Vivir para servir

Vivir para servir

Una de sus vocaciones hechas prácticas, la medicina, la asume el galeno y poeta samario Alfonso Noguera-Aarón como tema para desarrollar y reflexionar. Documentado artículo para que leas… Además, poema.

Imagen de portada: Composición gráfica que pretende llamar la atención en torno a una práctica médica bajo estrictas normas éticas y morales, aunque decisiones de gobierno vayan en desmedro de la noble actividad de servir y luchar por la salud y la vida de los demás.

LA MEDICINA

¡¿Vocación o comercio?!

(Del libro ‘Crónicas y ensayos’)

(Esta columna fue escrita en el año 2007, cuando el Estado cerró nuestro Hospital Central de Santa Marta).

Por Dr. Alfonso Noguera Aarón MD

Hasta principios del siglo XVI la práctica médica fue consultiva de oráculos y sortilegios mitológicos, y estaba sumida en facilismos conceptuales y vaguedades científicas tendientes a tratamientos anímico-esotéricos, más que al riguroso estudio etiopatológico de los sustratos orgánicos del cuerpo humano. Por milagrosa compensación de esos vacíos cognoscitivos, desde la antigüedad, la praxis médica se rigió por los postulados éticos y moralizantes de la filosofía y a los aportes altruistas de Hipócrates en Grecia y de Claudio Galeno en Roma, padres de la medicina occidental. En la Edad Media sus manuscritos fueron la panacea de la medicina y por mera tradición familiar el oficio médico no se alcanzaba con el esfuerzo, la vocación y el estudio personal, sino que se practicaba por herencia.

Siglos después, con la aparición del método científico y del Racionalismo Mecanicista de Renato Descartes en el siglo XVI, y caído el telón oscurantista medieval, se abrió el camino de las ciencias y entonces se alumbró aquella pléyade de anatomistas, clínicos, físicos y fisiólogos que consolidaron con su vocación y desprendimiento el arte y la ciencia de la medicina. Como siempre, fueron los artistas, quienes en su aguda curiosidad generaron la onda creativa. Leonardo da Vinci (Italia) hizo una magistral descripción ilustrada del cuerpo humano. Durero y Rembrandt (Holanda) hicieron grandes aportes a la anatomía. El primer libro de cirugía impreso en lenguas modernas (alemán), fue el de Brunschwig de Estrasburgo (1497).  Entre otros pioneros de estudiar y curar por ciencia está el belga Andrés Vesalio, precursor de la cirugía, quien escribió con ilustraciones profusas su revolucionario libro De humanis corporis fabrica, vetado y condenado a muerte por la feroz y retardataria Inquisición católica de entonces. Paracelso, alemán, (Teofrasto Bombast Vonhohenheim), es considerado el padre de la medicina interna. Acertó en el incipiente tratamiento a la sífilis por sales mercuriales en los años de 1525. Se dice que fue quien generó la divergente pugna, extendida a nuestros días aún, entre la cirugía y la medicina interna; y tanto, que a los cirujanos los llamaba ‘barberos’ y éstos a su vez a él le llamaban el brujo.

Cuadro representativo de viejas prácticas médicas, con ‘el barbero’ como habilitado para hacer ciruigías.

Aquí es bueno recordar que ya en su milenario juramento, Hipócrates proscribe la práctica quirúrgica y se cuida en remitir sus pacientes a los ‘barberos’, que a la sazón eran quienes se ocupaban de las prácticas cruentas, y los boticarios de los menjurjes curativos. Falopio, en 1561 publicó sus Observationes Anatomiae. Silvio, gran profesor italiano, fue quien describió estructuras, venas y arterias del cerebro. Algunas regiones nerviosas llevan su nombre. El inglés William Harvey, quien con su primera monografía científica, Motus Cordis, describió en hipótesis el hasta entonces misterioso funcionamiento cardiovascular. Se resalta la labor de Marcelo Malpighi, italiano, creador de la microscopía y de la histología y del inglés Robert Boyle, padre de la química moderna. Baillon, médico francés, quien describió por vez primera la clínica de la Tos ferina y el reumatismo articular. Es de anotar que esta escasa lista de preclaros individuos es apenas la piedra angular de una interminable pléyade de abnegados congéneres que forjaron con su talento a las ciencias de la salud. Después, vendrían otros galenos como Laenec, Pasteur, Freud, Claudio Bernard, Charcot, Fleming y una rutilante estela de sabios y genios que enaltecieron la raza humana con su empeño y dedicación.

La paciencia, la abnegación y la experiencia, pudieron más que el desengaño, el escarnio y la humillación a que no pocas veces fueron sometidos estos apóstoles de la ciencia y el arte médico. Pero esta búsqueda de ideales nobles para el mejoramiento de la calidad de vida del hombre, no fue ni fácil ni pronta; y en efecto, durante toda la segunda parte del milenio que ya terminó, el hombre no solo les ha ganado a grandes trancos a la enfermedad y a la calamidad, sino que le ha disputado entre el insomnio febril de su esfuerzo, a la muerte misma, muchas de sus seguras presas de otros siglos. Quizás alguna vez encuentre la mágica fórmula de prolongar el ansiado bienestar de la vida, y acaso, y por qué no, descubra la fantástica potencia corporal del Ave Fénix, que renace ad infinitum de sus propias cenizas, ahora con la clónica y la meristemia, pero llevando siempre en su espíritu el germen dicotómico del bien y del mal, al que necesariamente debe elegir para crecer o morir.

De aquella abnegada vocación de vivir para servir a esta parte, hay distancias cósmicas insalvables que reducen su recuerdo a la nostalgia. ¿Por qué el desmedro de la noble actividad de servir? ¿Por qué la pérdida de la mística de socorrer a los demás? ¿Acaso se ha invertido la pirámide de los valores hasta el punto de interpretarse como tontería el noble acto de aliviar el dolor del otro? ¿Será que la voracidad capitalista y sus modelos de vida superfluos e indolentes contribuyen a esta crisis de valores? ¿O será, quizá, que el Estado —el colombiano en nuestro caso—acostumbrado como está en darle migajas a quien más le sirve, ha pasado por alto que el asunto se empeora cada vez más en círculos ominosos? Se invierte mucho más en defensa y se quedan como cenicientas las dos alas de la conciliación y construcción popular, que son la salud y la educación. Esto a su vez genera más marginalismo, ignorancia y descontento, y por supuesto que ello es yesca suelta para que arda mucho más la absurda, cruenta e inútil guerra colombiana, recurriendo el problema por sus causas.

Dentro de la descripción ilustrada del cuerpo humano hecha por Leonardo da Vinci, las proporciones que el genio italiano detalla son exactas, perfectas, y determinan que el cuerpo del hombre está proporcionado de acuerdo con la geometría y las matemáticas. Diagrama tomado de bbc.com.

El problema se ha agudizado más aún con la polémica ley 100 de la Seguridad Social de diciembre de 1993. Se generó un régimen complejo, frágil y muy proclive a las corruptelas. Básicamente, los hospitales fueron obligados a convertirse en Empresas Sociales del Estado (ESE) y deben subsistir por la venta de sus servicios a las Administradoras del Régimen Subsidiado (ARS) y a los entes territoriales. Eventualmente, podrían contratar también con el régimen Contributivo; pero éste, a la luz de los hechos, por monopolios económicos contrata es con el sector privado. La debacle hospitalaria procede, sin embargo, de la corrupción pública. Convenios lesivos como pactar con el ente territorial a cancelar dos o tres veces menos de lo que se les factura, son una vena rota y mortal para cualquier hospital. Esto, a su vez, genera un déficit presupuestal progresivo que impide la justa cancelación salarial y sus prestaciones sociales a los trabajadores. Además, el incumplimiento de la deuda a los proveedores para la compra de insumos y mantenimiento de los equipos biomédicos, hace mÁs tórpida la rentabilidad financiera y científica.

Ante esta anémica realidad reflejada en lo asistencial, las ARS optan por contratar con el sector privado dejando exangüe las finanzas hospitalarias. Pero la estocada fatal, quien se la ha venido dando es la corrupción política: Desgreños administrativos, nóminas paralelas y sus concomitantes y pesadas cargas prestacionales, desvíos y apropiación de recursos, contratos leoninos, favores políticos, obras superfluas e inoficiosas, onerosos embargos, sobrecostos monstruosos en la compra de insumos; y, sobre todo, el saqueo descarado y raponero, con la aquiescencia de las instituciones terminadas en ías. He ahí el comercio y mercantilismo de la medicina. Todo esto conlleva al cierre inminente y progresivo de muchos hospitales, acarreando en sus procesos de liquidación frustraciones personales indecibles, como lo son la cesación laboral de trabajadores ad portas de la pensión, que ya, ni encontrarán un nuevo empleo ni jamás se pensionarán por simple y llana falta de aportes. Los afortunados y nuevos empleados del sector público –y aún del privado—quedarán con sueldos irrisorios y vinculaciones laborales laxas y mucoides; pero eso sí, fuertemente amarradas a los intereses particulares del político de turno. Ante tan inestable como escaso ingreso laboral per cápita y a la cada vez más alta edad pensional, exigidas e impuestas a su vez por los truculentos, insaciables y monetófagos monopolios económicos extranjeros… ¡Sólo muy pocos se pensionarán en Colombia!

Finalmente, resulta que el Estado, sin consultar con una real necesidad de la atención médico-asistencial de la población más vulnerable, y saltándose su propia ineptitud para controlar el pregrado y fomentar nuevas profesiones puntales del desarrollo económico, condenó a muchos médicos generales a devengar sueldos de secretarias en una sola institución y canalizó hacia las entidades privadas a los pocos especialistas que con grandes esfuerzos personales y familiares y por motu proprio estudiaron en el extranjero. En efecto, las facultades de medicina se han incrementado, de siete que había en los años sesenta a 23 en los noventa y 56 en los dos mil, con un promedio de 5.000 médicos anuales, de los cuales menos del 5% ingresa al codiciado postgrado. El resto migra en un éxodo lastimero hacia Centroamérica, México, Brasil, Argentina, o a Nijonia si es preciso, para buscar la consolidación de sus ilusiones académicas cada vez más remotas. A su regreso, sin embargo, ese ejército de colegas encuentra que no hay dónde laborar con dignidad, porque sencillamente no hay planificación en el pregrado ni en el postgrado. La población desocupada o subutilizada en las ciencias de la salud, es ya elevada; primero, por la proliferación al garete y comercial de algunas universidades; y segundo y peor, por el dispendioso y tantálico ingreso al postgrado público o aún al privado. Súmele a todo esto que los muy escasos puestos rurales o de servicio social obligatorio, están completamente politizados. Esto paraliza y frustra dolorosamente a los recién egresados, pues sus aspiraciones de obtener del ministerio de Protección Social su Licencia Profesional que los habilite para trabajar con decoro, en las más de las veces se ven diferidas o simplemente truncadas. Además, existe una dificultosa penetración rural debido al conflicto armado que vivimos desde hace ya varias décadas y carecemos de estímulos económicos que compensen el riesgo o la incomodidad en los lugares apartados e insalubres.

La amplia fachada del Hospital Central de Santa Marta, cerrado por el Estado en 2007.

Ante lo cual, y dada la creciente magnitud del problema, ha nacido la piratería médica en todos los sectores, con un desbocado canibalismo tarifario y asistencial. La salud se subasta como una mercancía al más fuerte en lo financiero; y muchos comerciantes aprovechan las insuficiencias implementarias y organizacionales del sector oficial, parasitado como ya se vio, para arriar —literalmente— con sus presas para sus búnkeres privados ante la impavidez de los órganos de control (ías). De modo que ante el irrisorio sueldo, como laxo vínculo laboral de los médicos y su concomitante tentación de caer en prácticas non sanctas o de malapráctice, la escasa cobertura médica oficial, la precaria implementación de los hospitales públicos, la muy baja tasa del ingreso al postgrado, y sumado todo esto al nuevo reto de salir ileso en la avalancha de tutelas, procesos judiciales, demandas por malapractice, y para colmos, a la cacería de brujas que por su lado la sobrepoblación de abogados le hace al gremio de los médicos, es urgente que se diseñen nuevas estrategias gubernamentales para encaminar la ciencia de Hipócrates y de Galeno por los senderos de una praxis humanística  que jamás ha debido claudicar ante los provocadores ostentos del dinero y de la vanidad y, al contrario, ha debido evolucionar a las esferas más altas del altruismo, de la cooperación y del amor, destinos superiores y esencia íntima del espíritu humano. Tan sólo el amor es suficiente.

SONETO

¡Ay, vejez…!

Del libro:
Flor de Zarzas
Autor:
Alfonso Noguera Aarón
Creación:
22 de octubre de 2008

Oh, plácido remanso de la vida,
gabela otoñal de plazos vencidos,
relicario de batallas perdidas,
asilo de locos sueños prohibidos;

náufrago errante del largo camino,
ileso y de zancadillas torero,
indultado en la jarana y el vino,
bagazo del placer lisonjero;

ay, preciosa cabellera de plata,
sartal de dulces y amargos desvelos,
surcos cavados en prisa barata,

oráculo de sabio y alto vuelo,
bastón que me guía y que me mata…
¡Ay, vejez, santo regalo del cielo!

Reflexiones:

LA VEJEZ… no es una enfermedad, es un regalo de Dios, porque es el mecanismo de la Vida para que el espíritu por fin se imponga sobre el imperio bruto de las pasiones, que durante la juventud y la vida adulta nos encadenan y nos vuelven esclavos de los deseos y de los miedos. Con el paso de los años las emociones y apetitos corporales se van marchitando sin apenas darnos cuenta y van cediendo su importancia a la sabiduría y las virtudes, y muchas esperanzas entonces saboreamos como sueños consumados. Todo va pasando mientras medimos con la nostalgia los placidos recintos de la soledad y nos enteramos que los minúsculos presentes que vivimos van convirtiendo al futuro en estelas de recuerdos y de olvidos. Hasta que despertamos y vemos en el espejo que sobrevivimos a la muerte durante toda la vida, y las palabras y las risas de los nietos nos dicen que todo fue un milagro que vale la pena vivir mil veces más entre penas y alegrías y siempre con Amor. Gracias a Dios!!!.