Encuentro entre amistad y arte: charla pintor Adib Navarro Namén-cronista José Orellano, que revela pasión por el expresionismo figurativo, el ancestro libanés-Caribe del artista y el reconocimiento a su trayectoria.

Con el pintor Adib Navarro Namén,
la mujer y un ‘Estado de angustia’

Nos habíamos citado para las 10 de la mañana de un sábado de enero, en el crucero de la Séptima con la 19, Bogotá D. C.
Hemos sido puntuales y, bajo un clima gris, caminamos hacia la continuidad en el tiempo de un grato hábito nuestro: sentarnos en torno a una mesa de cafetería a degustar la bebida que nos apetezca, a hablar de nuestras vidas y a no tratar de enderezar el mundo, un pacto de vieja data.
Este encuentro con el pintor Caribe-ribereño Adib Navarro Namén se nos ha vuelto costumbre a repetir cada vez que él viene a Bogotá, procedente de Cervera, provincia de Lérida, Cataluña, España, donde reside desde hace 24 años, desde 2001.

Ante la gaseosa no calórica ‘Zero’ que degusta —yo he pedido un latte—, Adib se proyecta satisfecho, feliz, y me hace entrega de una obra suya, a la cual percibo como concebida desde la sustracción de la realidad en lo pictórico, en sus formas y bajo una paleta de colores para la interpretación, desde mi percepción.
El artista amigo observa mi vacilación de neófito frente al pequeño lienzo y me dice: “Es expresionismo figurativo, se trata de una mujer sometida”. Yo hubiera pensado —le digo— que era arte abstracto, porque, al rompe, no veo figura femenina alguna.
Recibo el obsequio con mucho afecto y Navarro Namén me cuenta que volará hacia su casa en Cataluña al día siguiente, me habla de sus hijos —Adib, Habib y Shadib, y Salomón, el primero, antes del matrimonio— y, como es de suponer, de una nos centramos en lo ‘chévere’ que él la pasó en Santa Marta.
Y es que en ‘La perla de América’, ‘La bahía más bella del continente’, el artista nacido en la misma cuna en que lo hizo José Barros —El Banco, “viejo puerto”—, fue exaltado por la Organización de Periodistas Independientes de Colombia, Opicol-Magdalena, como ‘Artista pictórico internacional’ y, al fin de cuentas ‘personaje Caribe 2024’, recibió el galardón ‘La llama encendida’.
Necesariamente, ese tiene que ser tema a conversar una vez sentados a la mesa. “Super emocionado por este reconocimiento a mi aporte y a mi labor transformadora en beneficio de la Región Caribe colombiana”, dice Adib, mientras recuerdo que ya son 15 años de amistad los que completamos.

Lapso durante el cual —y es preciso contarlo—, Adib me ha mantenido rodeado de mujeres, de full mujeres. Y es que, gracias a las nuevas tecnologías, en mis archivos digitales hay un buen número de imágenes de cuadros del pintor, enviadas por él mismo, y a través de los cuales cristaliza la presencia de féminas, en “un estilo único, muy personal, acompañado de los diferentes y enriquecidos trazos y colores, gracias a lo cual puedo asegurar”, apunta Adib, “que el arte es la expresión más sencilla en la profundidad del pensamiento, y desde la cual yo concibo, con el máximo respeto, diferentes temáticas en torno a la mujer”.
Gracias a Abid me entero de que aquella noche samaria —en el salón de eventos de la Quinta de San Pedro Alejandrino—, la ceremonia enaltecía también a un miembro distinguido de la familia del pintor: el compositor Camilo Namén Ropalino, autor, entre otros, del tema vallenato que, a partir de mis 20 años, me marcó por siempre: ‘Mi gran amigo’. Tanto me marcó, que sobre su melodía escribí la canción ‘Presencia sentimental’, “todo un derroche de poesía”, según lo dicen en serio gentiles amigos cuando les recito tales versos.
—Para ti, Adib, ¿qué significado tiene tal exaltación?
“Es una invitación —y una motivación— a mantener encendida la llama de mi inspiración y continuar expresando mi creatividad en las diferentes manifestaciones artísticas”, dice quien, desde el arte, también es eventual muralista y escultor y, en su día a día, desarrolla trabajos de mantenimiento y reforma de viviendas, conservación de pintura y decoración tanto en interiores como en fachadas.

“Este reconocimiento que me ha hecho Opicol, me enaltece y estimula mi firme propósito de continuar expresando el arte de la mejor manera que me sea posible”, agrega el pintor. “Y te digo algo más: “Con mis ingresos, gracias a eso que tú llamas “día a día”, logro financiar el sostenimiento de mi arte”.
Arte contemporáneo, en el cual Adib destaca desde 2007 gracias a su estilo inspirado en el Pop Art, un estilo sugerente y sensual, que no pasa desapercibido para el observador, mismo que, de acuerdo con los entendidos en arte, tiene que sumergirse, necesariamente, en un paseo por la sensualidad, entre la insinuación y la provocación de las féminas, sin caer en el erotismo. Percepción de las obras que puede ser complementada psicológicamente por el observador a través de la identificación, los recuerdos o los deseos, en tácita invitación a reflexionar sobre sus propias emociones y experiencias personales.

Pudiera afirmarse que Adib ha demostrado, durante el discurrir de casi dos decenios, una capacidad única para capturar la esencia de la figura femenina a través de su técnica expresiva, considerando él mismo que “el arte debe ser subjetivo y misterioso, con temas que tienen que emanar de las emociones, los sueños y las percepciones íntimas, para alcanzar, así, una combinación de alta variedad o una gama de imágenes entre ideas contradictorias”.
Para aquel sábado de nuestra cita —el último de enero— habían transcurrido dos meses de estancia de Adib en Colombia, en especial por su región Caribe. Dos meses que, dice, “se esfumaron demasiado rápido, y ya hoy, como de repente, me encuentro con mi retorno a España, acompañado, eso sí, de un enriquecido sentimiento gracias a los lindos momentos compartidos y a los agradables recuerdos que me llevo para que, por siempre, permanezcan vigentes en mi memoria”.
“Este viaje a Colombia ha sido muy placentero”, dice, “dado a que tuve la oportunidad de compartir relajadamente con mis familiares y amigos. Son momentos, aunque efímeros, muy agradables, desbordados de afecto, que inmortalizan en mi memoria el regocijo del reencuentro después de largos periodos de ausencia física”.
Pido otro latte para satisfacción de la camarera y Adib me impone un deseo suyo: “Permíteme, por tu intermedio, expresar mi gratitud a todos los periodistas y a los diferentes medios de comunicación por todas las publicaciones emitidas a lo largo de mi carrera artística, resaltando el resultado de mi trabajo”.

—Ni más faltaba —le digo. Y, en seguidilla, azuzado por mí, le admito otra manifestación de sentimiento puro, tras ese homenaje en conjunción, ‘La noche de los mejores’, con su primo Camilo.
“Cálido y muy familiar, Camilo Namén Rapalino es un primo amoroso con todos los miembros de la familia. Lo tengo en un alto nivel de cariño por lo que él representa para nosotros y por los bonitos detalles compartidos en el entorno familiar: él es el mejor ejemplo de amor y respeto para el prójimo. Me enorgullece compartir de cerca con un personaje que pasará a la historia por su habilidad para exponer, por medio de melodías, sus sentimientos del alma”.
Se va de vuelta a Cervera, provincia de Lérida, Cataluña, España, el amigo pintor para seguir haciendo arte y desarrollando una actividad profesional que le permite moverse en un perímetro comprendido desde Barcelona hasta el Principado de Andorra, una labor que “me ha permitido mantenerme integrado con la comunidad y, como resultado, sostengo una enriquecida agenda de amistades”.
Mientras chachareamos en este café de la Séptima, se nos da por revisar fotos de archivo-web y nos topamos con una que lo muestra a él, a Adib, en ‘gesto’ de modelo en pasarela. Una leyenda impresa al pie de la imagen lo identifica como ‘Míster El Banco’, agosto de 1989.

“Se trató de un concurso en el colegio Santa Teresa en nuestro pueblo, que tuvo entre los jurados al maestro José Benito Barros”, recuerda quien, para entonces, era dueño de la discoteca ‘Som Pa Chai’, que en lengua de los aborígenes Pocabuy significa ‘La tierra del día y de la noche’. “Nos invitaron a participar a algunos personajes conocidos de la población: comerciantes, médicos, abogados y, en fin, con el objetivo de recoger fondos para la institución educativa”, puntualiza quien no deja de evocar su ribereña discoteca, la cual, dice, “se encontraba ubicada entre una orilla del río Magdalena y la desembocadura del río Cesar”.
En desarrollo de esta charla, me ha llamado la atención —a más del de él mismo— los nombres de los tres hijos del matrimonio del pintor: Adib, Habib y Shadib. Y como resultado de mi inquietud planteada al contertulio, se viene el recuerdo de una historia triste, muy triste. Pero antes preciso que su nombre y el de sus hijos se relacionan con la ascendencia del artista. Es libanesa.
“Mi abuelo Nicolás Namen Fraija casó con Matilde Gorayeb Kalet, en matrimonio celebrado en Barranquilla, luego de que se conocieran en un viaje que hicieron en barco de vapor a lo largo del río Magdalena”, cuenta Adib. “Después, decidieron instalarse en el puerto ribereño de El Banco-Magdalena, lugar donde tuvieron a sus cinco hijos: Adib, yo; Fuad, Josef, Elías y Suraya, esta última la madre del pintor.

Ella, única hija entre cinco hermanos varones, moriría asesinada a manos de uno de los grupos alzados en armas que han operado en inmediaciones de El Banco.
“Suraya se encontraba en el lugar y la hora equivocados junto con su hermano mayor Adib Namen Gorayeb, visitando a un comerciante de la localidad”, dice con profunda tristeza el entrevistado. “Precisamente en ese instante, entraron dos sicarios disparando a mansalva e indiscriminadamente. A mi madre le propinaron disparos en la cara, causándole una muerte fulminante, mientras que al comerciante, contra quien iba dirigido el ataque, le impactaron varios disparos en diferentes partes del cuerpo y posteriormente falleció”.
Suraya era la directora de la corporación ‘Mamá Suraya’ que se dedicaba a ayudar a la gente más desfavorecida de una basta región integrada por territorios del Magdalena, el sur del Cesar y Bolívar”.
‘Mamá Suraya‘ contaba con el apoyo de los comerciantes de El Banco en el recaudo de fondos para la entrega de sillas de ruedas, especialmente para la gente más pobre de la tercera edad. Su asesinato fue motivo para que sus hijos Adib, Agustín y Alba se fueran a vivir a España, “lugar al cual acudimos para pasar el trago amargo y tratar de superar el dolor que dejó la cruel partida de nuestra madre”, cuenta Adib.

Ahora recojo el cuadro que me ha obsequiado Adib y lo invito a que encuadremos para la selfie. Miro detenidamente la obra y le pido que, siendo una mujer en sometimiento, diga algo al respecto.
“Vamos a titularla ‘En estado de angustia’”, comienza diciendo. “Y digamos que los mayores obstáculos de nuestras vidas, se encuentran en nuestras mentes”, agrega, y se suelta: “No es lo que nos pasa, sino, la autocrítica de lo que nos sucede. Debemos enfocarnos en no castigarnos por las acciones externas ajenas a nuestra voluntad. Cada vez que superamos nuestros obstáculos, este se convierte en nuestro maestro, porque quién puede soportar puede vencer. Nada ni nadie puede hacernos daño, si no lo permitimos. Por ello no hay que entregar el control de nuestras vidas, porque la libertad consiste en manejar nuestras propias emociones. Todo lo dicho por mí en este momento gira alrededor de ‘En estado de angustia’…
Y entonces, encarretados con el tema mujeres, y frente al apellido materno de Adib, evoco un pasaje de mi paso por Fonseca, sur de La Guajira, una noche de viernes. Acompañando a un amigo, entramos a una cantina y él dijo “pónganos a una María Namén”… Y mientras yo —despistado, desconocedor del asunto— pensaba en algo con matices licenciosos, el cantinero se nos vino con un litro de Old Parr.

“Es la mentalidad cultural de la costa Caribe”, dice Navarro Namén tras haberme escuchado con atención. “Nos distinguimos por endilgar apodos, para hacer gracioso los festejos de cada encuentro. Y en esta vez, el apodo es para el Old Parr litro que, como mi prima María —respetable dama de la sociedad vallenata—, es grande, gruesa y morena. El apelativo nació en Valledupar y ha trascendido las fronteras. Desde el Cesar, pasando por La Guajira, hasta Miami se compra un litro de Old Parr llamándolo ‘María Namén’. Sobre ese tema se han hecho historias para prensa y televisión y hasta Iván Villazón la menciona en una canción, razón por la cual María Namén lo demandó, aunque después ella la retiró. Así el asunto, ‘María Namén’, mi hermano, es chispa carnavalesca para compartir con alegría”.
Ha sido, pues, una charla más que extensa, intensa. Y que, como lo deseamos, pudiéramos extenderla a un largo paso de horas chachareando. Pero no se puede, hay que ponerle punto final al encuentro: a Adib lo esperan, después del mediodía de este sábado de enero, para compartir un almuerzo familiar de despedida.