El filósofo y docente samario Alonso Ramírez Campo explora y escribe sobre rasero y el trato que enfrenta el presidente-Petro desde sectores aristocráticos, para los cuales ciertos privilegios persisten intocables.
El doble rasero
Por Alonso Ramírez Campo
Racero era una tabla o palo que utilizaban los antiguos para medir el trigo, la cebada y otros cereales. Después se incorporó su vocablo como criterio de valoración para medir y dar igual trato a una cosa, persona o acción. En este sentido, medir con el mismo rasero es otorgar igual trato a las circunstancias, las acciones y, en últimas, tratar con igualdad de condiciones a cualquier persona, en cambio, “medir con doble rasero” es todo lo contrario: es otorgar un trato desigual al otro sea por su procedencia, religión, clase, etnia, filiación política o, como desde los tiempos coloniales, por no haber logrado la limpieza de la sangre como “la gente de bien” que vivía alrededor del marco de la plaza principal de las villas.
Ya la biblia nos advertía aquello de que “ver la espiga en el ojo ajeno y no en el propio” a la hora de juzgar a las personas, es lo típico de los hipócritas y, efectivamente, el proverbio 11:9 reza que “el hipócrita, con su boca, daña al prójimo”.
Esto es justamente lo que está sucediendo con la figura de Gustavo Petro Urrego: “Con su boca dañan al prójimo”, y desde los medios de comunicación corporativos no se pierde puñalada para enrostrarle al presidente y a su vicepresidenta el origen humilde y su procedencia política.
El establecimiento aristocrático nunca había “pelado el cobre” tan visceralmente como ahora: lanza rayos y centellas y se ha tornado intolerante. La razón es que no se aguantan a Petro y lo detestan desde el tobillo hasta la cabeza; para ellos es inadmisible que después de 200 años un diferente brille con luz propia ante el mundo por su elocuencia, claridad y precisión frente a temas tan sensibles como el cambio climático, por ejemplo, o, en el ámbito nacional, por propender por un capitalismo con justicia social. Cuando esta “gente de bien”, tan bien acomodada, pone el grito en el cielo diciendo que Petro está destruyendo el país, tiene toda la razón, pero olvida que ese país no aplica para la amplia mayoría de la población. ¡Tienen razón!… porque si nos atenemos a la dialéctica de Hegel-Marx, toda construcción implica destrucción igual en el sentido contrario y de la misma manera.
Como en la canción, “no cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor”. Después de lavar el apellido de la sangre desde los tiempos coloniales, ahora en su afán de lavar sus capitales, “la gente de bien”, es decir, la de bienes materiales y de capitales ilimitados, hace flecha de toda madera aplicando desde sus medios de comunicación corporativos una “no reciprocidad lógica” que consiste en el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se trata de dar cuenta de los problemas, de los fracasos y los errores propios y los del otro cuando es adversario y disputan con él. En el caso del otro, aplican el esencialismo: lo que dice, lo que hace, lo que le pasa es una manifestación de su ser perverso más profundo; en su caso, aplican el circunstancialismo, al punto de explicar el mismo fenómeno por las circunstancias adversas, por alguna desgraciada coyuntura.
Como Pilatos, para lavarse las manos argumentan frente a algún fracaso, error o problema. Arguyen: “es que me vi obligado por ellos y tocó hacerlo así”; en el caso contrario, dicen que “en cambio, él es así”. ¡Tan lindos!
Al parecer, es mucho pedir, pedirle al establecimiento aristocrático colocarse en el lugar del otro, como diría Kant. Cuando hablo del otro entiéndase la población a la que nunca le hablaron como ahora lo está haciendo este gobierno; eso en democracia política como juego de intereses es entendible, pero tratar al presidente con sevicia y juzgarlo por su procedencia, por su raza, sexo, por su neurosis, psicosis y por otras artimañas para mancillarlo y calumniarlo es otra cosa.
Así es que funciona el doble rasero y así lo practican los que se robaron los dineros de Reficar, ruta del sol dos, la internet para niños rurales, los mismos que en el estallido social asesinaron, desaparecieron y mutilaron rostros de jóvenes y fueron hasta sus casas para encarcelarlos utilizando perfilamiento con el virus Pegasus.
Pero, ¿qué dirían si el doble rasero con el que miran, se les devolviera como rasero?, ¿si la espiga que ven en el ojo ajeno la vieran en el propio?
El derecho a soñar un mundo mejor es un deber de todos y no solo un privilegio reservado para ellos, entonces no serían tan indolentes y tan bellacos con la población a la que le deben haber sido elegidos y disfrutar de sus cargos y privilegios.
En lugar de juntar sus sueños con los nuestros por un país grande, grato, decente, por una vida plena donde quepamos todo, nos quieren condenar a una pesadilla sin fin, pero esta vez, creo que se equivocan si piensan que el pueblo que antes les tenía miedo a sus balas y amenazas, dejó de temerles esta vez y, peor aún, dejó de creerles a pesar de la enredología que utilizan para despistar a los incautos y les está mandando un mensaje contundente: ¡Respeten al pueblo!
Critiquen al presidente por sus errores, que los tiene, sus llegadas tardes a los eventos, algunos nombramientos que no son de buen recibo, pero recurriendo a zancadillas y cochinadas como redito político quizá le rente a corto plazo, pero dudo que frente al tribunal de la historia salgan airosos.