Desde Europa, el colega amigo Luis Eduardo Castañeda nos envía un texto de Alex Salebe sobre la publicación de la novela póstuma de Gabriel García Márquez, ‘En agosto nos vemos’.
Agosto en Semana Santa
Por Alex Salebe
Reservé el viernes por la tarde para leer la traición de los hijos de Gabo a su padre. Lo hice gracias al geógrafo, actor y poeta lanzaroteño César Rijo, que me regaló la novela inédita de Gabriel García Márquez, en encuadernación de tapa dura y letras grandes, y agradezco de verdad este formato, sobre todo lo de letras grandes, porque un orzuelo en mi ojo derecho me fastidió toda la semana y una lectura mucho más placentera.
Parte de la crítica literaria se ha ensañado con ‘En agosto nos vemos’, tildándola de “aceptable” o “negocio”. Lo que sí es objetivo es que el propio autor advirtió a sus allegados durante el proceso creativo y de revisión que “este libro no sirve. Hay que destruirlo”, así de explícito lo reconocen en el prólogo Rodrigo y Gonzalo García Barcha. Y si traducimos al lenguaje más puro del recorrido macondiano de Gabo que tanto nos enamora, pues diríamos que el libro es una mierda. En mi opinión no lo es, compararlo con la obra maestra ‘Cien años de soledad’, ni procede ni creo que sea justo.
El maestro Jorge Luis Borges confesó alguna vez que no había leído muchas obras de García Márquez, le bastaba con la obra magna: “No hay duda de que se trata de un libro original y que no procede de ninguna escuela”. Al leer ‘En agosto nos vemos’ me metí de lleno en su narrativa, en la descripción fantástica de escenas con la que Gabo magistralmente nos transporta al lugar de los acontecimientos, me situé en el Caribe y su parla, en su riqueza paisajística y también en su pobreza estructural que no pueden ocultar edificios lujosos e infraestructuras suntuosas.
Me atrapó la historia de Ana Magdalena Bach y sus idas y venidas a una isla caribeña para su infaltable visita anual a la tumba de su madre y buscar desesperadamente además una intensa noche de amor furtivo con un hombre distinto cada 16 de agosto. La descripción literaria del baile de la pareja de amantes antes de ir a la cama es fascinante. El lector también puede imaginar el ramo de gladiolos que la protagonista lleva al cementerio, el cacao mental de su hija que pretende ser monja o la relación de convivencia, más que sentimental, con su marido que también tiene sus aventuras fuera del matrimonio.
Cuando leo la mezcla de recursos narrativos no pienso si Gabo escribió y corrigió esta novela corta durante sus últimos años de vida y en pleno proceso de pérdida de memoria, o si como dicen sus hijos, fue el fruto del último esfuerzo de seguir creando contra viento y marea. El hecho es que la novela después del manuscrito original de Gabo y cinco versiones de borrador ha sido publicada este mes de marzo justo el año en el que el Nobel cumple una década de fallecido.
Es probable que mi opinión esté contaminada por el hecho de ser del Caribe colombiano o por el privilegio de haberlo conocido personalmente en ediciones de los noventa del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, donde además compartió experiencias y sabiduría ante cámara junto a mis compañeros de Grupo Taller Cine, pero lo cierto es que después de haberme releído ‘Cien años de soledad’ durante el confinamiento, disfruté leyendo ‘En agosto nos vemos’. Y si son reales las palabras de Gabo cuando dijo que este libro no servía, él que era poco partidario de llevar sus obras al cine, también dijo mucho antes de esta su última sentencia: “Cuando yo esté muerto, hagan lo que quieran”.
Lo desveló su hijo Rodrigo, director de cine, desde Los Ángeles en una charla virtual organizada en 2020 por la Fundación Gabo, donde tuve la oportunidad de participar, después del acuerdo alcanzado entre la familia y la plataforma Netflix para producir la serie inspirada en ‘Cien años de soledad’.
Rodrigo apuntó en ese encuentro virtual que como su padre les dijo que hicieran lo que quisieran cuando muriera: “Le hemos obedecido”, refiriéndose al proyecto audiovisual ‘Macondo’ que al parecer será estrenado este año y que también podría salir con el nombre original de la novela. Gabo estaba convencidísimo de que ‘Cien Años de soledad’ no se podía condensar en tan solo dos o tres horas de cine, “pero ahora el formato de serie nos permite contar mejor la historia, como quería el escritor”.
El Nobel planteaba dos condiciones para llevar su joya al cine, que la película fuera rodada en español y que considerase localizaciones en Aracataca, su pueblo natal, ambas respetadas en el acuerdo con Netflix. Ojalá de verdad podamos verla algún día. Lo que es indudable es que los libros de Gabo son muy visuales, es como si estuvieras viendo una peli. Sin comparaciones, ‘En agosto nos vemos’, es un ejemplo más.
Original de https://www.biosferadigital.com/
Crédito a: https://agenciadenoticias.uniceub.br