La pasión y la estrategia chocaron en el Centenario. Colombia mostró magia y coraje, pero los errores condenaron. Evo Matrix narra una batalla futbolística inolvidable.
¡Con jugar bien no basta!
Dolorosa remontada uruguaya para un 3-2 que duele hasta más allá del alma
Por Evo Matrix
Montevideo recibió a la selección Colombia con su característico viento fresco, mientras el estadio Centenario vibraba con cánticos celestes. Uruguay y Colombia, dos equipos en evolución, se enfrentaban en una noche que prometía emociones intensas. Marcelo Bielsa y Néstor Lorenzo, estrategas de dos estilos contrastantes, se midieron desde los bancos en un duelo táctico que terminó siendo una montaña rusa emocional.
El primer tiempo arrancó con cautela, pero con una Colombia que se veía cómoda en el césped. Lorenzo apostó por un mediocampo creativo, donde la magia de Juan Fernando Quintero tomó protagonismo. A los 31 minutos, Juanfer, con su zurda prodigiosa, ejecutó un tiro libre que dejó sin reacción al portero Sergio Rochet y su defensa. Todos esperaban un centro al vacío, al otro extremo en busca de cabezas, pero el balón terminó anidado en la esquina inferior del arco, mano derecha del portero, dejando boquiabiertos a los uruguayos. Era el 1-0, una obra de arte que hacía justicia al dominio colombiano.
Uruguay, fiel a su tradición de nunca rendirse, intentó reaccionar de inmediato, pero se encontró con una defensa colombiana bien plantada en los primeros 45 minutos. Camilo Vargas, seguro bajo los tres palos, daba tranquilidad a los colombianos, que se fueron al descanso con la ventaja y la confianza de estar haciendo bien las cosas.
El segundo tiempo fue un guion completamente distinto. Los locales, impulsados por su público y un Bielsa eléctrico arrellanado en su nevera portátil, salieron a presionar desde el primer minuto. Colombia resistía, pero el empate llegó a los 56 minutos en una jugada desafortunada: Davinson Sánchez, en un intento por despejar un balón que había sido desviado por Daniel Muñoz, terminó enviándolo a su propio arco, en lo que fue un autogol con características de infantil y que silenció a los hinchas colombianos tanto en el estadio como en su país todo y allende las fronteras.
La desconcentración en la zaga tricolor no quedó ahí. Apenas tres minutos después, Rodrigo Aguirre, insistente y oportuno, se escurrió entre la defensa colombiana y definió con precisión para poner el 2-1. En cuestión de minutos, la ‘arepa se volteó’, y lo que parecía una noche de gloria para Colombia comenzó a convertirse en pesadilla.
A pesar del golpe, Colombia no bajó los brazos. Vargas, que ya había realizado tres atajadas impresionantes, se mantuvo como el salvador del equipo en momentos críticos. Mientras tanto, Lorenzo movía las fichas, buscando soluciones desde el banco. El ingreso de James Rodríguez por Juan Fernando Quintero, Rafael Santos Borré por Jhon Jader Durán —quuien se comió un gol—, Carlos Andrés Gómez por Jhon Arias y Jerry Mina, como delantero, por Juan Camilo Portilla, pudo ser clave y dar aire fresco y velocidad tanto en los últimos metros como en los últimos minutos.
El cierre del partido fue de infarto. Con el reloj marcando 96 minutos y la desesperación en el rostro de los colombianos, el coraje entró a jugar en el Centenario. El recién ingresado Gómez, en medio de un borbollón en el área, aprovechó un rebote y con un remate oportuno firmó el empate. El equipo de Lorenzo y él mismo celebraron con una intensidad desbordante, a pesar de la revisión en VAR que no pasó a más. El Centenario quedó en silencio por un instante; parecía que Colombia rescataba un punto heroico.
Sin embargo, la alegría duró apenas un suspiro. En la siguiente jugada, Uruguay se lanzó con todo al ataque. Federico Valverde, con visión y precisión, encontró a Manuel Ugarte en el área. Ugarte, sin titubear, definió para el 3-2 definitivo en el último minuto del tiempo añadido. También revisión de Var y Bielsa, nervioso como lo estuvo durante todo el partido. Finalmente pudo respirar tranquilo mientras Lorenzo miraba al suelo, incrédulo ante el desenlace.
El duelo dejó claro que con jugar bien no basta. Colombia tuvo el control del balón, generó muchas ocasiones claras y demostró un fútbol atractivo, pero los errores puntuales y la falta de concentración en momentos clave fueron letales. Davinson Sánchez, a pesar de su experiencia —considerado el mejor defensa en la superliga turca jugando con Galatasaray S. K.—, volvió a quedar señalado por un error costoso, mientras que la defensa, en general, mostró fisuras preocupantes ante la presión, por momentos, uruguaya.
Camilo Vargas, con sus atajadas espectaculares, fue de los mejores del equipo, pero no pudo evitar la caída. El gol de Gómez fue un premio al esfuerzo colectivo, pero también dejó en evidencia que, para triunfar en escenarios como el Centenario, se necesita más que coraje: se requiere contundencia y solidez mental hasta el pitazo final.
Por el lado positivo, los cambios de Lorenzo, especialmente el ingreso de Gómez, demostraron que el técnico tiene olfato para ajustar sobre la marcha. Sin embargo, el estratega argentino deberá trabajar en fortalecer la mentalidad del equipo, porque en eliminatorias como estas, los descuidos se pagan caro.
Uruguay, por su parte, hizo gala de esa resiliencia que siempre los ha caracterizado. Bielsa, aunque nervioso, logró inclinar la balanza a su favor con un planteamiento —y los cambnios— que supo adaptarse a las circunstancias.
Con su victoria, los ‘charrúas’ igualan en puntos con los ‘cafeteros’, 19, pero quedan arriba de los dirigidos por Lorenzo —los uruguayos son segundos— debido a que les ganó.
La victoria uruguaya resulta ser una dolorosa remontada para un 3-2 que duele hasta más allá del alma, duele en el… ¡salve sea la parte!
Colombia deberá pasar rápido la dolorosa página. El próximo martes, en el calor del Metropolitano de Barranquilla, a partir de las 6:00 de la tarde, enfrentará a Ecuador, que viene inspirado tras golear 4-0 a Bolivia. Será una prueba crucial para la tricolor, no solo para recuperar puntos, sino también para demostrar que sí se aprende de cada dolorosa lección.
En el Centenario quedó claro que jugar bonito no es suficiente. A veces, el fútbol exige más que talento; exige temple y una concentración inquebrantable hasta el último segundo”.
Crédito: Imagenes bajadas de diversos medios en la web.