Irreverencia cultural

Irreverencia cultural

Fernando Castañeda García y José Orellano unen sus plumas para recrear una nota en torno al poema ‘La gran miseria humana’ y un irreverente acto cultural en 28 de diciembre.

Imagen de portada: un grupo de participantes de ‘Entre tumbas’, edición pasada; primer plano de Lisandro Meza, intérprete en son vallenato de ‘La gran miseria humana’, y una pintura del rostro del poeta soledeño Gabriel Escorcia Gravini, autor del extenso poema: 300 líneas.

ENTRE TUMBAS

De nuevo, en la necrópolis soledeña

Por José Orellano y Fernando Castañeda García

Sin proponérselo, el acordeonero y cantautor sabanero Lisandro Meza ayudó un potosí a rescatar del olvido al poeta soledeño Gabriel Escorcia Gravini.

Y las circunstancias llevan a que, desde el reciente sábado 23 de diciembre, el imaginario sensiblero ande diciendo seguramente que Escorcia Gravini y Lisandro Meza caminan hoy por la Eternidad susurrándose que, juntos, ahora se encuentran en el mundo de los muertos “por tener miedo a los vivos”.

En el real y sentido propósito de mantener el nombre de Gabriel Escorcia Gravini por encima del habitáculo del olvido, este 28 de diciembre vuelve, bajo el título ‘Entre tumbas’, una manifestación de irreverencia cultural hasta “la necrópolis santa, en donde a los muertos canta el búho su triste elegía”.

Escorcia Gravini, trazado
por el lápiz de Fernando Castañeda García.

Aunque este anuncio pudiese tener visos de inocentada, ‘Entre tumbas’ es una realidad desde 2005, 30 años después de que Lisandro Meza se interesara en ‘La gran miseria humana’ y, finalmente, le dedicara una grabación discográfica de 10 minutos y 19 segundos, con el sello Fuentes…

La verdad sea dicha: solo un chiripazo de Lisandro ayudó a que la obra cumbre de Escorcia Gravini emergiera del olvido en aquellos entonces, de acuerdo con lo que la crónica periodística cultural afirma: Lisandro conoció el extenso poema gracias a un conterráneo suyo que, borracho, lo declamaba de memoria en su pueblito, ‘El piñal’, corregimiento del municipio ‘Los palmitos’, sabanas de Bolívar, departamento de Sucre.

Tras haber conocido el poema, escuchando con frecuencia al borracho, ‘El sabanero mayor’ —a quien también le decían ‘Rey vallenato sin corona’— dejó pasar varios meses hasta cuando, acompañado de su conjunto y su acordeón, lo llevó al acetato: canta 13 décimas de las 30 que se integran en la obra: las 9 primeras en seguidilla y las otras 4 tomando trozos de una y otra estrofa, hasta llegar a la número 29, con la cual cierra su interpretación y no con la 30.

Bajo el título ‘La miseria humana’, primer número de la cara 2 del elepé ‘El burro leñero’, se incluyó la extensa pieza que, al final de cuentas, sería la más importante de aquel larga duración, muy por encima de las expectativas centradas en la canción que da nombre al larga duración, ‘El burro leñero’. Alguna vez, hará un par de años, el propio padre de ‘Los hijos de la niña Luz’ había de admitir que cuando grabó ‘La miseria humana’ nada conocía del autor y que con el paso de los años supo con fidelidad quién había sido Gabriel Escorcia Gravini.

Lisandro Meza, en carbocillo de https://tidal.com/

Alguna vez, en una reunión de seguidores de la música vallenata, se dedujo que la intención inicial de Lisandro era grabar las 30 estrofas, pero que cuando en producción se dieron cuenta de que en solo las nueve primeras décimas habían transcurrido más de 7 minutos de grabación, se decidió parar, seleccionar líneas de otras estrofas, darle sentido a la re-composición y grabar 10 minutos, porque no habría cuerpo ni oído que soportaran media hora o más del mismo son-sonsonete en acordeón.

Treinta años después se pudiera decir que lo más probable es que estas sean las primeras décimas que, en aire de un supuesto son vallenato, se han bailado en el mundillo fiestero. ‘La miseria humana’, interpretada por Lisandro, se mantuvo bien arriba, durante un largo período entre finales de los 70 comienzos de los 80. Un exitazo musical a pesar de lo largo y que ‘El rey sabanero’ atribuía al estilo musical que le impartió cuando hizo el arreglo en pitos y bajos para unas vivencias expresadas en versos por quien padeció y murió de lepra.

Este 28 —sí—, habrá renovado homenaje poético al vate soledeño, una cristalizada idea de quien se junta con el director de El Muelle Caribe para la producción de esta nota: el pintor, cronista y poeta soledeño Fernando Castañeda García, quien, durante la tradicional visita que los vivos hacen a sus muertos el Día de los Difuntos, descubrió el abandono como deplorable aureola de la tumba de Escorcia Gravini.

Entre tumbas, las y los poetas rinden homenaje a su antepasado Escorcia Gravini.

Desde aquel 2005 se estableció para los 28 de diciembre —Día de los Inocentes— una actividad cultural que, originándose desde el cementerio viejo de su terruño, ha de mantener vivo el nombre de Gabriel —Escorcia Gravini—, quien murió precisamente un día como este, en 1920, dándole pleno sentido a aquello de que “por firme ley de la parca, debo habitar la comarca de las miserias humanas”, parte de su creación.

No faltará quien, durante el homenaje, se arriesgue a declamar las 30 décimas de ‘La gran miseria humana’, 300 versos que para algunos entendidos forjan “una reflexión existencialista” expuesta en décimas y “convertida en canción” y que Castañeda García las eleva a un estatus filosófico: reflexión axiológica, la naturaleza de los valores del ser humano, los de él y los míos. Los valores de todos.

—¿Y cómo comenzó ese cuento de ‘Entre tumbas’ en honor de quien se inspiró, en medio de bóvedas y calaveras, para escribir los 300 versos de su poema?

«Todo comenzó en el año 2005 cuando, pensando qué hacer para visibilizar al máximo exponente de la lírica en Soledad, decidí ampliar a escala la firma del poeta en la pared lateral del cementerio central (el viejo)», escribe Castañeda García.  «Pero eso no bastaba, pensaba, y se me ocurrió realizar un recital».

José Orellano en el patio de la casa de Fernando Castañeda —“El patio de los vientos creativos”, según Jorge Alfonso Sierra Quintero—, durante visita del director de El Muelle Caribe a su terruño, Soledad, cuna del poeta Gabriel Escorcia Gravini y ‘La gran miseria humana’.

Fue entonces cuando Castañeda García llamó por teléfono al poeta Javier Marrugo Vargas y lo enteró de su idea de realizar el recital en el cementerio de Soledad para rendirle homenaje al poeta Gabriel Escorcia Gravini.

«La respuesta de Javier no se hizo esperar. Y luego de un “del putas, viejo Ferna, va pa’esa”, el 28 de diciembre del año en mención iniciamos el recital ‘Entre tumbas’», sigue escribiendo el pintor, cronista y poeta. «Desde ese año nos reunimos todos los 28 de diciembre poetas y público para compartir la palabra convertida en metáforas».

Tras una interrupción de dos años —efectos de la pandemia del Covid-19—, el irreverente acto cultural, un recital entre tumbas, llega este 2023 a su décima sexta edición.

Y este es, entonces, momento oportuno para recordar que en aquella primera muestra participaron los poetas Javier Marrugo Vargas, Dalit Escorcia, Nelson Pacheco Gutiérrez, Jaime Acuña y el desaparecido maestro Gabriel Segura Miranda —excelso decimero soledeño—, quien cerró el acto de aquella tarde de 28 de diciembre de 2005 cantando ‘La gran miseria humana’ de principio a fin

«El primero, como casi todos los recitales, lo realizamos con la colaboración de los vecinos del cementerio», escribe el gestor de ‘Entre tumbas’. «Ycomo no teníamos dinero para comprar flores, me fui, de tumba en tumba, acompañado por el periodista, poeta y docente Nelson Pacheco G., con el objetivo de seleccionar y robar flores naturales, aquí y allá, sin olvidarnos de agradecerle al finado o finada y de presentarles nuestras disculpas por lo que hacíamos».

A partir de aquel momento, el ritual de ir de sepultura en sepultura para ‘tumbarles’ flores, solo las naturales, a los muertos, se hizo costumbre. Y este 2023 no será la excepción.

En el 2005 el recital se inició con la participación de cuatro poetas y un decimero, y a partir de entonces se fueron sumando poetas y locos por la palabra, que ya son un par de decenas, entre ellos Ángel Ahumada, Federico Santodomingo, Luis Cadrasco, Neddy Jiménez, Alma Fernández, Frank Pereira, Hugo León Donado, Álvaro Carbonell, el también artista plástico Osvaldo Cantillo, Luis Guillermo Nieto Molina, Álvaro Sequeda, Raúl De la Rosa y miembros de la escuela de declamación de Sahagún-Cordoba.

Turno para Castañeda García ante una audiencia de poetas y de locos por la metáfora.

«Hay nombres que se me escapan al escribir apuntes para esta nota. Presento mis excusas».

No solo poetas ha cobijado el recital, también ha servido como escenario para declamadores y hasta para performances.

Este jueves 28 de diciembre, mientras el año avanza en su agonía, estarán allí, en el cementerio viejo de Soledad, irreverentes cultores de la poesía, perversos “entre seres no ofensivos”, dejando en cada tumba “una lágrima y un verso”…

Lagrima imaginada —o de pronto no, ¿quién quita?— entre un cúmulo de líneas poéticas.