En este texto, Fernando Castañeda examina profundamente el poema ‘La gran miseria humana’ de GEG, desmitifica la leyenda popular sobre su creación y analiza su profundidad filosófica, estética y literaria.
‘La gran miseria humana’, un
mundo de metáforas e imágenes
Este 28 de diciembre, una vez más, ‘Recital entre tumbas’ en Soledad, terruño de Gabriel Escorcia Gravini
Por Fernando Castañeda García
Conocemos, desde su publicación, el poema ‘La gran miseria humana’, con ese mismo nombre, y hasta creemos que sus versos fueron así desde que fue escrito.
Los documentos originales son una prueba fehaciente para contradecir lo que se atrevió a afirmar la tradición oral, porque no fue escrita de un solo plumazo una noche en que Gabriel Escorcia Gravini salió del cementerio después de conversar con una calavera que, por olvido, dejo fuera de la tumba el sepulturero.
Construir un poema que es una reflexión donde aborda el amor y la muerte, no se puede concebir como un instante de inspiración, porque con intención y profundidad filosófica llega a conclusiones axiológicas que son realidades banales de los humanos, reservadas a los valores y la moral.
La obra del poeta soledeño se destaca por su unidad temática, la retórica, la métrica, la profundidad filosófica, la armonía y la belleza estética, elementos que ganaron la admiración del poeta Porfirio Barba Jacob, quien la hizo conocer en México y otros países de Centroamérica, a inicios de la década de los treinta del siglo pasado.
Es importante recordar que Escorcia Gravini punteaba la adolescencia cuando le diagnosticaron la enfermedad. Antes de cumplir los dieciséis años de edad le tocó enfrentar la cruel realidad, envuelto en una tragedia que convirtió en poesía, porque fue consciente del ostracismo a que estaba condenado, desde la primera de las casi cuatro mil seiscientas ochenta y seis noches que le tocó dormir solo en aquel cuarto —que llamó su ‘Celda cristiana’— durante los últimos trece años de su vida.
Sus salidas nocturnas, no necesariamente al cementerio, quedan testimoniadas en los dos primeros versos: “Una noche de misterio/ estando el mundo dormido/” … aquí el poeta deja claro su horario para salir a las calles de su tierra natal, respirar el aire fresco de la noche, y hasta para visitar a algún amigo, porque no podía hacerlo de día debido a su enfermedad.
El miedo de ser sorprendido por las autoridades sanitarias o por alguna persona, lo que le hubiese costado ser recluido en un leprosorio, y el del rechazo de la sociedad están manifiestos en la tercera estrofa, cuando narra su ingreso al camposanto para visitar a los difuntos, acompañado de un viento suave:
…estaba allí de perverso/ entre seres no ofensivos/ ¿fui a perturbar lo cautivos/ en los sepulcros desiertos? /No!… fui a buscar a los muertos/ Por tener miedo a los vivos/.
Más que al amor no correspondido —ni mujer alguna— cuestiona el orgullo, del que muchas veces queremos hacer gala y lo convertimos en pedantería, el poeta no cuestiona a ninguna novia suya, es una figura bien elaborada para mostrarnos a la altivez como mal endémico de los humanos. La tradición oral se encargó de desdibujar la profundidad filosófica de este poema, por ignorar la importancia y el valor de la metáfora como elemento estético para expresar sentimientos, comparar, recordar o dibujar imágenes que van más allá del silencio de la palabra escrita.
Que Gabriel Escorcia Gravini tuvo una novia llamada Diana, dicen unos; que no era ésta ni Zoila Moreno, sino Laurina Palma, y que el nombre original no es ‘La gran miseria humana’, sino ‘Laurina Palma’, aseguran otros. Grave error. Analicemos la estrofa número doce:
Aquí donde todo es calma,
contesta cráneo vacío
¿Qué se hizo tu poderío
y el placer de tu alma?
¿Qué fue de la aurina palma
que te dio el amor un día?
Tu altivez, tu bizarría,
tus sonrisas que mintieron
dime, dime ¿Qué se hicieron?
¡Oh calavera sombría!
Cuando pregunta: ¿Qué fue de la aurina palma/ que te dio el amor un día?, no podemos imaginar a una mujer llamada Laurina Palma. En esos versos está preguntando acerca de la Palma, como cuarta acepción idiomática… Palma. Figurado. ‘Gloria o triunfo de alguien o algo: obtener la palma en una competición’… Larousse-Diccionario enciclopédico 2006. El término ‘aurina’ de áureo, o dorado, en ese sentido se infiere que Escorcia Gravini, se refiere a la gloria y triunfos de ella, obtenidos con el amor, y su belleza. Su gloria y triunfos de oro, no a la representación simbólica o trofeo. Aquí, la mujer, tampoco es objeto de deseo.
Le da un tratamiento especial y presenta al género femenino navegando entre lo humano y un simbolismo mitológico utilizado en la construcción poética. Metáfora pura. Tomemos el ejemplo de Diana, que en la mitología romana representa a la diosa de la caza y la naturaleza salvaje, y corresponde a la Artemisa griega, simbolizada con la luna. En este poema, Escorcia Gravini menciona ocho veces a la luna y en uno de los versos: … “Diana la novia del poeta”. En ninguna de las estrofas, donde también la menciona, el bardo soledeño hace relación a ella como si se tratase de una mujer.
Describe, primero una hermosa noche, muy a pesar del paisaje sombrío, cuando nos introduce al cementerio sin perder el ritmo de la poesía, mientras interroga y cuestiona a la calavera, dejando asomar un dejo de pavor, pero increpándola respecto a su belleza en vida, para recordarle que están en la mansión donde la realidad es austera, allí donde la potestad y la mentira, el orgullo y la vanidad se pierden, como la belleza o la grandeza. Todo termina, es el mensaje que consigna en la estrofa diecisiete:
Aquí en este camposanto,/ se terminan los amores/ las alegrías, los dolores,/ el poderío y el encanto…
Y va rasando nuestro comportamiento, al recordar, en la estrofa dieciocho que:
…En este mundo idealista/ de egoísmo y de censura,/ tan sólo la sepultura/ es la que no es egoísta./ Ella recibe al humanista,/ al santo y al condenado / al pobre al acaudalado / al perverso, al bueno, al caco,/ al honrado, al gordo, al flaco,/ al bruto y al ilustrado.
Itera que allí todo termina y se iguala, en las estrofas 19…
…Al rodar del ataúd/ en la hueca sepultura,/ se igualan en línea oscura/ el crimen y la virtud / y en eterna lasitud/ queda todo movimiento,/ lanza gemidos el viento/ y la soledad aterra,/ y ruedan sobre la tierra/ los cráneos sin pensamientos…
Y en la 20…
Aquí en este triste erial/ donde sucumbir es ley/ el esqueleto de un rey/ al de un esclavo es igual./ Aquí al toque funeral/ de la sonora campana,/ queda la cabeza cana/ como la del negro pelo/ y ñata dando recelo / es la calavera humana…
…Porque en la sepultura todos valemos lo miso, estrofa 21
Aquí, en este entristecido/ y lúgubre camposanto,/ termina del vate el canto/ y del músico el sonido,/ del pintor el colorido,/ y de su cerebro, el foco/ se consume sin sofoco,/ y sólo queda el recuerdo/ aquí tanto vale un cuerd / como lo que vale un loco…
El poeta, en la estrofa No.22, le da rienda suelta al terror que nos causa asistir al entierro de alguien, porque, irremediablemente, pensamos en nuestra propia muerte y qué será de nosotros cuando ya no estemos entre los vivos…
…Todo corazón se aterra/ al llegar a esta mansión,/ viendo clavar el cajón/ que se comerá la tierra./ Cuando una tumba se cierra/ el alma gime asustada/ y esa humana bandada/ que a otro hoy viene a sepultar,/ mañana en este lugar/ será polvo y será nada…
La calavera, después de escuchar reproches, filosóficamente le responde que, en el camposanto termina la vanidad, el orgullo, acaba la belleza y la fealdad, la maldad y la bondad, que llorar en ese lugar es cosa vaga porque el llanto no resucita a los muertos, allí todo es materia inerte. Que, ella, es el cráneo de la mujer a quien le cantara poemas que no mereció y el que de ella se ría, de él mañana también se reirán. Causándole espanto aquellas reflexiones, se da a la fuga, como si huir de esa verdad fuese solucionar para esquivar la muerte, y entonces, vuelve a la atmósfera espacial del poema…
Estrofa 29…
… Yo escuchando aquella cosa/ y lleno de horrible espanto,/ salí de aquel camposanto/ como veloz mariposa / La luna pura y radiosa/ vertía su lumbre fugaz/ la calavera audaz/ dijo, al verme correr,/ aquí tienes que volver / y calavera serás…
Frente a semejante reflexión, al poeta, mortal humano, sólo le queda el razonamiento como única alternativa para enfrentar el pánico y aceptar con resignación la muerte, como un estado al que pasaremos, sin interesar la concepción que de ella tengamos.
Estrofa 30
Sólo resta preguntar, ¿si un poema como ‘La gran miseria humana’, donde se conjugan la métrica, la rima, una intención filosófica planteada mediante la retórica que circunda cada estrofa y cada verso, así como la belleza y armonía estética, elementos que caracterizan la unidad temática de su poesía fúnebre o necropoética, se puede entender como el resultado de la “casualidad”, que nos plantea la tradición oral?
Es necesario humanizar la leyenda, si queremos visibilizar a Gabriel Escorcia Gravini, apartándonos de la tradición oral para discernir sin el apasionamiento de ésta, porque no hace más que minimizar al poeta convirtiéndolo en una leyenda desdibujada.
Entre tumbas
Fernando Castañeda García, pintor, poeta, cronista, escritor, invita al evento poético ‘Entre tumbas’ del viejo cementario de Soledad, anual homenaje a la memoria del poeta Gabriel Escorcia Gravini. Un video cortesía de CapCut, que lo realizó.