuatro meses y varios días, “ocho extraordinarios programas sinfónico-corales dentro del ciclo ‘A toda voz”’. Ya van varios, más de la mitad: Cúcuta, Pamplona, Popayán, Cali, el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Las Lajas en Ipiales-Nariño, interpretación de música sacra, programación ideal como lo fue durante la Semana Mayor.
Durante la gira de Semana Santa, Ernesto Fabio había de demostrar con creces su potencial para la interpretación de música religiosa —uno de los géneros propicios de la sinfonía coral— en eventos como la XXII edición del Festival Internacional Coral de música Sacra (Pamplona), el LXI de Música Religiosa (Popayán); en el Primer Encuentro de Música Clásica en Cali ‘pachanguero’ en Semana Santa, en el cual participó como solista, y en la acústica sobrecogedora del Santuario de las Lajas. Junto con Ernesto Fabio, las mejores voces líricas del país, cantando al unísono.
Para aquella noche de 8 de febrero —obsequio de Ernesto Fabio en la víspera del Día del Periodista—, tuve totalmente dispuestas mis sensaciones para lo que habría de resultar una experiencia auditiva fascinante y emocionante. Para meterme de lleno en la nota, acudí al programa de mano obtenido mediante el código QR proyectado en pantalla antes de la función para que fuera captado desde el Smartphone, ¡Oh!, teléfono inteligente.
El programa de mano me dijo que esa noche de fantasía, “concierto inaugural 2024”, nos permitiría asistir a un concierto “inolvidable” que había de iniciar “con la extraordinaria Séptima Sinfonía de Ludwig van Beethoven” —obra maestra que encapsula la genialidad y la innovación del compositor alemán—, que contaría con “la participación del pianista colombiano Mauricio Arias-Esguerra” y que, además, expondría “obras corales icónicas de Aida, Il Trovatore y Nabucco de Giusseppe Verdi”, el intermedio.
Correspondiendo a la jerarquía instrumental establecida por el director, al escenario fueron llegando violines I, violines II, violas, violonchelos, contrabajos, flautas, oboes, clarinetes, fagotes, cornos, trompetas, trombones, tuba, arpa y percusión.
Volví al programa de mano y me precisó que “a la batuta de este apoteósico concierto estará el director artístico y maestro titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, Yeruham Scharovsky”.
Reviso mi libreta de apuntes y me encuentro con este: “Las grandes orquestas del mundo lo hacen, nuestra Sinfónica también”. Lo decía Scharovsky y era como la introducción a lo que había de venir: música refinada para activar emociones, imaginar grandiosidad, sumergirse en la contemplación y trasladarse, a punta de oído, a épocas pasadas de la música europea, aunque no se haya tenido afición por ella…
Como es de suponer, bajo la batuta de Scharovsky la Sinfónica Nacional de Colombia hubo de pasearnos por las “obras corales icónicas de Aida, Il Trovatore y Nabucco de Giusseppe Verdi” y a lo mejor las disfruté a plenitud, pero —como primíparo asistente a un concierto de esta dimensión— me encarreté con Ludwig van Beethoven y su Séptima…
De Beethoven había escuchado decir que fue un genio de la música que compuso nueve sinfonías, que la Novena la creó cuando se encontraba en avanzada etapa de sordera, que con la Tercera había marcado un antes y un después en la historia de la música y que, para ser precisos con el idioma alemán, su apellido debía de pronunciarse “Betofen”, como lo dice cada vez que puede el periodista Ricardo Rocha Contreras, amigo y colega de redacción en Diario del Caribe y El Heraldo.
“¡Qué viaje!”, es otro apunte, y había de comenzar exactamente a las 7:36 de la noche. Esa primera parte de la programación había de terminar a las 8:18, bajo atronadora salva de aplausos que había de prolongarse hasta las 8:21 de aquella inolvidable noche de febrero de 2024. “Esta es mi primera vez en un viaje de tan elevado nivel musical, para deleite de unos oídos no acostumbrados a la sinfonía”, puntualicé.
Otros apuntes: “A la instrumentación le incorporo los intervalos de silencio como sonidos musicales”, escribí y recuerdo entonces que, pensando en la cuna del anfitrión, me había trasladado mentalmente a Valledupar y había anotado: “He cerrado los ojos y viajo montado en esas notas sinfónicas. Como hipnotizado, de pronto me siento acunado en un chinchorro multicolor, pero no en una ranchería guajira, sino bajo un palo’e mango vallenato. ¡Inmensurable placer!”.
A lo mejor, desde el subcosciente, quería simbolizar la presencia vallenata, la de Ernesto Fabio, en el espectáculo sinfónico-coral que aquella noche se parecía “de alguna manera a un concierto sinfónico europeo en los inicios del siglo XIX, entre 1800 y 1850”, según el programa de mano.
Cada vez que recuerdo aquella noche se me eriza la piel en agradable sensación que, después, se despliega a lo largo y ancho de las reseñas escritas sobre la Séptima de Beethoven a las que he acudido a modo de consulta para ponerme a tono con lo que, mis oídos placenteramente penetrados, viví. Inteligencia Artificial precisa que esta frase “captura la idea de que la música de Beethoven no solo fue escuchada, sino experimentada de una manera que dejó una impresión duradera en el narrador, lo que llevó a buscar más información y reseñas sobre la pieza musical para profundizar aún más en la experiencia”.
La investigación precisa que la Séptima fue compuesta entre 1811 y 1812, que es una de las sinfonías más destacadas del período medio de Beethoven y que, también, ha dejado una marca indeleble en la historia de la música.
Como pintándome en letras la caracterización por más de hora y media del director Yeruham Scharovsky, una de las reseñas —de Inteligecia Artificial, https://chatgpt.com/— dice que “una de las características más distintivas de la Séptima Sinfonía es su energía y vitalidad, evidentes desde el primer movimiento. La introducción lenta, con sus acordes oscilantes y misteriosos, crea una atmósfera intrigante que luego explota en un Allegro vigoroso y rítmicamente enérgico. Beethoven despliega su maestría en la construcción de tensiones y contrastes dinámicos, llevando al oyente a un viaje emocional y sonoro intenso”.
Sin atreverme a ufanarme mentirosamente de que distinguí el momento del Allegro o el del segundo movimiento, Allegretto, sí tengo muy seguro que percibí “el carácter melancólico y suavemente oscilante, como de marcha fúnebre” de ese segundo movimiento, para que enseguida vinieran los “ritmos frenéticos y motivos melódicos enérgicos” de un tercer movimiento que exige precisión y pasión en su interpretación tanto para la orquesta como para el director. Y obviamente tenía que involucrarme, oídos despiertos —para eso estaba allí—, en “la manera triunfante y jubilosa como culmina la sinfonía en su cuarto movimiento”.
“Con su ritmo acelerado y su brillo festivo, este movimiento es una celebración musical que muestra la capacidad de Beethoven para combinar estructuras clásicas con un sentido innovador y personal de expresión”, dice la reseña de https://chatgpt.com/.
“En resumen, la Séptima Sinfonía de Beethoven es una obra maestra que combina brillantemente la forma clásica sinfónica con la inventiva y la emoción características del genio de Beethoven. Su poderosa energía, belleza melódica y profundidad emocional la convierten en una de las sinfonías más queridas y admiradas en el repertorio sinfónico universal”.
A eso fue a lo que asistimos mi hija Claudia Marcela y yo y el respetable…
A eso fue a lo que asistimos la noche del 8 de febrero de 2014 en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional —emblema de la educación pública superior en Colombia—, horriblemente convulsionada por estos días, cuando se ha paralizado el estudio y ha imperado la violencia por acciones de un grupo de revoltosos que, para sembrar el caos, ha aprovechado el rechazo estudiantil generalizado al nombramiento de Ismael Peña como rector…
‘ESCALONA INMORTAL’
De Beethoven a Escalona
Referente de primer orden en aquella noche mágica —08/02/2024— es el Coro Nacional que, cada vez más, se engrana como pieza esencial del programa ‘Sonidos’ liderado por el ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes —así se llama el ministerio de Cultura desde junio de 2023— que impulsa el proyecto ‘Construcción de paz’ con el propósito de fomentar la conciliación y la armonía entre colombianos por intermedio de la música.
Tras su nacimiento, a mediados de junio de 2023, y su bautizo-debut en julio en el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata de Olivella del Distrito Capital, el 10 de noviembre del año pasado fue confirmado en medio de impresionante lleno del teatro Santa Marta, en el Distrito Turístico, Cultural e Histórico del Caribe colombiano, frente a la Catedral, en la nueva Carrera Quinta de la capital del Magdalena.
Al Caribe colombiano regresa el Coro Nacional como para recibir la bendición de la Virgen de Fátima, porque ha de ser este 13 de mayo la fecha en que la agrupación coral que dirige Diana Carolina Cifuentes Sánchez se presente en la icónica plaza Alfonso López Pumarejo de Valledupar. Permítaseme precisar que el 13 de mayo de 1917 fue el día en que esta advocación de la Virgen María se les apareció por primera vez a tres niños en Iría, Fátima, Portugal.
Este 13 de mayo de 2024, pues, se revestirá de un extraordinario acontecimiento: por primera vez, el Coro Nacional interpretará canciones vallenatas en formato coral, como parte de una programación diseñada para honrar la memoria del insigne compositor Rafael Escalona Martínez, autor de alrededor de 300 cantos y quien, en este día, cumplirá 15 años de fallecido.
El evento es organizado por la fundación que lleva por nombre el del maestro nacido en Patillal y que es presidida por la comunicadora social Taryn Escalona, hija del maestro. En esto la ha acompañado su hermano Rafael Jr. y entre los dos han elaborado una programación que se desarrollará en dos jornadas: el 13, lunes festivo, y el martes 14. Comenzará, a las 8:00 de la mañana del 13, con una ofrenda floral que tendrá lugar en el cementerio Jardines del Eccehomo, donde reposan los restos mortales de Escalona. Hasta allí irán hijas e hijos —Taryn y Rafael, Ada Luz, Perla Marina y en fin—, nietos y nietas, primas y primos, sobrinos y sobrinas, Santander, Stella, amigos y amigas, allegados de Escalona para reiterar su amor y aprecio por el compositor.
El homenaje —respaldado por la alcaldía de Valledupar y la gobernación del Cesar— continuará a las 6:00 de la tarde, momento en el cual el Coro Nacional hará su debut en la Plaza Alfonso López Pumarejo, con el concierto ‘Escalona Inmortal’: 80 voces, entre sopranos, mezzosopranos y contraltos, tenores y barítonos y bajos. Y entre estas voces, una que llenará de orgullo a la tierra por la cual han desfilado centenares de voces interpretando merengue, paseo, puya y son, acompañados de caja guacharaca y acordeón. Y ahora se le viene encima la música coral.
La voz a la cual me refiero es la del bajo barítono vallenato Ernesto Fabio Angulo Quintero, quien, entre otras cosas —inclinado por lo coral, lo operático; sin olvidarse de que su cuna esta diseñada con los aires foclóricos que lidera la leyenda de ‘Francisco el hombre‘—, ya fungió como director de un concierto sinfónico. Y prepara maletas para viajar hasta los fiordos de Noruega, a Bergen, para seguir aprendiendo sobre opera en ‘Fjord Summer Academy’ —‘la Academia de Verano del Fiordo’—, ‘el bebé’ más querido de la Ópera Nacional de Bergen. Hasta allá irá este vallenato, orgulloso de seguir caminando por senderos operáticos que, esta vez, han de llevarlo hasta una geográfica distintiva y espectacular.
Lo más probable es que, en medio de “valles glaciares tallados por glaciares en movimiento durante la última edad de hielo”, en Bergen, Ernesto Fabio interprete, una vez más, a Sarastro, el líder de ‘La hermandad de la luz’ en la ópera ‘La flauta mágica’, compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart.
Más homenajes a Escalona
A la tarima ‘Francisco El Hombre’ de la plaza Alfonso López Pumarejo también subirán la orquesta sinfónica infantil y juvenil de Valledupar, el grupo vallenato de la Escuela de formación artística Leonardo Gómez, la banda Escuela Municipal y la niña cantante Andrea Sofía Villegas, nacida en San Sebastián de Buenavista-Magdalena y quien ya fue personaje destacado en El Muelle Caribe (https://www.elmuellecaribe.co/buscando-su-lugar/y-una-promesa/). Ella, que a sus 9 años ¡ya ha alternado en tarima con figuras profesionales del vallenato!
«Canta desde que aprendió a hablar», dice Samir, padre de Andrea Sofía. «Le gusta el vallenato viejo, el grueso, porque lo ha escuchado desde siempre en casa de sus abuelos y de sus padres».
Nadie quita que, en su repertorio para la ocasión, Andrea Sofía se venga con temas del autor de ‘El testamento’, ‘Honda herida‘, ‘La custodia de Badillo‘, ‘La vieja Sara‘ y ‘La casa en al aire’, entre tantísimos otros.
Para el martes 14 de mayo está programado, a partir de las 8:30 de la mañana, el conversatorio ‘Del canto vallenato al canto coral’ en el auditorio Consuelo Araújo Noguera de la Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Luque. Tomás Darío Gutiérrez, Alberto Beto Murgas y Julio Oñate Martínez, estudiosos del folclor vallenato desde diferentes concepciones, dialogarán con la directora del Coro Diana Cifuentes.
La última actividad del Coro Nacional de Colombia en Valledupar, el martes 14, será la visita a la Academia de Andrés ‘El turco’ Gil, donde se desarrollará ‘El encuentro de saberes’, actividad durante la cual los alumnos de ‘El turco’ interpretarán temas del maestro Escalona e intercambiarán experiencias musicales con los miembros de la coral.
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