Mayo de 2014: una falsa información aseguraba que a Junior le otorgaban título de campeón-primer semestre, porque Nacional la había embarrado en la final. José Alfredo Meza-Casadiego recrea la historia.

Nota del director: Este lunes, Junior juega en Barranquilla ante Envigado.
Al parecer, influido por el ‘efecto Teo’, ‘La querida de Barranquilla’ ha ganado —sin que Teo haya jugado— dos partidos en línea, uno adentro, el otro, afuera. Lo más probable es que Teo debute este lunes, y lo hará por cuarta vez con los tiburones, en el Metropolitano ‘Roberto Meléndez‘.
A la espera del partido, de que en algún momento —a pocos días del estallido del Canaval— se arme en la gramilla del Metropolitano el ‘bachateo’ y de que el resultado de este lunes les sea favorable a los tiburones de Farías, El Muelle Caribe le da cabida a un relato de José Alfredo Meza Casadiego inspirado en aquel chasco de mediados de 2014, cuando miles de hinchas junioristas celebraron una octava estrella, ¡que esa vez no fue! La alcanzaría cuatro años más tarde.
En la nómina de Junior para el chasco de la fanaticada de aquel 2014, aun no figuraba Teo, quien con Junior ha ganado dos ligas: 2018-II y 2019-I; una Copa Colombia: 2017, y un par de Superligas: 2019 y 2020.
Degustemos, pues, la evocación de Jose Alfredo Meza Casadiego.
El día que Junior ‘gano’ la
8ª estrella en el escritorio

Por José Alfredo Meza Casadiego
La alegría de la afición quedó atrapada en las redes de la desilusión. El anhelado deseo de ser campeones volvió a ser esquivo para el equipo de futbol —Junior de Barranquilla-Colombia— y su frustrado sueño fuente de tristeza para sus fanáticos.
La erupción de euforia, estuvo a pocos instantes de escapar del corazón de su hinchada, irrumpir con todas sus fuerzas, y contagiar la ciudad que soñaba lo mismo…la octava estrella. Pero no: un audaz adversario —Atletico Nacional de Medellin-Colombia— se interpuso a esa ilusión y malogró la histeria colectiva que estaba preparada para festejar el triunfo.

En la previa al encuentro, el estratega del equipo Junior —Julio Comesaña— sorprendió al mundo futbolístico anunciando que varios de los jugadores que habían aportado sus esfuerzos para llegar a la final del torneo, se quedarían viendo a sus compañeros de juego sin poder aportar sus talentos. Los mandó de espectadores a las tribunas. ¡Tácticas del futbol actual!
Ese día —según el entrenador— su objetivo no era ganar el título sino aprender a perder o igualar con el adversario. “Una victoria sepultaría en lo más profundo de las emociones los errores cometidos en todo el torneo y reaparecerían como fantasmas en próximas jornadas deportivas”, dijo. Nuevas teorías deportivas para confundir multitudes y disimular los errores.
Sin que ninguna autoridad gubernamental lo ordenara, un sagrado silencio se apoderó de las gentes a partir del momento en que el juez dio por iniciado el encuentro. Entre tanto, los fanáticos apostados en el coliseo deportivo perforaban los tejidos del silencio con sus cantos.

El motivado equipo con fe profunda en sus nuevas tesis deportivas, ofreció resistencia férrea ante su virtuoso adversario que no podía descifrar las claves para vulnerar semejante muro defensivo. Hasta que el audaz adversario se interpuso a la ilusión del equipo y la ciudad quebrantando el objetivo deportivo del Junior aplazando la histeria colectiva que estaba preparada para festejar la victoria. La derrota llegó a las huestes del técnico innovador y sus seguidores se sumergieron en una pesadilla colectiva.
Las horas siguientes de la derrota fue de tristeza, los estantes de los estaderos de diversión quedaron llenos de botellas de bebidas espiritistas como adornos costosos que solo se pueden ver, pero no tocar. Los vehículos de diferentes modalidades prestos para el desfogue de sus ocupantes, no pudieron mostrar las fuerzas de sus motores en sus alocadas carreras. Los comerciantes de banderas, cornetas, gorras, camisetas con los colores del equipo, fueron los únicos ganadores. Los aficionados al equipo le dieron poco uso a lo comprado, por la decepción del resultado… ¡La derrota! Había que esperar otra vez. Pero: las cosas no quedaron allí, nada de lo anterior hacía presagiar lo que acontecería días más tardes.
La esperanza de ganar el título renació. Desde algún lugar de Colombia alguien lanzó el rumor de que el equipo victorioso había quebrantado las reglas del encuentro, por tal razón había sido despojado de manera justa el logro obtenido, por lo tanto, los directivos del torneo le habían otorgado en el escritorio el título al equipo Junior. Cuando el rumor tomo cuerpo en las redes sociales, ¡para que fue eso!; se agiganto sin control alguno, extendiéndose por toda la ciudad. La alegría atrapada en las celdas del corazón de la fanaticada vio la oportunidad de escapar y escapó.

—¿Ya oíste lo que pasó? —le pregunto un amigo a otro “No”, contesto el interlocutor, que a su vez preguntó: “¿Qué pasó?” —Le dieron el título de campeón al Junior —respondió el primero.
Así se extendió el mensaje. Ante esta noticia, fueron apareciendo poco a poco personas en las esquinas de las calles para comentar lo sucedido y allí empezó todo. Sin consultar con nadie o consultando con todos, pero sin atender respuestas, fueron dando la vuelta a la manzana para anunciar la buena nueva sin confirmar. Después fueron dos manzanas, tres y más gente fue llegando hasta formarse un río humano.
Toda la parafernalia comprada para el festejo fue rescatada de su abandono, volviéndose a utilizarla. La alegría atrapada en las redes de la frustración de la primera noche, esta vez se desbordó: las masas humanas en locura colectiva recorrieron la ciudad; se abrazaron desconocidos con desconocidos, conocidos con conocidos y todas las combinaciones posibles, dijeron si a lo que antes habían dicho no, y dijeron no a lo que antes habían dicho sí. Los vendedores caminantes hicieron la venta jamás hecha en toda su vida. Con sus ganancias, ¡por fin!, pudieron pisar nuevamente las tiendas que se habían auto vedado visitar por la deuda contraída y olvidada en los recovecos de la memoria del andino tendero. Bebieron hasta el cansancio desocupando estantes repletos de licor. Ya vacíos, fueron llenados y vaciados nuevamente. Los moteles fueron testigos mudos de las maromas sexuales de los ebrios inquilinos que amanecieron dormidos y abrazados. El alboroto llegó a oídos de los agentes del orden que estaban cansados de una jornada de bostezo. Tuvieron que suspender abruptamente su tranquilidad por el remolino formado por el rumor. Hicieron presencia en los sitios de los hechos y ante la locura colectiva, tuvieron la prudencia de no oponerse a la avalancha del festejo; una intervención suya con ánimos de suspender el alborozo por falsa causa, habría sido tomada como aves de mal agüero que aparecen anunciando malos momentos. Ya en el sitio terminaron emborrachándose con las caras empolvadas en el improvisado carnaval, sus herramientas de trabajo quedaron en manos de casas de compraventas de artículos usados. Eso sí, garantizando su devolución firmando contratos de retroventas.

En el albor de la madrugada sumergidos en las lagunas de la conciencia provocadas por la alegría, el licor y otros menjurjes, las masas humanas, cada una desde sus trincheras de euforia, con pocas energías en los depósitos de sus cuerpos, en un fugaz momento de lucidez, escucharon la noticia, esta sí verdadera, de que el rumor había resultado falso.
Para ese momento, en el estado en que se encontraba la muchedumbre, ya nada importaba. Habían dado rienda suelta al alborozo frustrado noches anteriores, por no haber obtenido tan anhelado sueño… el título.
El alboroto armado se fue diluyendo regresando sus actores a sus aposentos a esperar otra oportunidad falsa o verdadera.
Todo volvió a la normalidad, las calles nuevamente quedaron desoladas, las huellas de la felicidad sentida quedaron desparramadas por la ciudad. Una vez más, Barranquilla dio prueba de ser la ciudad “más feliz del mundo”, que solo necesitaba un falso rumor para demostrarlo.
El deporte, nuevamente le dará al equipo Junior la oportunidad de jugar una final del futbol colombiano y a lo mejor la ciudad no festejará con tanta tropelía si el equipo es campeón porque sus fuerzas fueron agotadas en la celebración de la falsa octava estrella. Ahora, si todavía quedan energías para derrochar, que no esperen a nadie en casa, sino hasta el Miércoles de ceniza.
JOSÉ ALFREDO MEZA CASADIEGO (JAM-C.)
Crédito por imágenes: https://www.infobae.com/ – Instagram (juniorclubsa)