Entre invictos rotos y sueños trastocados, Colombia enfrenta el tobogán eliminatorio. Néstor Lorenzo y su equipo tienen cuatro meses para transformar tropiezos en un renacer mundialista. El Mundial/2026, sigue allí.
EN EFECTO TOBOGÁN
“El año que viene vuelvo…”
Por Evo Matrix
En las alturas del sueño mundialista, la selección Colombia parecía inquebrantable, pero las fechas 11 y 12 de las eliminatorias al Mundial 2026 rompieron ese espejismo como un cristal frágil.
La caída no fue un simple tropezón, sino un tobogán vertiginoso que transformó el optimismo en incertidumbre. Atrás quedaron los días del invicto de Néstor Lorenzo, un récord que parecía blindar a Colombia de las vicisitudes. Las derrotas ante Bolivia, Uruguay y Ecuador, la última con un sabor particularmente amargo en el propio Metropolitano, dejaron al equipo en la cuerda floja: del segundo lugar al cuarto, al borde del abismo.
El partido ante Uruguay fue un presagio de lo que vendría. Después de ir ganando 1-0, la derrota 3-2 en el último suspiro desnudó carencias en la defensa, especialmente en Davinson Sánchez, y expuso una falta de contundencia ofensiva que se ha vuelto crónica. John Córdoba y John Jader Durán, llamados a ser los goleadores del equipo, dejaron escapar oportunidades claras, alimentando el desespero de una afición que asistía a ver cómo el sueño mundialista se complicaba.
Pero si Montevideo dolió, Barranquilla fue un golpe al corazón. Medio siglo sin perder ante Ecuador como locales quedó en los libros de historia cuando un gol madrugador de Enner Valencia, facilitado por errores en cadena desde un saque lateral mal dirigido por Johan Mojica y un error de Richard Ríos al recibir-entregar, selló el destino del encuentro. El partido reflejó una Colombia que domina las estadísticas, pero no el marcador: 67 por ciento de posesión, 25 remates, 7 al arco, pero ni un solo gol. Los ecuatorianos, en cambio, con apenas cuatro remates, hicieron lo necesario para llevarse los tres puntos.
Hernán Galíndez, portero ecuatoriano, fue la figura del partido, apagando cada intento colombiano con atajadas espectaculares. Mientras tanto, Luis Díaz, alguna vez motor creativo del equipo, parece haber perdido —enfundado en la casaca tricolor— chispa, incapaz de traducir sus regates y esfuerzo en resultados concretos.
Los cambios de Lorenzo, como la entrada de Juanfer Quintero y John Jade Durán Durán, trajeron intensidad, pero no la efectividad que el equipo necesitaba desesperadamente.
¿Dónde está el problema?
La falta de definición es una llaga abierta. Colombia genera juego, pero carece de la frialdad en el área. El desespero por no concretar genera un círculo vicioso que desarma al equipo. A esto se suma una defensa que, si bien no carece de talento, muestra desajustes preocupantes en momentos críticos.
El efecto tobogán es real, pero no irreversible. Colombia aún ocupa el cuarto lugar en la tabla, gracias a los tropiezos de Brasil y a una clasificación sudamericana que, aunque más competitiva, ofrece más cupos. Sin embargo, el margen de error se ha reducido al mínimo. Las próximas fechas, ante Brasil como visitante y Paraguay en casa, definirán el camino hacia el Mundial.
Cuatro meses para renacer
Néstor Lorenzo tiene en sus manos el reto de convertir el golpe en aprendizaje. Cuatro meses separan a Colombia del siguiente capítulo, tiempo suficiente para repensar estrategias y reforzar las debilidades. ¿Es momento de confiar en nuevas caras? ¿De ajustar el esquema táctico? ¿De devolverle la confianza a figuras como Córdoba y Durán, o buscar alternativas más confiables?
“El año que viene vuelvo” no es solo un canto de esperanza, es un compromiso. Colombia aún puede clasificar al Mundial 2026, pero el equipo debe recuperar la sed de gloria, la contundencia en el ataque y la solidez defensiva. El reloj corre, y marzo de 2025 será el examen definitivo. Porque en el fútbol, como en la vida, el verdadero fracaso no está en caer, sino en no saber levantarse.
Crédito: imágenes de colombia.as.com/