Llamados Chimilas

Llamados Chimilas

Estudiante de antropología en la Universidad del Magdalena, el joven Keyler José Castillo Cantillo ha redactado un informe sobre los indígenas Ette Ennaka, también denominados Chimilas. No dudamos en publicarlo.

MAGDALENA, NORTE DE COLOMBIA

Indígenas Ette Ennaka dignificados
como ‘Nueva gente’, en San Ángel

Nombrados también como Chimilas, dejaron la errancia desde 1999, en la actualidad se asientan en porciones de tierra compuestas por aproximadamente 1880 hectáreas, las cuales se encuentran dispersa por todo el territorio nacional, pero unidad por un pensamiento propio.

Imagen de portada: Las mayoras Mari Granados y Anitica Granados ejecutan, sueltas a su edad, la danza tradicional del baile de ‘El Pajarito’ en Issa Oristunna, pueblo Ette Ennaka, en San Ángel-Magdalena. Fotografía por Keyler José Castillo Cantillo.

Por Keyler José Castillo Cantillo
Estudiante de Antropología

En el municipio de Sabanas de San Ángel, departamento del Magdalena, al norte de Colombia, residen los Ette Ennaka. Esta comunidad indígena forma parte de los 87 pueblos reconocidos por el Ministerio del Interior (Organización Nacional Indígena de Colombia, 2020).

Como menciona Carlos Alberto Uribe (1987) es un pueblo originario al tener dentro de su espacio una clara organización sociopolítica, una cultura marcada, una lengua y un territorio con autonomía propia.

En la literatura académica son reconocidos como los Chimilas: una de las comunidades más destacadas en la historia de Colombia debido a los actos de resistencia que mantuvieron contra las campañas pacificadoras en la época del Virreinato a principios del siglo XVIII y gran parte de los siguientes. Sin embargo, fueron descritos por historiadores, entre ellos José Nicolás de la Rosa (1789), como personas corsarias, crueles y traidoras; además, su nombre o apelativo, como es llamado por el escritor, tenía como significado “muchedumbre”. En escritos más recientes, Reichel Dolmatoff (1945) hace referencia a esta comunidad no con el nombre de Chimiles o Chimilas, sino como los Paretare.

No obstante, los actuales Ette Ennaka han dejado de lado estos etnónimos impuestos por los colonizadores y se han autodenominado como los Ette Ennaka, que significa “Nueva gente”. En un escenario contemporáneo, esta comunidad cuenta con más de 2.000 habitantes distribuidos por todo el territorio nacional (Castillo, 2024).

Mayores Ette de Cultura propia en el invernadero de plantas tradicionales en Issa Oristunna, pueblo Ette Ennaka. Fotografía por Keyler José Castillo Cantillo.

Los Ette Ennaka eran inicialmente una comunidad errante que habitaba por los caminos y fincas de los terratenientes. Es solo en 1999 cuando, gracias a las labores desarrolladas por unos líderes del pueblo Ette en compañía de campesinos, se eleva la petición ante la Oficina de Asuntos Indígenas del Magdalena, dirigida en ese momento por Amparo Lucas. Se solicitaba la concesión de los territorios que estaban habitando. Según relatan los Mayores y líderes que participaron en el proceso, como Félix Marino (quien ha sido ocho veces cabildo gobernador), ya tenían conocimiento de que ese territorio iba a ser expropiado al señor Alejandro Manco debido a su falta de pago a la Casa de Rentas de la Gobernación del Magdalena. En consecuencia, los Ette se aliaron con algunos campesinos para desarrollar la propuesta. Cabe destacar que los indígenas que lideraron el proceso ya sabían leer, entre ellos Nicolás Martínez.

Más tarde, este proceso es retomado por el INCORA, entidad que adquiere las primeras 280 hectáreas que hacían parte de la hacienda ‘La sirena’ del hoy desaparecido Alejandro Manco Scopetta, sujeto que arriba a estos territorios en 1939 huyendo de la Segunda Guerra Mundial y se apodera de grandes baldíos, se hace amigo de los antiguos Ette Ennaka y los acoge como peones y trabajadores de su empresa explotadora de bálsamo de tolú, que exportaba a Francia (Edgar Rey Sinning, 2012)]

La lucha por la consecución de su territorio se inicia en los albores de 1990. Sin embargo, es solo a mediados de 1999 cuando el INCORA, mediante la Resolución N° 075, les reconoce tanto sus primeras 280 hectáreas de tierras como su conformación como pueblo étnico.

A partir de entonces, han venido adquiriendo más territorio —territorio comunal— y en el presente cuentan con aproximadamente unas 1880 hectáreas distribuidos en varias partes.

Actualmente, esta comunidad mantiene un sistema administrativo denominado Gobierno propio que está constituido, en sus principales eslabones, por un ente denominado Penarikwi —institución creada posteriormente al reconocimiento del pueblo en el año 1989— que es un grupo de 88 miembros, entre ellos, hombres y mujeres que dirigen el timón administrativo internamente. Por otro lado, está el Cabildo Gobernador del pueblo Ette Ennaka; esta institución está constituida por el Cabildo gobernador y un equipo administrativo, el cual es el encargado de que sus formas de gobernar conversen de forma armónica con las occidentales.

Trabajo de campo adelantado por Keyler José Castillo Cantillo para conocer usos y costumbres de los Ette Ennaka, el tejido entre ellas, la caza para ellos.

Esta comunidad está constituida por cinco asentamientos, siendo Issa Oristunna o Nueva Esperanza la más poblada: lugar que cuenta con la Institución Etnoeducativa Departamental Ette Ennaka, la cual está dirigida por las monjas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina. Asimismo, cuenta con espacios sagrados como la Casa Tradicional, lugares sagrados, cementerio tradicional, cultivos de plantas tradicionales, entre otros espacios propios de esta comunidad.

Por otro lado, tenemos los asentamientos de Ette Butteriya o Pensamiento propio y Coralito, dentro del mismo municipio de San Ángel. En la Sierra Nevada de Santa Marta tenemos a Narakajmanta y en el departamento del Cesar a Itti Takke’ y Diwana, entre otros, que están en proceso de reconocimiento por el pueblo.

Entre los Ette Ennaka, las mujeres siguen danzando el baile de ‘La mariposa y ‘El torito blanco’, mientras los hombres continúan cultivando y protegiendo la tierra para resguardar la seguridad alimentaria y la pervivencia del pueblo en el tiempo. Hombres y mujeres siguen, mediante los sueños, conversando con sus respectivas deidades: Yaau, deidad masculina que habita el oriente, y Numirinta, diosa femenina que habita el occidente. Mediante lo onírico, sus deidades les siguen transmitiendo y reforzando cuestiones como, por ejemplo, cómo hacer el rezo, el tejido de mochila, chinchorros, conocimientos sobre el tiempo, la fertilidad de la tierra, la maternidad, valores sociales y culturales y demás, que siguen adquiriendo en un plano espiritual e implementando en sus espacios sociales y culturales.

Bibliografía

Mayoras y adolescentes en su misión de tejer.

Castillo, K. (2024). El papel de las mujeres Ette Ennaka y su participación en los escenarios políticos y socioculturales al interior de Issa Oristunna en el municipio de Sabanas de Ángel, Magdalena desde el 2012 al 2023 [Tesis de pregrado no publicada]. Universidad del Magdalena.

Organización Nacional Indígena de Colombia. (2020). Pueblos indígenas. Obtenido de ONIC: https://www.onic.org.co/noticias/2-sin-categoria/1038-pueblos-indigenas

Reichel-Dolmatoff, G. (1945). Mitos y cuentos de los indios chimila. Kelly.

Uribe Tobón, C. (1987). Chimila. En Instituto Colombiano de Antropología, Introducción a la Colombia Amerindia (págs. 49-63). Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología.

Rey Sinning, E. (2012). Poblamiento y resistencia: los chimila frente al proceso de ocupación de su territorio. Santa Marta: Gobernación del Magdalena: Edición al cuidado de Conexión Cultural Editores