Sobre manuscritos originales, Fernando Castañeda García abre el debate en procura de desmitificar leyendas y rescatar la profundidad de ‘La gran miseria humana’ como obra maestra de la necro-poesía soledeña.
De la tradición oral a los documentos
originales de ‘La gran miseria humana’
Por Fernando Castañeda García
Por esas extrañas coincidencias —cuando las circunstancias, el tiempo y el espacio parecen concretar objetivos—, la noche del día que falleció Jaime Escorcia Barceló, un amigo de la infancia, asistí a la funeraria para expresarles a sus familiares mis condolencias y allí sostuve una larga charla con Divina Escorcia, sobrina del vate soledeño Gabriel Escorcia Gravini.
En ese lugar donde la vida y la muerte se encuentran para el adiós definitivo, ella habló de los manuscritos originales, escritos por su tío, y en especial de los del poema ‘La gran miseria humana’. Nos pusimos de acuerdo para hacerle una visita en su casa.
Cumpliendo con lo acordado fui hasta su morada, sin saber que asistiría a una de las citas más importantes en mi vida. Sentado frente a ella y mientras la escuchaba hablar de los documentos originales del poeta, hizo una pausa para solicitarle a Teresa Escorcia Barceló —también profesora— que le hiciera el favor de traer el paquete con los originales; Teresa regresó cargando el fardo y puso sobre una mesa el mismo mamotreto del cual Divina me había prestado, diecinueve años atrás, el cuadernillo ‘Alma Lírica’, fechado en junio de 1912, material importante que sirvió de fundamento para escribir el ensayo ‘El amor y la muerte en el laberinto del poeta’, pero esta vez no estaba en esa mesa para que yo escogiera uno de aquellos documentos originales, en calidad de préstamo: Estaba ahí porque Divina había una tomado una decisión que, supongo, también consultó con su familia.
Divina, señalando el legado de su tío, me dijo que, en definitiva, había decidido entregarme todos los documentos originales del trabajo poético de Gabriel Escorcia Gravini, originales que su padre Luís Felipe Escorcia Gravini, hermano menor del bardo, logró rescatar del fuego que ordenaron prenderle al cuarto de Gabriel. Ella remató aquella sorpresa diciendo: «Fernando, puedes llevarte esos documentos y hacer con ellos lo que consideres pertinente. Estoy segura de que quedan en buenas manos».
Por el impacto de la emoción, y mientras la observaba en silencio, pensé en la gran responsabilidad que se me asignaba como depositario del legado lírico de nuestro máximo referente de la poesía en el municipio de Soledad. Le agradecí la confianza depositada y partí rumbo a mí residencia cargando en mis manos un valioso y voluminoso legado histórico de más de doscientos folios.
La tradición oral y los manuscritos de La Gran Miseria Humana
Cuando el poeta Gabriel Escorcia Gravini falleció el 28 de diciembre de 1920, a los 29 años de edad, víctima de la lepra, Soledad, su tierra natal, era un pequeño territorio poblado por escasos ocho mil habitantes y cualquier suceso terminaba siendo pan de comentarios para la población. Y como nunca falta quien dé rienda suelta a su imaginación, posterior al fallecimiento de Escorcia Gravini comenzó a circular la famosa leyenda que, por tradición oral, nos ha asegurado que el poeta escribió de un solo plumazo los trescientos versos de ‘La gran miseria humana’, una noche después de visitar el cementerio donde conversó con una calavera que, por olvido, el sepulturero había dejado fuera de la tumba.
Así surgió una leyenda sin fundamentos y más por ignorancia, porque fue la ignorancia la que se encargó de alimentar ese engendro de la fantasía popular transmitiéndolo de generación en generación, desde hace más de un siglo, minimizando el trabajo poético de Escorcia Gravini.
Desde hace 20 años vengo realizando el trabajo de visibilizar al bardo soledeño, desmitificar y humanizar la leyenda, y en esta tarea están vinculados amigos poetas con los que realizamos el recital ‘Entre tumbas’, en homenaje a nuestro insigne referente poético y frente a su sepultura, el día 28 de diciembre, que este año llega a la edición número diecisiete. Además de los recitales podemos hablar de conversatorios en distintas instituciones educativas del municipio, con el objetivo de presentar una imagen diferente de Gabriel Escorcia Gravini, totalmente opuesta al absurdo invento de la tradición oral, porque el trabajo está sustentado por textos originales escritos por él.
Gracias a esta labor, contribuimos a la resignificación del nombre de Escorcia Gravini, atendiendo un llamado de la Institución Educativa que lleva su nombre, mediante la elaboración de un proyecto presentado por esta a la Secretaría de Educación de Soledad, hace cuatro años.
Es hora de conocer a Gabriel Escorcia Gravini para no continuar cayendo en especulaciones, como esa leyenda de la tradición oral que arbitrariamente hace creer que ‘La gran miseria humana’ fue solo un producto repentista de la imaginación de Escorcia Gravini y no el de un trabajo de carpintería lírica para la construcción de un lenguaje necro-poético, en aquel cuarto que él llamó su “celda cristiana”. Allí fue aislado desde cuando punteaba la adolescencia y le diagnosticaron la enfermedad. Desde antes de cumplir los dieciséis años de edad le tocó enfrentar la cruel realidad y envuelto en una tragedia que convirtió en poesía, fue consciente del ostracismo a que estaba condenado desde la primera de las casi cuatro mil seiscientas ochenta y seis noches que le tocó dormir solo en aquel cuarto durante los últimos trece años de su corta existencia.
¡Basta ya con esa leyenda de la tradición oral!
Fue en la soledad de su destino, y entre las cuatro paredes de ese cuarto, donde Escorcia Gravini encontró su máxima expresión en ‘La gran miseria humana’: el poema es una reflexión por medio de la cual el poeta aborda el amor y la muerte. Con intención y profundidad filosófica llega a conclusiones axiológicas que son realidades banales de los humanos, reservadas a los valores y la moral. Es la creación de un mundo arcano poblado de fantasmas que nos rodean inexorablemente y que rompe el monólogo característico de la poesía para establecer un diálogo metafórico con la muerte.
Para demostrar que la leyenda de la tradición oral no tiene fundamento, reiterar que solo ha servido para minimizar el trabajo de uno de los grandes poetas cantores de la muerte y, además, para que muchos dejen de especular con el nombre Gabriel Escorcia Gravini, aquí, en El Muelle Caribe, les dejo estas fotos, como un abreboca tomado del primero de los diez folios del documento original de ‘La gran miseria humana’, cuyo nombre inicial fue ‘La visita negra’ y que pertenece al cuadernillo o folleto titulado ‘Isla sonora’.
En ‘La visita negra’
I
Una noche de misterio,
estando el mundo dormido,
buscando un amor perdido,
pasé por el cementerio.
Desde su azul hemisferio,
la luna sus rayos puros
ponía sobre de los muros
de la necrópolis santa,
donde a los muertos le canta
el búho sus versos oscuros.
En ‘La gran miseria humana’
I
Una noche de misterio,
estando el mundo dormido,
buscando un amor perdido,
pasé por el cementerio.
Desde su azul hemisferio
la luna su luz ponía
sobre la muralla fría
de la necrópolis santa,
en donde a los muertos canta
el búho su triste elegía
En ‘La visita negra’
II
La luna sus limpideces
a las tumbas ofrecía
y pulsaba el aura fría
el arpa de los cipreces,
y aquellas lobregueces
—de mí corazón hermanas—
me inspiraron… y con ganas
de interrogar a la Parca,
entré a la triste comarca
de las miserias humanas.
En ‘La gran miseria humana’
II
La luna sus limpideces
a las tumbas ofrecía
y pulsaba el aura umbría
el arpa de los cipreses,
y aquellas lobregueces,
de mi corazón hermanas,
me inspiraron, y, con ganas
de interrogar a la Parca,
entré a la glacial comarca
de las miserias humanas.
En ‘La visita negra’
III
Y en compañía del cierzo,
los difuntos visité
y en cada tumba dejé
una lágrima y un verso,
¿Estaba allí de perverso
entre seres no ofensivos?
¿Fui a perturbar los cautivos
en sus sepulcros desiertos?
¡Pues no! ¡Fui a buscar los muertos
por tener miedo a los vivos!
En La Gran Miseria Humana
III
Acompañado del cierzo
los difuntos visité,
y en cada tumba dejé
una lágrima y un verso.
Estaba allí de perverso
entre seres no ofensivos,
¿Fuí a perturbar los cautivos
en los sepulcros desiertos?
No… Fui a buscar a los muertos
por tener miedo a los vivos.
Nota: En una próxima entrega, espere el escrito original comparado con el poema ‘La gran miseria humana’ y un análisis del mismo.